Capítulo 6: Una incontrolable necesidad... (parte 1)

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CAP. 6: UNA INCONTROLABLE NECESIDAD...

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Así que el príncipe Jarrod no sólo lidera la rebelión, sino que además tiene en su poder a la princesa de Aldentain… ¡Hmm! Deberé tener mucho cuidado y pensar en cómo esto me puede resultar beneficioso. Mientras tanto, el rey Zoar no se enterará de nada, pero si en algún momento considero que es una información valiosa en mi favor, se lo haré saber de la forma más sencilla posible. Debo mantener esa fe ciega que posee en mí… Iluso… jajajaja…

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Durante toda la cena sentí la mirada insegura e incómoda de Kairi sobre mí; de hecho, cuando yo me volvía hacia ella, con intención de entablar algún tema de conversación, sus ojos rehuían los míos. No puedo negar el poder que tiene sobre mí. Cuando la vi por primera vez, al abrir las puertas de su recámara en el “Conquistador”, mi corazón se aceleró a mil por hora. Es una mujer bellísima y con una enorme seguridad en sí misma, que la convierte en total objeto de mi deseo. Desde ese momento, he tenido sueños de enorme carga erótica con ella; fantasías carnales que me moriría por hacer realidad. Incluso he llegado a sentirme agradecido de mi padre por planear esta boda, pero sé muy bien que no lo hizo por verme feliz. No conozco su real motivo de esto, pero me encargaría de averiguarlo.

Mientras pensaba y repasaba las repercusiones que podría causar la alianza entre Aldentain y Aeroldia, veo que Kairi se levanta y sale del salón apresuradamente y detrás de ella, Mariah le sigue los pasos de cerca. Era mi oportunidad. Necesitaba hablarle, saber su opinión acerca de todo esto y lo más importante, saber si confía en mí, o soy a sus ojos sólo un hombre con un reto mayor de lo que puede manejar.

Me pongo de pie y comienzo a seguirlas. Cuando veo que Letos se pone de pie, lo más probable que para acompañarme, le hago volver a sentarse, pues esto es algo que debía, o más bien, deseaba hacer solo.

En la terraza, apoyada del barandal de madera antigua, se encuentra la princesa. Aun de espaldas logra captar toda mi atención y mantenerme atento sólo a ella, haciendo desaparecer todo a mi alrededor. Sólo ella existe, sólo ella importa. Es casi como un hechizo.

De pronto me percato que Mariah pasa por mi lado, entra a la casa y cierra la puerta, otorgándome la privacidad que mi corazón añora. Debo hablarle, hacerle saber que estoy aquí, pero mi boca está sellada.

Entonces me armo de valor y casi en un susurro, me dirijo a ella.

“Princesa Kairi, necesitamos hablar sobre lo sucedido. Quiero saber cuál es tu postura respecto a todo esto y cuál será tu próximo movimiento”.

Cuando comencé a hablarle ella se volvió hacia mí. Clavó sus ojos en los míos, pero su mirada clavó mucho más profundo aún. Ya ahora, a estas alturas, estaba perdido por ella. No quería que nos separaran, sentía una necesidad de su compañía, pero no era normal.

“Lo sé Jarrod”, dijo con una voz dulce pero decidida. “Yo realmente no sé aun cuál será mi plan de acción, pues estoy muy confundida, pero creo que dormir me hará bien, despejaré la mente y te responderé por la mañana, ¿te parece?” Terminó de decir convincentemente.

“Pues creo que estará bien, pero antes de irnos a dormir, aunque sé que no lograré conciliar el sueño a la espera de tu respuesta, hay algo más que debo pedirte”, le dije con una inseguridad que no era común en mi.

Ella todavía no terminaba de preguntarme qué era, cuando la tomé en mis brazos y la besé pasionalmente, con desesperación, bajo la luz de una hermosa luna llena muy grande, que la volvía un ser de plata. Lo que más me gustó, fue que en vez de reprocharme o tratar de separarse de mí, correspondió a mi beso con la misma pasión que yo presentaba. Esto que me estaba pasando era recíproco y eso me extasiaba.

De pronto, se separó bruscamente de mis brazos y en cuanto nuestros labios dejaron de poseerse, sentí una amargura inmensa, como si me hubiesen arrebatado una parte de mí. Lo único que atinó a decir nerviosamente fue “Hasta mañana príncipe Jarrod, te daré mi respuesta al amanecer...” y corrió a refugiarse dentro de su habitación.

No sabía qué pensar, sólo repetía la imagen y lo que sentí al besarla. Una y otra vez mis labios robaban ardientemente los besos de su boca. Tal vez no fue lo correcto, pero no pude resistirlo. Fue algo casi instintivo, como una pasión carnal, un llamado animal, que sólo se vio satisfecho después de ese beso que sentí interminable, pero que quizás no duró más de un par de segundos.

Lo dicho, no logré conciliar sueño alguno durante toda la noche. Sólo tenía pensamientos ardientes y llenos de deseo por ella y los nervios me consumían, por el hecho que quizás mañana ella decidiría partir y dejarme en este destino que decidí enfrentar hace tantos años, pero que ahora abandonaría en un instante, si ella me lo pidiera.

Princesa EsclavaWhere stories live. Discover now