La Marcha de Barbarroja

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El Sacro Imperio Romano estaba culminado y, por el momento, Alemania e Italia juraban fidelidad a Barbarroja. Pero ¡ay! la paz no perduraría. Los estados cruzados de Palestina se estaban desmoronando. Un rey sarraceno llamado Saladino había expulsado de sus castillos a todos y cada uno de los cruzados. El Papa propuso una nueva Cruzada antes de que la Tierra Santa volviera a ser de los sarracenos. Increíblemente, Barbarroja accedió a llevar a cabo esta nueva Cruzada para el Papa, contra quien había luchado tan duramente. Los reyes Felipe de Francia y Ricardo Corazón de León de Inglaterra, ya estaban a bordo de los buques que los llevarían a Oriente Medio. Pero el ejército de Barbarroja era mucho más grande y no había una flota en Europa capaz de transportarlo. El Emperador tendría que ir por tierra hasta Constantinopla y, a través de las tierras turcas, llegar a Jerusalén. Constantinopla era la capital del Imperio Bizantino, y una de las más gloriosas ciudades del mundo. El ejército de Barbarroja podría descansar y abastecerse en Bizancio antes de empezar la gran marcha.

El agotado ejército de Barbarroja había andado durante cientos de kilómetros a través de abruptas montañas bajo el sol de julio. Así pues, al tropezarse con las rápidas aguas del río Göksu, los hombres se sintieron sorprendidos y agradecidos. Ni siquiera Barbarroja pudo resistirse a meterse en el frío y refrescante río, sin detenerse siquiera a quitarse la armadura. Ante las incrédulas tropas supervivientes, Barbarroja se ahogó. Algunos afirman que el emperador no pudo nadar por causa de su armadura de metal. Otros creen que su corazón de sesenta y siete años no aguantó más. Independientemente de la causa de su muerte, la Cruzada de Barbarroja terminó allí, el 10 de junio de 1190. Ése fue el final del Sacro Emperador Romano.

Federico Barbarroja: emperador y líderWhere stories live. Discover now