•c u a t r o•

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Se despertaron antes de despuntar el alba, cuando las estrellas aún son visibles en el ocaso. El frío calaba en sus huesos, les dolía todo el cuerpo, rígido como una vara luego de pasar la noche recogidos sobre sí mismos en unas delgadas mantas de lana.

No tardaron mucho es despabilar el sueño cuando prendieron una fogata y calentaron pan y leche, sus provisiones solo alcanzarían para dos días más. Desayunaron en completo silencio, las imágenes del día anterior aún acechaban en su mente y el recuerdo hacía que sus estómagos se revolvieran con angustia.

Al terminar recogieron todo lo utilizado para el campamento, y repusieron la mayoría de hierbas y setas que habían utilizado el día anterior, tal vez las necesitaran de nuevo.

No se preocuparon en esconder su presencia en el camino del dragón, al fin y al cabo solo eran una pareja de niños indefensos, nada de interés. La fachada era su mejor defensa, era mejor mantenerse así.

Izuku se centró en buscar rastros de un grupo relativamente grande, unos ocho hombres -Todos a caballo- deberían dejar un más que notable desastre detrás suyo.

Y en efecto así fue. Sus huellas recubrían todo el ancho del amplio camino de barro. En su recorrido habían dejado caer desechos de comida y letrinas abiertas a sus costados. También encontraron una fogata, apagada hacía unas horas ya. Sabían que en el caso de tener a un prisionero la marcha sería por demás lenta, así que apuraron un poco el paso en pos de darles alcance y seguirlos a una distancia prudente, el momento de actuar sería esa noche.

Dos horas después ya lograban ver a la procesión a la distancia, habían diez jinetes en total, claro, si se podía llamar así al pobre sujeto amordazado y con los ojos vendados que ocupaba el centro de la formación. Sus mano estaban atadas a los estribo, y sus piernas se recogían a un costado del animal para que no pudiera azuzarlo.

Los otros sujetos se cubrían el rostro con unas pesadas capas de terciopelo negro, las cuales no demoraron mucho en ser reconocidas por el peliverde.

"Es la misma que utilizaba el desconocido del bosque." Pensó mientras un escalofrío le recorría la columna vertebral. No era posible que ese chico fuera parte de ese grupo de bestias, era demasiado amable para ser así.

"El iba separado, también parecía tener mucha prisa. ¿No estaban buscando un jinete?". Divagaba sin parar, quería convencerse de que el bicromático no tenía nada que ver, pero no podía saberlo a ciencia cierta. Lo único de lo que estaba seguro era de que no había tomado partido en los "interrogatorios", habían ocurrido mientras ambos cenaban tranquilamente en la posada de Tsuyu. Se sentía como el ser humano más inútil del mundo.

- ¿Qué haremos cuando anochezca?- Preguntó su amiga en un susurro.

- Sigámoslos hasta que vuelvan a armar un campamento, mientras se ocupan busquemos un escondite y descansemos hasta la media noche.- Miraba atentamente al frente, en busca de cualquier señal de para detenerse. Un rato después notó como la cabeza del grupo desmontaba, y posteriormente los demás le seguían.

Miró a sus alrededores, todo era bosque espeso y oscuro. Escuchaba también el ruido del agua, había un río cerca. El grupo contaba con tres perros de caza, con lo cual acercarse al grupo con luz del sol y sin ninguna precaución era tarea imposible.

Se desviaron al interior de los árboles buscando una presa, y pocos minutos después Izuku ya tenía entre sus manos una rata de campo completamente dormida. No era muy grande, pero lograría entretener a los canes.

Lo guardaron en una pequeña jaula, era necesario que corriera para que los perros se distrajeran, y seguramente lograría esconderse en una de sus madrigueras.

Se subieron a lo alto de un árbol y allí trituraron las hierbas que necesitarían, para después guardarlas en unos pequeños papeles plegados en sobre. Viendo como el sol bajaba en el horizonte se dispusieron a dormir unas horas, cuando el plan de pusiera en acción.

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Hacía unas horas que la noche había caído y el silencio era casi completo, si no se escucharan al fondo las risas ebrias de muchos de los encapuchados.

Bajaron del árbol a toda velocidad y con velocidad Izuku se acercó amparado por el olor de plantas que lo cubría. Sacó al roedor de la caja y se alejó, escuchando inmediatamente después como los animales salían corriendo haciendo un alarido furioso.

Como era de esperarse varios de los hombres se levantaron dejando solamente al cautivo y dos guardias, que en la confusión habían dejado descuidadas sus copas y jarras de vino, además de los cuencos de agua de los animales. Aprovechando la confusión se acerco a los mismos y depositó unos finos polvos blancos en cada una, que de inmediato se disolvieron.

Volvió al lugar donde dejó a su compañera, quien rompía una gruesa rama de árbol.

- ¿Para qué es eso?

- Por si alguno no se toma el vino, obvio.- Respondió la chica encogiéndoselo de hombros.

-Bien... Pero solo si están despiertos.- Miró con duda a su amiga, quien solo resopló como respuesta.

El caos eventualmente se detuvo, y como se había previsto las risas continuaron un rato, hasta que un silencio espectral se hizo presente. Era el momento.

Bajaron de nuevo, y esta vez ambos se acercaron al lugar. Esta vez todos se encontraban en un profundo sueño, a excepción del guardia que custodiaba al chico. Sin pensarlo mucho Ochako se acercó de manera silenciosa, solamente acompañaba por el acelerado latir de su corazón resonando en sus tímpanos. Levantó la rama, y con precisión quirúrgica golpeo la nuca del sujeto. El golpe sordo que hizo al caer le recordó a un costal de papas.

De inmediato se acercaron al chico, quitando la venda que cubría sus ojos. Los miró aterrado por unos segundos, pero cuando sintió como soltaban sus ataduras se relajó. La mordaza fue retirada poco después y con eso se encontraban en posición de moverse.

No tuvieron que explicarle nada, el instinto podía más en aquel momento. El de cabello azul ya se había puesto en pie cuando escucharon unos crujidos. Uno de los hombres comenzaba a levantarse, seguramente no había bebido el vino. Con velocidad aterradora el chico - Que ahora de pie debía medir mas de un metro ochenta- tomó la rama que la castaña sostenía, blandiéndola contra el craneo del sujeto. Él también cayó como una piedra.

Los miró buscando una señal de desaprobación, pero sus rescatadores no hicieron comentario alguno, solo lo miraron con pesar. La chica tomó suavemente su mano, instándolo a moverse.

Volvieron al lugar donde habían dejado sus cosas e Izuku los guió hasta un tranquilo río que corría cerca. A simple vista parecía profundo, pero al ingresar solo los mojaba hasta la cadera. Caminaron en sentido de la corriente, interrumpiendo completamente su rastro.

Solo necesitaron hacerlo por algunos minutos, antes de salir de nuevo del agua, caminar otros minutos y cruzar de nuevo retomando su camino. Cuando las primeras luces del amanecer eran visibles por fin se dieron la oportunidad de descansar. Sus músculos temblaban por el esfuerzo y sentían como sus pies parecían rendirse a cada paso. Buscaron una zona un poco más cubierta y pusieron su campamento. Por fin era el momento de hablar.

- Así qué... ¿Cómo te llamas?- Preguntó la castaña.

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Comienzo a amar esta historia jajajaja ¿Les está gustando el AU medieval?

Estaba pensando en construir una trama un poco más complicada alrededor del shipp principal, solo espero no perderme demasiado en el proceso

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Bye~

The Heir (Tododeku AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora