Libertad

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Piper Chapman sintió que todas las arterias de su corazón funcionaban de nuevo. Suspiró y se sintió completa al saber que la mujer que amaba estaba ahí, esperando por ella. Además tenía frente a ella a la mujer más importante de su vida, la que le dio la vida y buscó por tanto tiempo. Imaginó de mil maneras distintas su reencuentro, pero el destino tenía otros planes con ella. Se miró de nuevo en los ojos de su madre, tocó de nuevo su piel y cerró los ojos en medio de un llanto cargado de emoción. Miró su sonrisa y fue el motivo de la suya, su mamá también era arte y ella amaba tocar el arte, sentirlo, vivirlo. en ese momento anhelaba sentir las palpitaciones del corazón de su madre en un abrazo, pero las circunstancias no se lo permitían.

Carol logró un permiso especial para hablar con su cliente sobre su caso. Ahí podría aprovechar y conversar con más tranquilidad con su hija. Fueron a una sala privada mientras las hermanas Vause esperaban por ella afuera.

Habían dado con la madre de Piper gracias a Carrie. Ella la había encontrado, pero no la había contactado por miedo y porque no sabía del paradero de la rubia. Hasta el día que las hermanas Vause llegaron a su casa y le contaron la situación de Piper. El destino es tan cruel y las cosas ocurren cuando a él se le da la gana. Carol siempre vivió en el estado de New York y en años nunca se cruzaron. Ambas se buscaron, pero sus investigaciones nunca dieron con el paradero de la otra.

- ¿Reclusa B23?- preguntó Alex a una joven que estaba sentada junto a ella en la sala de esperas de la prisión.

La muchacha estaba distraída mirando al vacío. Alex la percibía un poco triste, imaginó que era por lo difícil de ver a un ser querido en esas circunstancias. Decidió hablarle para tratar de ayudar, además le dio curiosidad porque esa chica había llegado a ver a la compañera de su novia.

- Eh... sí, parece que vinimos a ver a compañeras de celdas- contestó la chica tratando de ser amable aunque se veía triste.

Alex se quedó observando a la muchacha mientras hablaba. Era una mujer muy bonita a su parecer, rubia de cabello corto, maquillaje sobrio y sus labios delgados estaban pintados en rojo sangre que la hacía ver muy sensual. Ni hablar de su vestimenta elegante, se veía una mujer pudiente, importante, se veía como que una prisión no era su lugar.

- Mi novia es la B24 - dijo sonriente Alex y la chica elevó la ceja sorprendida.

- A mí ni me quisieron aceptar la visita - confesó la rubia mirando al vacío de nuevo.

- Oh, lo siento, quizás le afecte estar aquí - trató de consolarla Alex.

- No, ella me mandó a decir que me jodiera, es tan propio de ella - sonrió triste - eres guapa chica, ¿qué haces saliendo con alguien que está en la cárcel?- preguntó desinhibida la rubia.

- Mi novia es inocente, ya saldrá de aquí - dijo orgullosa - ¿y tú? También eres una mujer muy guapa, ¿Qué haces visitando a una reclusa? ¿Es tu pareja también?

- Oh, no, no salimos... fui... no vale la pena - se movió los cabellos exasperada - ¿por qué ustedes las chicas altas son tan sexys? Que afortunada la chica que sale contigo - observó de pies a cabezas a Alex - tú me la recuerdas a ella, pero eres la chica alta de alguien más - sonrió tenuemente la rubia.

- Te parecerá irónico, pero tú me recuerdas a mi chica, pero eres la rubia de alguien más - se encogió de hombros Alex.

En la sala donde por fin Piper pudo abrazar al menos unos segundos a su madre, no paraba de moverse emocionada mientras miraba a Carol, que estaba igual de contenta que ella de verla.

- Sigues siendo muy guapa, mamá - dijo Piper con lágrimas en los ojos.

- Tú... eres bella hija mía, te parece mucho a tu padre, cariño - expresó con nostalgia Carol.

EL ARTE DE AMARLA Where stories live. Discover now