4 | Congelar

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La pequeña Louisa May Alcott vivía mucho más rápido que la gente normal.

O al menos más rápido que los que la rodeaban.

A la edad de nueve, Louisa era capaz de hacer lo que muchos otros poseedores de habilidad no logran hacer hasta que son mayores: sacarle verdadero provecho a lo que podía hacer con sus poderes. Por supuesto que esto iba ligado al concepto de "provecho" que podía tener una niña de nueve. Porque con todo y todo, eso era: una niña.

Cerca de tres años atrás, Louisa comenzó a tener comportamientos algo... peculiares. A menudo se adelantaba a las peticiones que sus padres planeaban hacerle, o indicaba que iba a suceder algo de tal o cual manera a tal o cual persona en determinado momentos de día, dándose todos de topes contra la pared porque aunque no le creían, siempre sucedía.

De golpe sus notas se volvieron perfectas y siempre, sin excepción, sabía cómo responder a todo, así fueran regaños o la más simple invitación a jugar. Siempre acertaba en el blanco. Pero sobre todo, desde que todos esos sucesos comenzaron a darse, no había día en que no se encerrara a piedra y lodo en su habitación. Louisa no era lo que se dice sociable, pero ahora casi podía competir un ermitaño.

Fue así como sus padres lo descubrieron: la pequeña Alcott poseía una habilidad que le permitía visualizar en su mente el paso del tiempo mucho más rápido de lo que podría percibir o adivinar cualquier otra persona, aunque tenía sus condiciones: encontrarse sola y dentro de una habitación privada.

El tiempo real y ella misma parecían congelarse cuando hacía uso de su habilidad. Todo pasaba tan rápido y sin la necesidad de molestarse realmente. Era casi como ver el futuro. Aunque no podía percibir los cambios en el flujo del tiempo que se suscitaran, era divertido ir siempre un paso (o más) más adelante que los demás. Al menos al inicio.

A cada día que pasaba, Louisa salía de su cuarto por las mañanas para comer e ir a la escuela, solo para encerrarse de nuevo al volver, pero cada vez era más y más aburrido tener que salir al día siguiente y vivir cada hora, cada minuto, aun cuando ya lo había visto en su cabeza en cuestión de segundos.

Las cosas se agravaban cada que algo se salía de la línea que se había trazado. Ya no solo se iba aburrida a la escuela, sino que cada vez regresaba más y más molesta cuando algo no salía como ella quería y sus planes se veían derrumbados.

Preocupados, sus padres insistían para que dejara de usar su habilidad y se enfocara en vivir como una niña normal. Con su día a día, con las equivocaciones y sorpresas que acompañan a la vida.

Pero era algo que de a poco se salía de su control. El solo pensar en salir a la calle sin tener la mínima idea de lo que pasaría era aún peor a la sensación que le producían las mínimas variaciones que sufría a diario: le aterraba.

Así que decidió que seguiría con su vida como hasta ahora, con seguridad y tratando de no estresarse o ponerse nerviosa cada que algo se salía de sus manos. No podía temer como una pequeña, aun si lo era.

Finalmente, algo sucedió un sábado.

La noche anterior vio que sus padres estarían fuera toda el día. Pero también vio algo más: su hermano varón, Dapper, intentaría superar cualquier escena que hubiera montado antes. Por supuesto, él le había jugado más de una broma a Louisa, incluso la había encerrado en el baño y había escondido sus libros en la alacena más alta, donde a ella le daba miedo subir. Era por demás el más fastidioso de sus hermanos pequeños y quien más se salía de su esquema, aunque al menos a eso sí estaba acostumbrada.

Se acercaba navidad, así que influido por cierta película típica de la época, una que vez sus padres se fueran, él se dedicaría a montar trampas por toda la casa. La única diferencia era que él no buscaba defenderse de un par de ladrones, sino simplemente armar un pandemónium y probar los límites de la paciencia de sus papás.

Cuaderno de Bitácora de Guild | Inktober 2019 | Bungou Stray Dogs | CompletoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora