e p í l o g o

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𝚃𝙷𝙴 𝙴𝙽𝙳

𝘗𝘶𝘱𝘪𝘭𝘢𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘦 𝘥𝘪𝘭𝘢𝘵𝘢𝘯𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘦𝘭𝘦𝘪𝘵𝘢𝘯𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘦𝘭𝘢𝘵𝘢𝘯

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𝘗𝘶𝘱𝘪𝘭𝘢𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘦 𝘥𝘪𝘭𝘢𝘵𝘢𝘯
𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘦𝘭𝘦𝘪𝘵𝘢𝘯
𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘦𝘭𝘢𝘵𝘢𝘯.

Albus sentía como el sudor resbalaba por su frente. Todo había acabado para él. Todo. La muerte de su hermana solo había sido el principio de sus desgracias, y cada vez las cosas iban a peor. Acabando en un asesinato. Sangre. Sangre. Dolor. Sangre. Dolor. Dolor. Dolor. Sangre. Una y otra vez las mismas palabras se repetían en su mente sin ningún tipo de piedad.

Cerró su maleta con un ruido sordo. Esperó un momento, para saber si alguien lo había oído. Pero nada. Eran las cinco de la mañana, y su madre seguía durmiendo como si James aún estuviera vivo. Como si todo estuviera bien. Pero no lo estaba. ¡Claro que no!

—¡Maldita sea! —susurró Albus entre dientes, y las lágrimas empezaron a resbalar por su rostro.

Y los recuerdos volvieron, unos recuerdos que creía enterrados en lo más fondo de su corazón. Noches observando las estrellas los tres juntos, riendo de las extrañas bromas de James, soñando con el futuro, con el pasado, con el presente. Sonriendo sin razón. Gritando, cantando, bailando. Sus pequeños enfados que nunca duraban demasiado. Sus disputas, sus reconciliaciones. Las lágrimas derramadas en el hombro del otro. Las promesas no cumplidas. Un 'voy a estar allí para ti, siempre' falso. Pero, aún saber que su hermano, aquel que lo había apoyado tantas veces, aquel que lo quería y se preocupaba por él, estaba muerto, era incapaz de sentir nada. Ni vergüenza, ni tristeza, ni arrepentimiento. Solo miedo a ser encontrado. Miedo a lo desconocido. Y en ese momento, Albus se dio cuenta de que era un monstruo. No era humano. La gente normal tiene sentimientos, quiere, ríe, abraza, besa. Pero el azabache no hacía nada de eso, no podía. No pudo evitar pensar que solo había querido de verdad a dos personas: a su hermana y a Scorpius. Y ahora las dos estaban muertas.

—Estoy roto. —Las palabras flotaron por la habitación acompañadas de una carcajada—. Algo va mal conmigo, algo va muy mal.

Albus nunca había creído en lo que le decían los médicos. Correción: nunca había querido creerlo. Pero, en ese momento, junto a su maleta, con un cuerpo enterrado en el jardín y a punto de dejar el lugar, para nunca volver, se dio cuenta de que quizás, en el fondo, los demás tuvieran razón. No le importaba, decidió. Si algo iba mal en su cabeza, era su problema, y no iba a permitir ser llevado a Azkaban. No.

Se levantó de su cama lentamente, como despidiéndose. Se dirigió hacia a la puerta y observó una última vez su habitación. Sí, había pasado muchos años allí, era el último lugar donde había hablado con Lily. El último lugar donde había besado a Scorpius, meses antes de que su hermana lo hicieran. Suspiró y salió por la puerta.

El pasillo estaba en un eminente silencio.

Quería decirle adiós a su madre, pero sabía que no era posible. Además, ella no se lo merecía. Pasó junto a una de sus fotos favoritas, la que lucía en el comedor. Recordó como su padre la había colgado, orgulloso de sus hijos. James, Lily y Albus. Salían los tres tumbados en la hierba, con los ojos cerrados, quizás hablando de todo y de nada a la vez. Y, de ellos, esos tres hermanos que querían cambiar el mundo, ¿qué quedaba? Solo él, solo el azabache. Ya ni siquiera podía considerar que tenía familia, a lo mejor nunca la había tenido. Era cierto, compartía lazos de sangre con toda esa gente que llegó a considerar su "familia", pero, ¿acaso él los había elegido? No, claro que no. Ese pensamiento saltó a su mente como una fugaz alucinación. Ese pensamiento fue el que le hizo seguir adelante con su huida, queriendo abandonar su pasado.

El frío del exterior lo golepó dulcemente. Él sonrío. Era la hora de dejar atrás todo lo que un día había considerado su hogar. Era el momento de partir, de seguir un nuevo camino. Agarró bien su maleta, sabiendo lo que se encontraba dentro.
Entre la camisa que le había regalado Lily, y su cuaderno, había algo más, un oscuro secreto oculto en lo más fondo de su maleta. El corazón de James. Había decidido conservar ese órgano en particular porque sabía que su hermano lo amaba, y quería conservar alguna parte de James en él. Aunque, no era precisamente de la mejor manera.

El chico podía sentir la libertad a la punta de sus labios. La podía saborear, era dulce. Empezó a correr, correr, correr, hacia el horizonte, donde los sueños cobraban vida.

Cuando encontraron el cuerpo de James, dos días después, no dudaron ni un segundo en deducir qué había pasado. Ginny Weasley no lo pudo soportar. Fue internada en San Mungo de inmediato.

Y Albus Potter huyó. Nunca nadie volvió a saber nada de él. Algunos dicen que murió solo a causa del frío, como se merecía. Otros dicen que consiguió una nueva identidad, que formó una familia y vivió feliz. Algunos, los más poetas, cuentan que se suicidó, sujetando firmemente el corazón de su hermano. Unos últimos, creen que sigue viviendo, matando aunque ni él sabe el porqué. Pero nadie lo sabe del cierto. Lo que pasó con el perfecto  Albus Severus, hijo mediano de Harry Potter, sigue siendo un misterio.

Aunque hay algo que nadie duda.

Lily Potter se había llevado con ella la cordura del azabache.

Y los informes oficiales aseguraban el Potter era un sociópata. Uno que nunca recibió ningún tipo de tratamiento, uno que abandonó su hogar después de acabar con la vida de su hermano. Uno que, definitivamente, no estaba en sus cabales. Pero quizás, 'loco' no sería la palabra correcta para describirlo, quizás fuera pasarse. Porque, según Albus Potter, él no estaba loco.

Crazy | Albus Severus PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora