Visión

16 2 0
                                    

Viajar a las afueras de la ciudad fue mi única opción, huyendo con solo mi motocicleta y mis gafas oscuras, y conduje para alejarme de la gente lo más posible, pues no quería ver esas cosas que me seguían.

Mi nombre no importa ya, lo único que puedo decir es que mi bendición y mi maldición fueron siempre mis ojos, mi vista.

Desde muy pequeño tuve una visión perfecta, no, más que perfecta. Una buena vista es tener una visión de 20/20, sin embargo yo llegaba a un rango 20/10, lo que quiere decir que podía ver las letras más pequeñas del examen del oculista, incluso podía ver las pequeñas marcas que tenía el papel hechas por el pasar del tiempo. Cuando estaba oscuro con la luz más mínima podía caminar como si fuera medio día, y cuando quería leer algo tenía que alejarme el libro lo más posible, ya que acercarlo de más me provocaba mareos o me irritaba los ojos, y eso era precisamente lo malo de mi visión, casi siempre tenía que usar gafas para el sol. Estudios revelaron que mi pupila se expandía más de lo normal, permitiendo una entrada de luz mayor a los nervios del ojo, a causa de ello la imagen de las cosas me era muy clara y detallada.

Nunca me diagnosticaron foto sensibilidad ni nada parecido, simplemente una vista prodigiosa, y sin duda estaba muy contento con ella, hasta que descubrí que no solo podía ver las cosas a detalle, sino que, gracias a mis ojos, comenzaba a ver sombras. Al principio creía que eran solo ideas mías, o que comenzaba a tener problemas de la vista, después de todo, a causa de que mi vista era muy sensible a la luz, si me quitaba las gafas oscuras en lugares muy iluminados mis ojos ardían y en el resplandor me cegaba, por lo que esas sombras no me quitaban el sueño, al menos no hasta un día que vi que no se conformaban con dejarse ver, sino que comenzaban a interactuar con el ambiente.

Una noche que regresaba a casa del trabajo a pie, mientras esperaba que el semáforo cambiara de verde a rojo, vi que del otro lado de la calle que un hombre caminaba por la banqueta hasta que, justo cuando doblaba la esquina, el hombre cayó en la calle, siendo impactado por un auto. La gente que estaba en ese lado fue a socorrerlo, y mientras aquellos que estaban del lado de la calle donde yo me encontraba veían perplejos el incidente, yo seguía con la mirada una silueta negra que se alejaba de la escena. Pensando que mis lentes estaban sucios, me los quité para limpiarlos, entrecerrando los ojos para que los faros de los autos que seguían pasando no me cegaran, pude ver muy claramente esa forma humanoide, que caminaba como si nada hasta desvanecerse.

Los días pasaron normalmente hasta que un segundo evento hizo darme cuenta que podía ver cosas que la gente no eran capaces.

Sentado en una cafetería donde esperaba que terminaran de reparar mi motocicleta, mientras la mesera entregaba una orden, fue impactada por una taza. Todos nos levantamos a auxiliarla, yo me giré a ver quién había lanzado dicha taza cuando para mi sorpresa vi un grupo de cuatro sombras, cuatro formas humanoides de diferentes estaturas, que estaban al lado de una mesa, inmóviles, que si bien no veía nada más que siluetas negras, sentía que nos observaban fijamente. Una mujer pasó al lado de estas sombras, acercándose para ver qué ocurría cuando una de estas "criaturas" pareció empujarla, cayendo de bruces al suelo. Algunos otros se acercaron a ayudarla, pero yo no pude quedarme más ahí, comenzaba a sentirme aterrado, tenía miedo de ver esas criaturas, temía que fueran peligrosas.

Corrí a un parque cercano, sentándome en una banca para recuperar el aliento. Levanté la mirada para darme cuenta que ahí, justo frente a mí, se encontraba una de esas figuras sombrías que parecía observarme con atención. Se percató que yo podía verlo, por lo que se acercó dando pasos cortos y lentos. Me asusté, le grité que se alejara pero no recibí respuesta. La gente que pasaba me veía raro; ellos no veían lo que yo. Salí corriendo, volviendo a casa a encerrarme en mi habitación, de donde no salí por días.

Al final decidí que no podía vivir así, encerrado. Me levanté y me fui al taller donde tenían mi motocicleta. En el camino pude darme cuenta que esos raros seres andaban por la ciudad como si nada, algunos solo caminaban por las calles, otros se les veía confundidos corriendo por todos lados mientras que varios solo se quedaban de pie, como viendo la gente pasar sin interactuar con ellos.

Quería alejarme tanto como fuera posible de esas cosas, no quería arriesgarme a que me hicieran algo, sobre todo por el hecho de que, justo cuando planeaba volver a casa, vi que varias de esas cosas estaban rodeando mi hogar, como si me buscaran, era claro que sabían que por alguna razón podía verlos y querían seguir en el anonimato.

Esas sombras comenzaron a seguirme corriendo, y eran rápidas. Casi podían seguirle el ritmo a la moto, por lo que preferí conducir por la carretera, apenas parando en las gasolineras para cargar combustible, sin embargo cada vez parecía ver más de esas cosas, actuando todas de diferente modo, siguiendo a la gente, tirando cosas, corriendo, apareciendo y desapareciendo, y la mayoría corriendo detrás de mí, intentando alcanzarme.

No había duda que podía ver cosas que no debía haber visto, que mi visión prodigiosa me había abierto una ventana por la que podía ver criaturas extrañas de las que al menos me reconforta saber que no todos pueden ver.

El ABC del TerrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora