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Para Sojin no fue nada sencillo salirse de su turno en el hospital, aunque le hubiera encantado hacer la escena de película y escaparse por más que la amenazaran con despedirla, su familia necesitaba ese trabajo eterno, así que tuvo que calmar a su hijo como por quince minutos, hasta que los gritos de Seungwoo llegaron a su compañera de turno y la mujer aceptó hacer todo el trabajo. Ella le dijo que parecía que su hijo estaba dando a luz, si tan solo supiera.

Sojin subió a su auto y casi voló rumbo a su casa, esperando que sus hijas se pudieran quedar en la casa de una de las vecinas. Era un sitio pequeño, entre todos se conocían al menos por el nombre y no era la primera vez que sus pequeñas eran cuidadas por esa amiga; además, Sojin no quería tener cuatro pares de ojos viendo todo lo que iba a suceder en el cuarto de Seungwoo.

Cuando la mujer llegó a su casa, abrió la puerta y corrió directo a la habitación de su hijo, encontrando todo ya preparado para la operación. La cama de Seungwoo había sido movida de tal modo que las tres mujeres tuvieran fácil movilidad por toda la habitación, colocándola al centro. También tenían preparada la tina donde lavarían el pequeño cuerpo del bebé. Claro, usando una de las de sus mellizos. Ella dejó de analizar todo cuando se encontró con la mirada de Dongpyo y de Seungwoo, ambos estaban hechos un mar de nervios, lo podía notar por la agitada respiración del más pequeño y por como su hijo tenía los hombros algo encogidos.

—Hola, Sojin. —Oyó la voz de su gran amiga después de hace muchos años y le mostró una sonrisa agradecida. —Lamentamos haberte sacado de tu turno, sabes que esto no es fácil y hay que ser muy rápidos.

—Lo sé, gracias a ti por venir después de todo lo que ha ocurrido. —Mina se presentó ante la madre de Seungwoo y después de eso, las tres rodearon el pequeño cuerpo de Dongpyo. —¿La anestesia? —Habló ella, desparasitándose las manos, colocándose luego los guantes y las batas descartables que trajo Naeun entre las cosas; al igual que unos cubre boca, pidiéndole a Seungwoo que hablara lo más bajo y lo menos posible, ya de por si se estaban arriesgando con la contaminación de la habitación.

Seungwoo odiaba no poder tener a su pequeño en un hospital normal, aunque quizás la palabra normal estaba sobrevalorada, él jamás se imaginó a sí mismo en una situación como esta.

Él jamás pensó estar a punto de tener un hijo con un niño mitad gato que lo enamoró desde el primer maullido al abrirle la puerta de su casa; meneando las orejas por el frío, pidiéndole un vaso de leche.

Seungwoo jamás se pensó a si mismo teniendo todo eso y sin embargo ahí estaba, tomando la mano del amor de su vida mientras la anestesia hacía efecto en el pequeño cuerpo de Dongpyo. Entre él y Mina crearon esa pequeña carpa a base de trapos y unos percheros, e incluso la hicieron un poco más grande de lo que Naeun les pidió, para así evitar que Dongpyo pudiera ver lo que estaba pasando en la parte inferior de su cuerpo. No querían asustarlo, puesto que él se mantendría despierto.

—¿Nervioso? —Seungwoo se arrodilló, dándole un dulce y rápido beso en los labios a su minino, escuchándolo suspirar. Dongpyo tenía lagrimones en los ojos a causa del susto de la inyección, pero se mantenía fuerte, mirando a Seungwoo con esos asustados ojos brillantes, queriendo lanzarse a sus brazos y pedirle que no sigan, que tenía mucho miedo. Dongpyo quería llorar por no ser fuerte, pero Seungwoo se encargaba de recordarle que ya lo era. —Eres el niño más especial del mundo, Dongpyo, tú vas a poder y luego tendremos a nuestro pequeño en los brazos ¿De acuerdo? —Dongpyo asintió, estirando sus labios para pedir otro beso, que fue concedido por Seungwoo.

El pequeño suspiró, quería menear su cola pero no podía, de hecho no sentía que pudiera mover absolutamente nada desde su abdomen para abajo y aun así intentó estar tranquilo. Él podía, claro que podía, lo haría por el pequeño Seungwoo y por su Seungwoo.

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