Capítulo 11. Refugio de invierno

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Lizzy llevaba más de diez minutos en el tocador. Se miraba en el espejo y se lavaba el rostro varias veces con el agua fría que caía de los grifos. Quería dejar de sentir ese dolor para que las lágrimas le dejaran en paz, pero no lo conseguía. Con sus manos apretaba fuertemente las paredes de aquel lavabo de manos, porque venía aquella sensación de despersonalización que la invadía cuando tenía una crisis de ansiedad. Era solo un instante en que podría darse cuenta cuenta qué pasaría, antes cuando era más joven no podía detenerlo simplemente se envolvía en esa sensación sin poder luchar y durante un buen rato la pasaba muy mal sintiéndose como fuera de sí, como si fuera un espíritu ajeno a su cuerpo. Con el tiempo había descubierto que situaciones o sensaciones desencadenaban eso y se dedicaba a evadirlas, hasta que finalmente descubrió una forma de controlarse. Se sostenía fácilmente de cualquier cosa cerrando los ojos muy fuertes y quedándose en un lugar fijo y seguro y comenzando a respirar e inhalar muchas veces o miraba al techo y contaba mil números al aire ignorando la situación. Poco a poco la ansiedad bajaba y el episodio de su trastorno de despersonalización -como lo que su último terapeuta dijo- terminaba.

Justo antes de salir del baño ingresó una niña de cabellos castaños que tropezó con Annelisse y dejó caer los volantes de publicidad turística, la niña tendría  alrededor de 11 años. Lizzy se aproximo a recogerlos del suelo, y la niña tomó algunos otros.

-Irina, apurate o no llegaremos a Pamukkale-

-No quiero ir a Pamukkale, yo quiero ir aquí, el cielo es de colores-

Lizzy intentó entregar los volantes a la niña pero la mirada de la madre sobre ella la puso lo suficiente nerviosa para retirarse -Si la reconocía, no quería que se hicieran mas escandalos- 

-Entiende Irina, en ese lugar hay más animales que personas-

Lizzy escuchó la última frase y salió del baño. En sus manos aun sostenía algunos volantes para finalmente prestarles atención; Era una invitación a un viaje turístico en Yukón, Canadá, hogar de las Auroras boreales. 

-Más animales que personas- pensé Lizzy con un objetivo en su mente. 

Lisardo estaba ya en la estación para abordar junto a George. Cuando vio regresar a Lizzy no pudo ocultar su radiante felicidad. Le ofreció su mano para acercarla suavemente a él y le sonreía cálidamente, Lizzy sin mucho animo intentaba corresponderle. Ella no había querido contarle la razón por la que lloraba y aunque él insistió un poco habia desistido al ver en los ojos de Lizzy una firmeza para ocultarlo, prefirió hablar sobre ello después. 

-Qué te parece si vamos a Escocia. Vamos  a Lorf, tengo un lugar hermoso ahí y es totalmente para ti- Lisardo estaba emocionado y feliz, sostenía las manos de Lizzy entre las suyas y la miraba fijamente

Lizzy en cambio estaba dudosa incluso parecía incómoda pero intentaba con fuerza disimular.

-No- dijo ella rotundamente ante un Lisardo que quedo perplejo - Yo no quiero ir, quiero decir... Que prefiero ir a un lugar nuevo para los dos, así no tendremos ningún recuerdo anterior-

Lisardo analizó pronto las palabras de Lizzy y le parecieron sensatas despues de todo empezarían una nueva vida juntos y debían hacerlo en un lugar nuevo

-Esta bien, me agrada la idea. ¿Dime a donde quieres ir?-

Lizzy le mostró uno de los volantes a Lisardo-Aquí, este lugar es lindo-

Lisardo tomó el volante observando -¿Yukon?, no soy bueno en geografía. Ni siquiera sabía que existía un lugar con ese nombre y no tengo la mas remota idea de dónde está ese lugar-

-Canadá-

-¿Canadá?. Tenemos muchos recuerdos ahí ¿no lo crees?-

-Pero no aquí. Quiero ir aquí- 

La reina de la lluvia. El príncipe de Lorf y la turcaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora