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—¿Cuánto falta para llegar, señor secuestrador?

—Han pasado dos minutos desde la última vez que me preguntaste. La respuesta sigue siendo la misma.

—No sabía que tu pasatiempo favorito era burlarte de mi paciencia.

—Solo espera un poco más, estamos por llegar.

—Eso dijiste hace media hora.—dijo entre evidentes pucheros.

—Está vez te prometo que es enserio.

—Contaré los segundos en mi cabeza.

—No hagas eso, precioso, te dolerá la cabeza. Se bueno y colócate en los ojos la pañoleta que está en la guantera. —dije sonriente, esperando los reclamos de Taehyung.

El mencionado me observó desde el asiento de copiloto con ojos y boca bien abiertos, dejando ver una fingida indignación.

—Ya vi su rostro, señor secuestrador, y es bonito; así que tenga por seguro que no voy a olvidarlo cuando sea rescatado de donde sea que me lleve. Debió ser más astuto y privarme de la vista desde que me subió al auto.

—Tan secuestrador soy que dejé pasar la oportunidad de raptarte durante nuestro viaje a Paris, y me pareció mejor idea hacerlo en nuestro país natal, donde la mayoría me conoce. —dije bailando mi mirada entre él y la carretera frente mío. —¿Debería llamar a Nam para que pague tu rescate? Me debe un paquete de gomitas.

—No puedo creer que valga lo mismo que un paquete de gomitas. —dijo cubriéndose la vista con el pañuelo blanco.

—Solo bromeo contigo para calmar tus ansias, Ángel. Planeé esto desde que estábamos en Seoul e intenté que fuera especial para ti.

Era de madrugada, el cielo en Busan estaba en su máximo resplandor a tan alta hora de la noche. Me había puesto a investigar un poco hace unas semanas y entre los documentos de mis propiedades, me encontré con las escrituras de un pequeño terreno. El espacio perteneció a mis abuelos maternos; era un terreno a las afueras de la ciudad con una cabañita acojedora y hogareña. Mi madre se aseguró de dejarla a mi nombre, acción que aparentemente mi padre había olvidado mencionarme. Sentí empatía y respeto hacia su olvido, sabía que él lidiaba a su manera con lo que le perteneció alguna vez a mi madre, quizá inconscientemente borró de su cabeza la existencia del lugar. Pues las escrituras estaban casi en el olvido.

Así que me encargué de llevar el proceso legal necesario para que pudiese retomar el uso de dicho lugar. Me fue imposible no interesarme al percatarme, mediante algunos escritos, de la ilusión que le causaba a mi madre que yo heredase el espacio. También debido a que en la zona donde prevalecía la cabaña, el cielo y las estrellas en sí podían ser mayormente apreciados por su nivel, casi cerca de las montañas. Sabía que personita compartía la admiración por los astros tanto como yo y recordé aquella promesa pendiente. Por lo que no dudé en traer las llaves que me fueron entregadas en Seoul, tomar mi estuche, una canasta de madera donde guardé algunos snacks y el chocolate caliente en un termo que había preparado Jin. Tomé a un dormido Taehyung en mis brazos y nos monté a ambos en el auto rumbo a la cabaña.

Entonces, si. Creo que el castaño no exageraba del todo al referirse a mi sorpresa como un secuestro. Pues cuando volvió a abrir sus ojos, se encontró con la vista de la carretera tras la ventana.

Igual me aseguré de avisarles a Jin, Jimin y Yoongi sobre la sorpresa que le tenía preparada. Tampoco quería preocuparlos al no encontrarnos por la mañana.

El transcurso no fue tan largo como lo había imaginado. En menos de una hora ya nos hallabamos en la zona, claro que los treinta minutos qué pasó Tae en el auto desde que se despertó, a él le parecieron horas. Pero por fin, su espera había finalizado.

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