[Cap. 2] ;;Llega Anuba

8 0 0
                                    



La gata vino primero, para ser absolutamente primera.

Llegó cuando todas las cunas y los roperos y los rincones del sótano y del altillo necesitaban alas de Octubre, suspiros de otoño y ojos encendidos; cuando los candelabros eran un sitio disponible y los zapatos un lugar por ocupar, cuando las camas ansiaban que las cubrieran nieves desconocidas y los pasamanos anticipaban el deslizar de criaturas con más polen que sustancia, cuando las ventanas, vencidas por los años, distorsionaban los rostros que miraban desde las sombras, cuando las sillas vacías parecían ocupadas por cosas ocultas, cuando las alfombras deseaban pisadas invisibles y la bomba de agua en el depósito de atrás aspiraba y espiraba licores viles hacia un terreno abandonado por la probable aparición de pesadillas, cuando las tablas del piso gemían con los óleos de las almas perdidas, y cuando las veletas de los altos techos giraban en el viento y sonreían con dientes de grifo, mientras los escarabajos de la muerte repiqueteaban detrás de los muros...

Recién entonces llegó la gata real llamada Anuba.

La puerta de adelante se abrió de golpe.

Y allí estaba Anuba.

Vestida con fino pelaje de arrogancia, su motor silencioso de siglos antes que el Rolls Royce, era más silencioso aún. Paseó por los corredores, criatura noble, recién llegada de un viaje de tres mil años.

Había comenzado con Ramsés, cuando archivada y guardada a sus reales pies, durmió unos pocos siglos con otro cargamento de gatos momificados y envueltos en lino, para despertarse cuando los soldados asesinos de Napoleón intentaron agujerear con balas su rostro de Esfinge, icono de león, antes de que la pólvora de los Mamelucos los lanzara al mar. Y entonces los gatos, acompañados por su reina felina, vagaron por los callejones de los negocios, hasta que las locomotoras de la reina Victoria cruzaron Egipto, usando como combustible los restos de tumbas y el asfalto de cubría a los muertos envueltos en lino. Estos paquetes de husos y brea inflamable alimentaron las chimeneas de lo que se conoció como el Expreso Nefertiti-Tut. Los humos negros que ardieron en el aire de Egipto fueron visitados por los primos de Cleopatra, que volaron como cascarillas en el viento, hasta que el Expreso llegó a Alejandría, donde los gatos aún no quemados y su Reina Emperatriz se embarcaron rumbo a los Estados Unidos, embalados en grandes rollos de papiro, y fueron enviados a una fábrica de papel de Boston, donde, una vez desempaquetados, los gatos huyeron como polizones en los vagones de los trenes, mientras el papiro, desparramado en inocentes imprentas de papel timbrado, asesinaba a doscientos o trescientos aprovechadores con terribles miasmas bacterianas. Los hospitales de Nueva Inglaterra se inundaron de enfermedades egipcias, que hicieron desbordar los cementerios, mientras los gatos, abandonados en Memphis, Tennesee, o en Cairo, Illinois, recorrieron el resto del camino hasta el pueblo del árbol oscuro y la Casa tan peculiar de la colina.

Y así Anuba, con su piel de fuego cubierta de hollín, sus bigotes como chispas de relámpago y sus pezuñas de ocelote, paseó por la Casa, en esa noche especial, ignorando los cuartos vacíos y las camas sin sueños, para llegar hasta el hogar principal en el gran salón. En el momento en que daba tres vueltas para sentarse, se encendió el fuego en la recóndita chimenea.

Escaleras arriba se prendieron fuegos en otra docena de chimeneas, mientras la reina de los gatos reposaba.

Esa noche, los humos que subieron por las chimeneas recordaron los sonidos y las imágenes espectrales del Expreso Nefertiti-Tut, cuando atronaba las arenas de Egipto desparramando las vendas de las momias rápidamente abiertas como libros de biblioteca, y avisaron a los vientos, cuando se fueron.

Y ésa, por supuesto, fue sólo la primera llegada.


You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Sep 05, 2019 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

[♡;; 1 0 0 0]Where stories live. Discover now