I

669 43 10
                                    

Geminis Shelsom

Tomé uno, dos, vacitos rojos llenos de felicidad. Quizá 5, quizá 7, ya no importaba. Ni siquiera sabía que contenían. Solo sabía que me hacían sentir bien y yo necesitaba eso. Sentirme bien.

Y ahí fui por otro pero... Este tenía un sabor algo diferente. Senti el líquido pasar por mi garganta en una agradable caricia al interior de mi ser.

Había mucha gente a mi alrededor, todos bailaban. Me sorprendí a mi misma al notar que dentro de mí también nacía la necesidad de moverme junto con ellos. Así que lo hice.

Perdí la noción del tiempo mientras me movía. Tal vez pasaron algunos minutos. ¿Quién sabe? Incluso podrían haber pasado horas y yo no paraba de bailar... intentarlo al menos. Llegados a este punto solo me tambaleaba sin importarme si caería o no.

Sentí que alguien se pegaba a mi, de estar sobria lo hubiese apartado. Eso creo pero en ese momento me guiaba por impulsos, sentimientos, no hacía uso de mi razón.

Y se sintió bien, me sentía acompañada, seguía tambaleándome pero ahora eramos dos, si caíamos caeriamos juntos.

Me giro hacia la persona que me sostiene con un brazo en la cintura e inevitablemente empiezo a soltar risitas tontas mientras veo como sus labios se acercan a los míos.

•••

Despierto en mi cama y me tomo mi tiempo para abrir mis ojos, es sábado y no soy capaz de encontrar una razón lo suficientemente buena para levantarme de la cama.

Finalmente, froto mis ojos con mis manos y me detengo al instante al ver que mis manos estan cubiertas de una sustancia rojiza que ya esta más bien seca. Es sangre. Al instante salto de la cama y por más que intente recordar que pasó ayer no lo logro. Hago un chequeo general de mi cuerpo frente al espejo de la habitación y no solo mis manos sino también la remera que llevaba tenia sangre. No parece que este herida. Eso me tranquiliza y me preocupa al mismo tiempo. ¿Sí la sangre no era mia de quién o de qué era?

Voy al baño para lavarme y me quedo con la mirada fija en mi reflejo por un instante que se me hace infinito y me sirve para despejarme. Me cambio con ropa que no haga parecer que acabo de salir de una película de terror.

Seguramente con el pasar de las horas recordaría lo que pasó y quedaría como otra historia de borrachera que compartir con Candy.

Al pensar en ella, un gesto de tristeza se instala en mi rostro, puedo no recordar nada de ayer pero recuerdo perfectamente nuestra discución de hace dos día. Sé que ella es demasiado orgullosa para hacerlo así que tomo mi celular y le envio un mensaje pidiendo disculpas.

Al ver que las horas pasaban y todavía no tenia respuesta alguna decidí que un mensaje no era suficiente y me vestí rápidamente para ir a su casa.

Cuando llegue a la puerta de su casa vi algo impensable, que ni yo ni nadie se habría atrevido a imaginar siquiera.

Marcus Brown, el padre de Candy, el político calculador, frio e insensible, respetado por algunos y temido por aquellos que creían los rumores que circulaban por los barrios bajos estaba llorando. No eran pocas lagrimas las que caían de sus ojos eran cataratas que no pronosticaban detenerse pronto.

En ese momento cuando lo vi llorar supe que la situación era mala, muy mala. Subí la capucha de mi sudadera negra y agradecí vestir completamente de ese color, no sabia nada, solo que la situación era complicada.

Kiss & RunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora