Funny How Love Is •DEACURY•

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“El amor está en todos lados, sólo mira y ve, el amor está en cualquier lugar donde estés

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El amor está en todos lados, sólo mira y ve, el amor está en cualquier lugar donde estés. El amor es la clave en todas las canciones.

El viento estaba fresco y Freddie se preguntó por qué el clima tenía que estar tan terrible los días en los que se disponía a salir. El tiempo le estaba jugando una broma pesada que, sin embargo, no lo detenía en su camino hacia la playa.

La vereda se estaba terminando y la cálida arena se pegaba en sus pies. Tenía los audífonos puestos, mientras dulcemente cantaba:

—Baby's good to me, you know. She's happy as can be, you know, she said so. I'm in love with her and I feel fine.

Fue al lugar donde siempre y, tendiendo la lona, se sentó sobre esta. Giró la vista y allí estaba él.

—Baby says she's mine, you know. She tells me all the time, you know, she said so. I'm in love with her and I feel fine. I'm so glad that she's my little girl —elevó el volumen de su voz—. She's so glad, she's telling all the world. That here baby buys her things, you know. He buys her diamond rings, you know, she said so. She's in love with me and I feel fine.

Brian, vestido con apenas un traje de baño amarillo y el pecho amplio al descubierto, no tardó en llegar con la comida y dos latas de cerveza, instalándose en la manta junto al pelinegro.

Brian May era un muchacho de veintiún años, estudiante de astrofísica, notablemente tocado por la varita, si hablamos de sus brillantes notas. Conoció a Bulsara a temprana edad, jugando juntos en el barrio. Y aunque no eran los mejores amigos aún, se llevaban bastante bien, y recién ahora habían comenzado a salir en juntadas más seguido, junto con Roger Taylor, un mocoso inmaduro de veinte años del cual, irónicamente hablando, Brian estaba sacando sus mayores dotes románticos. May siempre culpaba de su gusto homosexual a Freddie, diciendo que este lo había poseído mientras dormía o algo así, incapaz de convencerse a sí mismo de que simplemente era diferente a los demás.

El rizado se mantenía entretenido hablándole a Freddie de cosas que solamente eran de su propio interés. Al rato fue cuando se dio cuenta que este estaba sumamente distraído, viendo con cierta perversión a un tembloroso y enrojecido muchacho de aspecto virginal —según May— que, atribuyendo a su vergonzosa apariencia, estaba acompañado de su madre y hermana. Sentado de rodillas, con los glúteos apoyados en sus músculos gemelos, en forma de W, mientras disfrutaba de su lectura.

Brian creyó que era absurdo, pero al ver que el mayor estaba tan cautivado, se dijo que sobre gustos no hay nada escrito.

—Como miras a ese niño, eh —soltó Brian.

El pelinegro estaba tan distraído en su análisis, que no escuchó al rizado.

—¡Freddie! —exclamó, captando su atención en medio de un sobresalto.

—¡Ay, Bri!, ¿qué ocurre? —reaccionó alterado.

—Que le tienes el ojo puesto al bicho de ese niñato y no me oyes nada.

El mayor rodó las cuencas.

—Y tú tienes en la mira el culo de Roger y yo no te digo nada —alegó.

Brian lo miró de una forma que parecía que lo iba a matar.

—No es verdad, hijo de puta —masculló.

—Yo también te quiero, Bri-Bri —lo abrazó para molestarlo.

El muchacho de ondas castañas les echo una mirada cargada de achares, mientras apretaba fuerte el libro entre sus blanquecinas manos. Freddie notó esto y enseguida soltó a May, que intentaba desde hace unos segundos, zafarse de su agarre. Le clavó sus oscuros ojos traviesos y le sonrió con picardía, casi inconscientemente.

Se incorporó, volteándose ante el de orbes grisáceas.

—Ese querube —lo señaló, haciendo que el menor se tensara—, sucederá, lo sé.

Brian no entendía nada y su gesto lo demostró. Freddie, riéndose de él, comenzó a caminar hacia una pequeña casa abandonada, visible entre los médanos. Volteaba su mirada hacia el menor, incitándolo a seguirle.

John no pudo resistirse, y asegurándole a su madre que volvía en unos minutos, se encaminó hacia el vago recuerdo de su objetivo.

El mayor se apresuró a esconderse entre la fachada de atrás. Deacon se dirigió al tabique izquierdo, dispuesto a buscarlo. Pero cuando llegó, no estaba, y guiándose por su tenue risa, supo que intentaba pirarse.

Se arrastraba por las paredes de la cabaña, en acción de estar jugando y John, buscándolo, se desplazaba del lado opuesto, dando vueltas y vueltas, haciendo de que ninguna forma pudiesen encontrarse.

Freddie, aburrido, comenzó a bajar la velocidad de su acto, provocando que el menor, asomándose por una de las esquinas, le viese apenas una porción de su hermosa cabellera azabache, flameando de su silueta, a punto de escabullirse a la siguiente pared.

—¡Espera! —intentó detenerlo en vano.

El castaño decidió permanecer quieto en su muro, que era exactamente el opuesto a el frontal. Esperaba que el mayor lo sorprendiese por la izquierda, pero fue al revés.

—¿Por qué me estabas siguiendo? —dijo él, y John dio un sobresalto.

Se dio vuelta, y por primera vez, le faltó algo que decir. Vio a ese chico apoyado en su torso sobre el junte de la esquina, sosteniéndose de igual forma con sus pálidas manos. Ese muchacho que, desde un primer momento, le había robado cada parte de su curiosidad.

—Yo... ¿Yo? Yo no te estaba siguiendo —se defendió Deacon con una ridícula voz aguda que, aunque quiso que el mayor no se percatara, él reprimió la sonrisa.

—¿Piensas qué soy tonto? —el castaño negó con la cabeza, nervioso por el hecho de que el otro lo malinterpretase—. Entonces, ¿qué quieres?

—Quiero... —hizo una pausa, y sin darse cuenta, le clavo sus ojos almendrados— Yo solo quería saber tu nombre.

Freddie sonrió, mostrando apenas sus imponentes dientes.

—Somos instantes en vidas ajenas, de los cuales no vale la pena saber sus nombres y apelativos, niño.

—Pero...

Las palabras se esfumaron como la colilla de un cigarro.

Se quedaron un rato en silencio, hasta que Freddie reaccionó. John pensó que diría lo que estaba buscando.

—Hasta la próxima mirada, darling John. —dijo en cambio, hipnotizando al otro con su seductora forma de hablar, y se marchó, dejando al menor vacío de posibles respuestas para impedir su abandono.

Y esta fue la última vez que se vieron.

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