Pim salva la tierra

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En el día en que la mañana se hace más cálida de lo normal, los pájaros se ponen a piar e irrumpen el silencio del hogar de Pim, que balancea una flor amarilla de un lado a otro mientras pétalos flotan sobre su té, entonces frío

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En el día en que la mañana se hace más cálida de lo normal, los pájaros se ponen a piar e irrumpen el silencio del hogar de Pim, que balancea una flor amarilla de un lado a otro mientras pétalos flotan sobre su té, entonces frío.

Las ventanas están más altas que su ánimo, y los muebles más limpios que sus zapatos negros, tierra cae de ellos y no se molesta en limpiarlo. Casi aburrido suspira, cuando vuelve a mirar en el interior de la casa capta un movimiento y un insecto se posa en el florero que reposa entre él y las cenizas de su tío muerto.

—Una abeja —comenta sin expresión—. Vaya día.

Si cierra los ojos casi puede sentir los mareos, el dolor y la hinchazón que más tarde obstruiría su respiración. Hasta que terminar en el suelo, vencido por una sola picadura de insecto.

Al ser tremendamente alérgico a las abejas, es usual para él llevar antihistaminicos e inyecciones a la mano en caso de presentarse una emergencia.

Excepto ese día.

Su tío había muerto y lo que menos le apetecía era vestirse de negro, recoger sus cenizas y meditar sobre su propia mortalidad. Y sin embargo, eso mismo está haciendo.

Flores artificiales, debe dejar de comprar flores reales y decorar con las artificiales. Su madre siempre se lo dice, él no la escucha.

Ahora una abeja real, sobre una flor real, lo observa a una distancia menor al largo de su brazo.

Su mano izquierda tantea el espacio a su lado, buscando una alternativa. Sin apartar los ojos del pequeño bicho con alas, enrolla una revista, lentamente se la enseña.

—Entre tú y yo, ¿quién merece morir? —su voz es lenta y su respiración controlada, en una inhalación se prepara—. Yo, por supuesto, no he hecho nada. Tú tampoco, así que me cuesta decidir.

La abeja ni siquiera se mueve.

—Leí que si muchas de tu especie mueren entonces peligra la tierra, en cambio, si los de la mía desaparecen no habría mucho problema —suspira, deja la flor junto a las cenizas de su familiar y baja la revista—. Supongo que puedo poner de mi parte.

Con cautela se inclina hacia adelante, hacia el florero y la abeja, deja abierta la ventana.

—Te puedes marchar.

El sonido de la puerta apenas y le permite parpadear antes de que su tía Florencia aparezca.

—¡Willem aléjate de esa abeja! Te podría picar.

—Tranquila, tía Florencia —murmura sin verla, vuelve a sostener la flor y con cuidado encamina a la abeja hacia afuera—. No hay espacio para más muerte en un día tan bonito como este.

Entonces el insecto se va.

Más tranquilo, Pim se relaja en su asiento y lleva la flor a su nariz. Cubre una sonrisa.

—¡Eso fue muy peligroso! —le reclama su tía.

—Y que lo digas.

Así fue como Pim salvó el día.

El lenguaje de las letras pequeñas Where stories live. Discover now