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—Tendrías que ver esa serie

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—Tendrías que ver esa serie. Creo que te gustaría —HoSeok se llevó su batido de fresa a la boca y bebió de una pajita reutilizable; el centro comercial estaba casi vacío, quizás por la hora que era o porque era un día de semana. Los dos faltamos a clases, y sé que nos costará caro luego al ver todas las tareas pendientes por hacer—, es un musical, y el soundtrack es definitivamente muy bueno. Se llama Glee.

—Cuando tenga tiempo, la veré.

Miré el cielo. El amanecer es, sin duda, todo un espectáculo: a veces, los colores rosados se intercalan con los anaranjados y me siento casi como si estuviera observando un arcoiris. Otras, el predominante es el rojo. Y en ocasiones, el violeta. HoSeok termina de tomar su batido y se limpia la comisura de los labios con una servilleta.

—¿Nos vamos?

—Sí.

HoSeok se acerca a pagar por nuestras bebidas y yo miro la hora; faltan unos pocos minutos para que toquen las ocho en punto, y entonces recuerdo que esta es la hora en la que la librería a la vuelta de la esquina abre. Hay un muy buen libro que hace tiempo quiero comprar, y ya que estoy, podría pegarme una pasada para ver si lo tienen. Si me alcanza, también podría comprarlo. Los libros están caros ahora.

—Seok, creo que voy a ir a la librería —le comento, cuando veo que se acerca a mí. Enarca las cejas mientras toma un abrigo grande y pesado y se lo cuelga sobre los hombros.

—¿Quieres que te acompañe?

—No hace falta. Puede que me vaya a tomar un buen rato ahí. Ve a casa.

—De acuerdo. Te veo mañana —me despide con un movimiento de cabeza antes de largarse por la puerta trasera del centro, la que da al estacionamiento. Se monta en su motocicleta, y luego de ponerla en marcha, se larga a toda velocidad del lugar. Todavía me cuesta acostumbrarme a verlo montado en una moto, más porque me dan pánico.

Oculto mis manos en los bolsillos de mi abrigo y camino rumbo a la librería. Veo a varias madres paseando con carritos de bebé por la calle y tristes perros callejeros vagar sin lugar en el cual quedarse. No puedo negar la pena que siento al verlos, pero no es como si ese sentimiento ayudase en algo; después de todo, no importa qué tanta pena sienta, si yo no hago algo, esos cachorros seguirán estando solos contra el mundo. Y compartir publicaciones en Instagram tampoco ayuda mucho.

Cuando me voy acercando a la esquina, más lejano me parece el centro. Sonrío en cuanto veo que está abierto. Vaya que son puntuales.

Me adentro en el lugar y empiezo a caminar entre las bibliotecas llenas de libros. No hay guardias de seguridad, quizás porque todavía es demasiado temprano como para que lo haya. El olor a libros me inunda las narices; aquí, me siento como en casa. Podría pasarme días enteros entre páginas y letras impresas, incluso si no me llevo ningún libro de este lugar. Es impresionante la conexión que alguien puede sentir con un lugar, como si este fuera ese hilo rojo del que todos hablan. Mis dedos recorren las tapas de los siguientes libros; estoy en la sección de Terror, y paso de largo varios libros de Stephen King.

Hanahaki | KookGiWhere stories live. Discover now