Capítulo 5

15 6 0
                                    

Sigo recostada en el asiento del Mercedes de mi abuela. Bajo el cristal de la ventanilla y dejo mi pelo bailar impetuoso entre ráfagas nocturnas. Necesitaba un poco de aire invernal después de lo sucedido. Hay un perro atado a una farola. Me mira con sus ojos azules cristalinos y me parte el alma. Estoy a tres metros de él y le dedico mi mejor sonrisa. Veo como mueve su cola de un lado a otro. Está tan triste como yo: habrá perdido a su familia. Lo habrán abandonado en medio de la noche. Mi abuela suele ser muy sensible con los animales, pero después de todo lo que hemos vivido hoy no muestra ninguna señal de querer llevárselo a casa. Adiós, pequeñín. Te quiero. Despacio, pierdo la vista del perro por el retrovisor y me emociono al pensar lo mal que lo debe estar pasando. ¿Qué estaría pensando el perrito en ese momento?

Inesperadamente, noto como acelera bruscamente y mi cara choca contra el cristal con celeridad. En una fracción de segundo, veo luces tintineantes entre mis pupilas. Siento una especie de mareo profundo dentro de mí mientras trago saliva e intento volver a la realidad. Mi abuela ha intentado esquivar una moto que se ha entrometido en nuestro camino y no ha tenido más remedio que salirse de la carretera para no atropellar al conductor. La farola ha dejado una marca importante en mi puerta y algunos pocos cristales han caído al andén.

Sorbo un poco de agua y mis ojos intentan enfocarlo todo de nuevo. Me quedo ensimismada mirando como el rostro de mi abuela se enfoca y desenfoca constantemente como si estuviese trabajando con mi cámara, con un objetivo de 50mm, para obtener el efecto bokeh. Al cabo de treinta segundos, empiezo a distinguir los contornos de las cosas y advierto como la sombra se acerca a nuestro coche. Mi abuela se queda en silencio al darse cuenta que el hombre no lleva casco, sino un sombrero de copa. Dudo si habrá reparado en el mismo detalle que yo en el momento de ver las fotografías, e incluso me pregunto si ella estaba conmigo en el momento en que me he percatado de tal cosa.

Esta vez el hombre actúa de manera muy distinta a la habitual, y eso me tranquiliza. Se acerca a mi abuela y le deja el sombrero de copa encima del coche. Pide disculpas y le entrega un billete de 100$ a Sofía. Parece que esté soñando. Quizás la presencia de mi abuela influya en la manera en la que ese hombre me suele tratar. Por un momento, su sombra deja de darme miedo y puedo ver en sus ojos algo que me tranquiliza.

Por suerte, mi abuela sigue preocupada por lo que acaba de suceder realmente: hemos tenido un accidente. En primer lugar, debemos comprobar si funciona bien el coche. El sonido del motor ratifica nuestras esperanzas. Luego tenemos que observar si hay algún cristal que pueda herirme todavía. Abro la puerta con suma delicadeza y me siento en la parte trasera para evitar cualquier herida durante el viaje. Por último, mi abuela recoge el sombrero del hombre y lo deja en el asiento del copiloto en el que estaba antes.

Respiramos inquietas mientras nos dirigimos hacia casa. Mi abuela debe estar muy cansada después de tales acontecimientos; sin embargo, en mi cabeza siguen fluctuando pensamientos sobre mi propio estado. Hoy ha sido el peor día de mi vida: mi madre ha muerto, he sido espiada y perseguida a muerte, he intentado encontrar al asesino sin resultados y he tenido un accidente con mi abuela. Aún no he llegado a casa y, paradójicamente, me parece emocionante recordar todas estas hazañas. Mis emociones están cambiando constantemente y no puedo entender nada. Estoy eclipsada por mis razonamientos. Solo quiero llegar a casa. Pronto.

Mi abuela empieza a toser y modera su velocidad al conducir. Parece que cada vez avance con más lentitud. La miro fijamente y respira sosegadamente.

- Ángela, necesito contarte muchas cosas. No sé si estás preparada. Intentaré explicarme de la mejor manera posible. Te lo iré contando todo poco a poco durante esta semana; así podrás entenderlo sin saturarte demasiado. – me confiesa Sofía con un hilo de voz y hace una pausa para estornudar.

