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Dos meses habían pasado desde aquel fatídico día, el mago había cambiado por completo, convirtiendose así en una persona solitaria y depresiva, ya no tomaba tanta importancia a su aspecto como antes, todos sentían miedo hacia el, reforzo su castillo para que nadie pudiera penetrarlo y hacerle daño a la unica cosa que le había quedado de su amada Sophie, Morgan, pasaba sus días pensando como protegerla más, un día cierta chica llego a ese castillo lugubré.

-¡Puerta de Kingsbury!

El pequeño aprendiz de mago fue a la puerta recibiendo consigo una carta que iba dirigida para el monarca de aquel castillo que alguna vez fue encantador, en silencio subio a la habitación de Howl y la deslizo suavemente por la puerta, el mago, que estaba alimentando a Morgan, la vio intuitivamente y lentamente la abrió.

Al gran mago real:

Le saludamos humildemente, oh, gran príncipe de los encantamientos, soberano de los conjuros, esperando que se encuentre mejor de aquella tragedia que lo aqueja, señor del desierto, la partida de un ser querido es doloroso, con mi amada Flor-en-la-noche, siempre recordaremos a aquella perla de las maravillas, princesa de la sabiduría, con gran devoción, muy pronto iremos a visitarlo, poeta de las arenas, sin más que decir me despido, gran y poderoso mago de Ingary.

Se despide, Abdullah.

Howl suspiro melancolicamente, mientras una lagrima recorría nuevamente su mejía, como se había vuelto ya costumbre.

Amnesia en el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora