Capítulo 3

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"La necedad es la madre de todos los males". Cicerón (106 AC-43 AC) Escritor, orador y político romano.

—¿Y tú quién eres? —preguntó Vitelio mientras sus dos amigos se levantaban lentamente de la mesa.

     El único que no se irguió fue Tulio pero era consciente de la voz de la persona que había entrado amenazando a su amigo. Imposibilitado para hacer nada, decidió permanecer en su sitio. En caso de problemas, Juliano y Sempronio ayudarían a Vitelio, además la tabernae estaba llena de gente.

—Quien te va a romper la mano como no la sueltes... —amenazó Clemente sin dejar traslucir ningún tipo de emoción.

—Interesante par de dos —dijo Vitelio— una mujer y un impedido que vienen a amenazarme en mi propia casa.

     Los clientes atentos, sonrieron ante el comentario de Vitelio. Paulina asintió con la cabeza agradeciendo que el dueño de la tabernae retirara la mano y la soltara pero enfurecida se volvió y le gritó a Clemente:

—¿Acaso te pedí ayuda? Ahora no solo tengo que cuidarme de mí misma, sino de ti también —puntualizó Paulina irritada.

     Aunque Paulina y Clemente no lo sabían, la mayoría de los que estaban presenciando el altercado, estaban en guardia, casi todos ellos eran excombatientes de la misma legión que los cuatro centuriones y solo haría falta un gesto del centurión para que los demás acudieran en su ayuda. No dudarían en defender a Vitelio, todos estaban preocupados por la muerte de los centuriones y se preguntaban quienes eran esos dos soldados que habían aparecido allí.

     Clemente adelantó el bastón la distancia suficiente para dar un paso y así poco a poco fue salteando las mesas hasta llegar a la exploradora. La profunda mirada masculina se clavó en ella mientras la joven se ponía en guardia.

—Me has hecho perseguirte por toda la maldita ciudad y apenas he llegado a tiempo de evitar que te metas en problemas y ¿cómo lo agradeces? —preguntó irritado el soldado.

—¿Acaso eres mi maldita niñera? —gritó Paulina colocando sus manos en su cintura mientras lo miraba claramente molesta—. Pues resulta que si hay alguien que necesita que le cuiden las espaldas ese eres tú. Te recuerdo que no puedes ni echar a correr en caso de peligro.

     Clemente terminó de dar el último paso que le separaba del cuerpo de la exploradora y bajando su cabeza, su rostro prácticamente tocó el de ella.

—Como sigas acercándote un poco más puede ser que acabes un poco dolorido en tus partes más nobles, ya me estoy hartando de ti... —dijo Paulina.

—¿Lo conoce? —preguntó Vitelio.

—No... —contestó Paulina.

—Sí... —añadió Clemente a la misma vez que ella.

—¿Qué quieres? —le preguntó Paulina enojada.

—Lo mismo que tú..., cuanto antes acabemos con todo esto, antes podré abandonar tu insoportable insolencia.

—¡Mira quién fue a hablar! Si todo tú resultas ofensivo.

—¿Podrían dejar de pelearse? No sé a qué han venido aquí pero les aseguro que no van a encontrar nada. Además, ¿quiénes son ustedes?

—¿Podríamos hablar un poco más apartados? Estamos llamando la atención de toda la gente —contestó Clemente.

—¿Y ahora te das cuenta? —preguntó Paulina.

     Clemente no soportaba más la impertinencia de aquella fémina, si es que algo de mujer tenía porque era igual que una piedra dentro de un calcei. Solo le provocaba agarrarla de aquella larga trenza y arrastrarla calle abajo. Intentando recobrar la serenidad cerró los ojos, respiró profundo y le preguntó a aquel hombre:

EMÉRITA AUGUSTA @ 4 SAGA CIUDADES ROMANAS (COMPLETA).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora