¡Vaya fiestón que había montado Valerio! Todos estaban en su salsa, bailando, bebiendo o simplemente pasándolo bien. Yo estaba en plan tranquilo, sentada al lado de Valerio y Lu.
De repente, aparece la nueva junto con los becados, y Guzmán se les acerca como alma que lleva el diablo, especialmente a Samuel. Al ver la situación, le hablé a Valerio para que intentara calmar los ánimos.
—Vamos, mejor salgamos un rato -dice Guzmán chocando su hombro con el de Samuel.
—Tranquilo, tronco, vamos a solucionarlo como adultos, con una copita por medio -intercede Valerio, sujetando a Samuel por los hombros- Vamos, aquí está la barra gigante para ti, pide lo que quieras -añade, señalando la barra y sonriendo.
—Que se vaya a la mierda, nadie lo ha invitado -gruñe Guzmán, empujando a Samuel y, rápidamente, Nadia se interpone entre ellos.
—Vaya, no es que me haga mucha gracia verte -Samuel lo empuja de vuelta- Pero mira, yo no soy culpable de la muerte de Marina porque mi hermano no la mató.
—¡No tengo ni idea! Porque no soy policía -Valerio lo agarra del hombro para impedir que avance- Pero al menos estoy tratando de averiguar -Samuel se suelta y vuelve a empujar a Guzmán.
—¡Eh, tranquilos! -intervengo poniéndome en medio.
—¿Sabes quiénes sí son policías? Los que metieron a tu hermano en la cárcel, donde se va a pudrir el resto de su vida, y ojalá le partan la cabeza para que sepa lo que se siente -Guzmán se abalanza sobre Samuel, lanzándome a un lado.
—¡Guzmán! -grita Ander intentando separarlos.
—¡Ya! -grita Lu.
—¡Joder, Ander, coño! -se queja Guzmán.
Lu me ayuda a levantarme.
—Valerio, ¿puedes hacerte cargo, por favor? Gracias.
—Sí -responde Valerio y se dirige a la barra.
—Ay, cari, ¿estás bien? -me pregunta Lu al verme lagrimear.
Solo asiento, pasando mi mano descuidadamente para limpiar mis lágrimas.
