Capítulo 3

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Narra Amelia
La veo alejarse mientras le grito que se espere, que no se vaya. ¿Qué pasa? ¿Qué he hecho mal? Las dos estábamos cómodas o eso parecía. Todo era normal hasta que le he ofrecido ir a otro lugar, más que nada porque la situación se tornaba íntima, y ella ha decidido que lo mejor era huir.
-¿En qué piensas? Amelia, ¿te pasa algo? ¿Qué miras?
Solo soy consciente de que mi amiga Ana está aquí cuando se pone delante de mí y hace gestos con las manos para que regrese a la realidad.
-¿Decías algo? -pregunto porque no sé bien lo que mi amiga ha dicho.
-Estabas mirando al infinito como si hubiera pasado una estrella fugaz o algo parecido.
-Si no lo era, lo parecía -respondo con total sinceridad.
Era una estrella o un sueño, no sé bien. Pero tanta perfección y ternura no era de este mundo, eso lo tengo claro.
-No entiendo nada de lo que estás diciendo. -Ana me mira como si hablara en otro idioma.
-Te lo cuento en casa.
Entramos a la discoteca, nos despedimos de otros amigos y pedimos un taxi.
Llegamos a casa con los tacones en la mano porque el ascensor está roto y hemos tenido que subir cuatro plantas por las escaleras.
-Ya puedes empezar a contarlo todo con lujo de detalles -me pide ella tras cerrar la puerta.
Tiene un sexto sentido digno de admirar. Intento resumir todo lo acontecido y creo que lo consigo. Me he enrollado con una chica guapa, muy guapa, de pelo rubio y sonrisa perfecta. Puede que todo esto sea subjetivo, pero es la única descripción que puedo hacer. Al llegar a la última parte, esa parte en la que la rubia se ha ido corriendo como si se tratase de una maratón, Ana no entiende nada, pero llega a una conclusión. Una conclusión muy lógica que no me había planteado: la chica ha tenido lo que se conoce como un gay panic.

Narra Luisita
Llegar a casa de mis padres se convierte en una odisea el motivo es muy simple, el alcohol y los tacones nunca se han llevado bien. Esto lo puedo traducir en que me he caído unas cuantas veces, tantas que he perdido la cuenta. Lo único fácil esta noche ha sido encontrar un taxi. Vivo con mis padres y no me avergüenza decirlo. Vivimos en una urbanización llena de casas y jardines enorme. María también vive con nosotros. Cuando, tras muchos y muchos intentos, consigo abrir la puerta, opto por quitarme los tacones y no hacer más ruido. Por suerte, parece que todos están durmiendo profundamente y no se despiertan. Subo las escaleras, la puerta de la habitación de María está abierta, signo evidente de que todavía no ha regresado. Respiro aliviada y me encierro en mi habitación. Me ahorro el tener que explicarle por qué estoy tan nerviosa y tan borracha. De todas formas, no sabría cómo explicar todo lo que ha pasado o lo que no ha llegado a pasar.
No me molesto ni en ponerme el pijama. Me tumbo en la cama y sus rizos vuelven a mi mente. ¿Qué me pasa? Han sido unos besos sin importancia y luego he huido como una cobarde. No hay nada más. Todo el mundo ha tenido una noche loca en su historial y siguen con su vida con total normalidad...

A la mañana siguiente, me despierta la alarma y tengo tal dolor de cabeza que decido seguir durmiendo. Que lo decida es una cosa y que pueda es otra porque mi hermana entra con ímpetu en mi habitación y me mira con el ceño fruncido.
-Luisi, ¿no piensas levantarte?
-¿Sabes tocar la puerta? -pregunto en un claro tono de enfado.
-Claro que sé. Igual que sé que tú deberías estar en el ''King's'' y la nueva cantante ensayando.
-Joder, María. Me duele la cabeza, ¿no puedes ir tú? -Mi enfado aumenta por momentos y el dolor de cabeza también.
-Claro si esta habitación apesta a alcohol -dice e intenta abrir la ventana, pero le pido que no lo haga-. Anoche estaba muy preocupada por ti, pensaba que te había pasado algo. No te vuelvas a ir así.
-¿Qué querías que hiciera? Te fuiste con Ignacio y me dejaste sola en la discoteca sabiendo que no me gusta nada salir de fiesta -le recrimino.
-Eh... Puede que tengas razón.
Por lo menos, acepta su parte de culpa y, acto seguido, me abraza. Correspondo a su abrazo porque es mi hermana, la quiero y sé que, por su cara de satisfacción, anoche disfrutó mucho.
Termino por convencerla de que me suba una pastilla para el dolor y deje que duerma un ratito más, solo un ratito. Me sorprende cuando acepta y accede a abrir el bar con la condición de que sea yo la que cierre esta noche.

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⏰ Last updated: Sep 18, 2019 ⏰

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