- Salud. – digo intentando esconder el miedo ante lo que me va a contar.

– Tengo que explicarte cómo me encuentro desde el accidente. Ya eres una chica mayor y seguro que me comprendes perfectamente: no sé cuanto tiempo me queda de vida. Y sé que es duro para ti aceptarlo, pero es cierto. Necesitas saberlo. Cualquier sobresalto que tenga hará que se me pare el corazón. Por suerte, el accidente de ahora no ha sido muy grave y casi no he notado nada en el corazón. Pero... sabes que tengo una enfermedad cerebrovascular, ¿verdad? Eso conlleva que las venas y arterias que irrigan el cerebro no cumplan su función e impidan que la sangre circule. A causa de esto, a veces me cuesta coordinar ciertos movimientos. – se aclara un poco la garganta y prosigue su monólogo. - Las visitas constantes al médico, las pastillas que me tomo cada día, la dieta sufrida que debo cumplir... me mantienen ocupada todo el día. Apenas tengo tiempo para disfrutar de la vida como debería.

De pronto, se queda en silencio. Ella también debe de estar perdiendo la razón. Aunque posiblemente todo lo que diga es cierto, no tiene mucho sentido que me alarme con sus visitas médicas después del asesinato de mi madre... de su hija. Quizás ella tenga un dolor muy grande por dentro que no sepa cómo expresar. Cuando muere alguien, solemos encerrarnos en nosotros mismos, en cómo nos sentimos, en cómo nos encontramos. Nuestro punto de vista de la vida cambia por completo y notamos las cosas de una manera distinta. Cualquier suceso puede parecernos más trágico de lo que realmente es. Yo también me siento perdida, como Sofía. A mí también me duele el corazón. En ese instante, Sofía retoma sus palabras:

- No te cuento todo esto en vano, sino para que sepas como van a funcionar las cosas estos días que estés en mi casa. Debes ser consciente de ello e intentar apañártelas como puedas para no estar sola durante mis visitas médicas. En estos momentos todos necesitamos compañía. Intentaré ayudarte en todo lo posible, en serio. Sé que llevamos a penas unas horas juntas y que probablemente ha sido el día más duro de nuestras vidas. Pero al menos nos tenemos la una a la otra. Debemos... - intenta acabar su discurso, pero no puede seguir a causa de sus emociones. Siente como todo está desvaneciéndose en el olvido.

– Debemos luchar por nuestras vidas, cueste lo que cueste. Lo sé. – digo en un tono heroico sintiendo cada palabra en mi pecho. Tengo ganas de llorar como una niña.

- Te protegeré hasta el último momento, Ángela; pero sabes que apenas tengo fuerzas para mí. Intento enfrentar cada día con el mayor fulgor posible, pero a veces me es imposible. Tú puedes llegar a ser muy importante para mí y yo puedo ayudarte a desvelar la identidad del asesino. Tan solo necesito tiempo para pensar dónde Lucía guardaría su baúl de recuerdos, el que le regalé hace unos años. Sé que estuvo quedando con un hombre muy extraño y quizás él sea el culpable... aunque no lo sé con certeza. Si mi memoria no me falla, en ese baúl había muchísimas fotos suyas. - se queda pensativa mientras sigue conduciendo y a mí se me iluminan los ojos al pensar que podremos ayudar en la investigación.

- Podríamos contactar con todos sus conocidos a través de su móvil e intentar hablar con todas las personas que aparezcan en las imágenes del baúl: amigas de su infancia, novios, compañeros de trabajo... Sofía, has tenido una idea buenísima. Te ayudaré en todo lo que necesites, no te preocupes por mí. Cuando venga la prima Marta me sentiré mucho mejor, ella siempre sabe cómo consolarme. – digo sonriendo de oreja a oreja y recuperando el ánimo que había perdido hasta entonces.

Llegamos a casa de Sofía, que se alza en la inmensidad de la noche como un caserón encantado. Sofía inserta la llave en la ranura y al entrar siento un nuevo hálito de vida. La luz se enciende poco a poco al pulsar el interruptor. Voy al cuarto que Sofía me había indicado antes de cenar, me desnudo y me tumbo en la cama. Siento un fuego ardiendo en mi interior.

Tristes ojos negrosWhere stories live. Discover now