Acto de rebeldía

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— Al, mi amor, sabes que te quiero, que me importa demasiado tu felicidad, pero no puedo hacer lo que me estás pidiendo.

— Pipes, tú dijiste que has hecho cosas de las que estas arrepentida, yo no he hecho nada interesante en mi vida, qué más da, vámonos — suplicaba.

— Las cosas no funcionan así, tienes que crecer Alex, huir no es la solución — la reprendía tratando de ser dulce.

— ¿Y cuál es según tú? ¿Ver cómo mi hermana se destruye la vida? ¿Ver a mi madre a la cara sabiendo que tiene un amante? — refutaba molesta.

— Alex, con lo de tu madre no sé qué decir, ella es una mujer muy elegante, profesional, jamás pensé... que ella...

— Tampoco lo puedo creer, estoy muy decepcionada, leí unas conversaciones muy sugestivas que tenía con un tipo y él le enviaba fotos...

— Cariño, ya no hablemos de eso — la interrumpió haciendo cara de asco la rubia — mejor busquemos una solución con lo de Nicky y en cuanto a tus padres debes tomar una decisión, decirlo o callar.

— Sabes, Pipes quiero estar sola — besó la mejilla de la rubia y caminó hacia la puerta de salida.

— Alex, no te vayas así, sé que te sientes mal, pero...

— Creí que contaba contigo, Piper — dijo decepcionada y salió.

Esos ojitos verdes que ella tanto adoraba estaban llenos de lágrimas, transmitían tristeza, miedo, pedían a gritos ayuda. Piper recordó a su yo de 18 años, una joven con muchas limitaciones, deseaba que llegara a su vida alguien que la apoyara, que le dijera que no estaba sola, que estuviera con ella en ese proceso transcendental de su vida que estaba pasando. De recibir apoyo en aquel entonces, quizá su rumbo hubiese sido distinto, no hubiera caído al infierno en el que había metido.

No se iba a permitir que la persona de la que se había enamorado perdidamente sufriera, se negaba a verla lamentarse por la situación de su familia y no poder nada, en realidad podía a hacer muy poco, apoyarla, estar con ella. Le dolía verla sumida en la constante tristeza del encierro, en sus deseos de conocer el mundo. Alex dijo algo muy importante, ella ya había hecho muchas cosas de las que se arrepentía, la mayoría las había hecho en nombre del amor, ¿Qué tenía de distinto ahora? también era amor lo que sentía por Alex.

Dejó que su alumna se fuera, quería darle su espacio, por su parte ella se sentó frente a la máquina de alfarería y se concentró en darle forma a un pedazo de barro. Siempre comparaba lo que hacía con Alex, ella era un barro que apenas estaba tomando forma, de alguna manera la profesora la tenía en sus manos podía hacer de ella lo que quisiera. Sin embargo lo que estaba sintiendo por esa muchacha iba más allá de su amor por el arte, Alex era su musa, por Alex volvió a sentirse capaz de crear arte. La tenía en sus manos, pero la magia del arte es tan paradójica que el barro cobra vida propia, las manos y el corazón solo se dejan llevar la pasión de palparlo, al final el solo da su propia forma. Eso quería que hiciera Alex, que tomara las riendas de su vida, pero ella le quería entregar sus manos y su corazón para que pudiera consolidarse como la preciosa escultura que quería ser.

Horas más tarde, la rubia subía con su almuerzo al taller de arte, desde que tenía "algo" con Alex evitaba comer en la cocina con los demás empleados para no cruzarse a Holly y evitar malentendidos con su alumna. La puerta del cuarto de Alex estaba medio abierta y no pudo evitar escucharla hablar por teléfono.

— No Lorna, ella no quiere irse, te digo que ya no soporto estar aquí, no importa me voy a donde sea, pero no quiero seguir aquí — sonrió levemente la muchacha al teléfono — gracias, sabía que contaba contigo, ven por mi mañana entonces.

EL ARTE DE AMARLA Where stories live. Discover now