La gran noche - 1996

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Nacho, que era el más pequeño, había llegado cuando menos lo esperaban, alterando la distribución de la casa entera. Los dos mayores, que crecían cada día a pasos de gigante, se mudaron a la guardilla. Y así es como lo que siempre había sido el cuarto de juguetes se convirtió en el dormitorio de Carmen. Era como dormir en el paraíso, rodeada de animales fantásticos y princesas.

Su madre había pintado las paredes con personajes de Disney, y la puerta de rojo y barniz. Tenía un picaporte redondo que brillaba mucho y era de la misma altura que Nacho, y cada vez que invadía el cuarto de su hermana acababa dándose en la cabeza, y llorando como un bebé. Carmen se burlaba de su colección de chichones y Pablo, que era el mayor, la regañaba y le daba una colleja, y entonces Carmen también lloraba y se chivaba a sus padres y la casa entera se llenaba de mocos y de un barullo terrible.

Pero aquel día caluroso y sofocante estaban contentos como unas castañuelas. Era el día más divertido de todo el verano, apenas unas semanas antes de la vuelta al cole. Cada año, sus padres celebraban su aniversario de bodas por todo lo alto. La lluvia de estrellas alumbraba el cielo, perfectamente claro, y la casa resonaba en todo el vecindario, iluminada desde el sótano hasta el tejado.

Por la mañana, Carmen había ayudado a su madre a preparar el pastel. Tenía varios pisos, como una tarta nupcial, y le pusieron merengue, y frutas glaseadas y su madre hizo unas flores preciosas con azúcar que parecían de verdad y nadie las comía por si acaso.

Su padre subió el mejor vino de la despensa, y cajas de cerveza para un regimiento, que nadie sabía dónde habían estado escondidas todo el año. Pero era imposible que los mayores bebieran tanta cerveza. Les explotarían las tripas, o les saldrían los ojos disparados, como el pez globo que ganó su hermano Dani en una feria, y que contra todo pronóstico murió ahogado.

Pasaron el día en la cocina. Y hacía mucho calor porque el horno llevaba horas encendido. Su padre hizo una tortilla de patatas para chuparse los dedos, con los huevos que habían traído del pueblo, que eran muy amarillos, huevos de verdad y no "la porquería que vendían en el supermercado". Y la tortilla estaba tan jugosa que inundaba el plato entero y se escurría la yema por los lados. Su madre preparó un guiso muy extraño que había aprendido de la abuela, de cuando vivió en México. Era pollo asado, pero llevaba una salsa de chocolate, que era como salada y dulce a la vez. Y cuando lo sacó a la encimera, la cocina entera olía a cacao y a coñac. Olía tan bien que te daban ganas de tumbarte en el suelo, abrir la boca y alimentarte de ese olor el resto de tu vida. Las manos de Carmen estaban llenas de harina, y su pelo y su ropa también. Corrió a manchar a sus hermanos con un abrazo, y acabaron los cuatro en la piscina, refugiados de tanto bochorno.

Decoraron el jardín entero con velas y guirnaldas, como si hubiera miles de luciérnagas revoloteando. Inventaron una mesa interminable y habían pedido a los invitados que trajeran taburetes, como en las fiestas de cumpleaños. Encendieron las luces de la piscina, y a su padre siempre le tocaba recoger las hojas del agua en el último momento. Era un jardín salvaje, con vida propia, que no tenía césped sino hierba, y no estaba acostumbrado a tanta civilización. A los lados tan solo se veía campo, negro y desolado, y al fondo las luces de la ciudad, que tras los meses estivales ya tenían prácticamente olvidada.

Habían invitado a los cinco hermanos de mamá y a la jauría de primos. A los amigos de papá, que eran escritores como él y llevaban sombreros de caballero. Traían a mujeres muy guapas cogidas del brazo, y uno de ellos fumaba una pipa, como las de las películas. También venía la madrina de Carmen, que era una señora con el pelo muy corto y los ojos muy pintados. No entendían muy bien de dónde había salido, pero siempre les traía regalos y contaba chistes muy tontos, que no tenían ninguna gracia, pero los mayores parecía que se iban a hacer pis encima de la risa. Y mamá se limpiaba las lágrimas de la cara y le pedía que se callara y que dejara los chistes verdes para cuando los niños estuvieran acostados.

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⏰ Last updated: Sep 26, 2019 ⏰

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