Miradas

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Sobre el viento revoloteaban las hojas como jugando entre ellas, y caían lentamente hasta posarse en las cabezas de los transeúntes. Algunas viajaban más allá y se prendían de algún saco viejo y otras solo iban a parar a la calle. Quizá con suerte, en algún momento del día volverían a levantar su vuelo para otro paseo por la fría ciudad, para volver luego a ser depositadas en el suelo con un montón de otras hojas y pisadas por algún SOÑADOR, que le gustaba, como a mi, oír con gozo el CRUNCH CRUNCH que los zapatos hacen sobre ellas.

Quizá a doña Aurora, quien vivía como apurada, pero sin tener realmente nada que hacer, el cúmulo de hojas en la vereda le suponía una verdadera molestia, por lo que caminaba apresuradamente y maldiciendo por lo bajo en un idioma casi desconocido, mientras se cruzaba con un par de niños revoltosos. Ellos peleaban por elegir las golosinas, que había dentro de una bolsa, que el más grande de ellos, llevaba consigo orgulloso.

Mientras que el chico de los zapatos ruidosos reía a carcajadas, viendo el momento en que doña Aurora les decía a los niños que llamaría a la policía si no dejaban de obstruirle el paso. Ya que se veía en la disyuntiva de lograr que ellos le abrieran el camino o pisar aquella montaña de basura inservible acumulada, que le ocasionaba tanta molestia y hasta ira. Los infantes seguían gritando cada vez más fuerte acerca de quien repartiría el tesoro de cosas dulces y al oír la amenaza de la señora, corrieron a un costado, dejándole el camino libre para continuar su trayecto.

Pero a lo que James, el chico de los zapatos que hacen Crunch Crunch, le causo realmente  gracia fue que en ese momento los niños empezaron a patear, pegar y tirarse las hojas entre sí, con tanta mala puntería, y la oportuna ayuda del viento repentino (quizá el destino también) hizo que fueran a parar a la cabeza de Aurora.

La señora furiosa acusaba a los niños con cuanto insulto apto para menores se le cruzara por la cabeza, mientras James abogaba a favor de los pequeños, un poco serio y otro poco riendo entre dientes.

Por fin llegaron a un acuerdo en donde los niños pedían perdón y prometían no volver a hacerlo, aunque no conforme con ello, la doña siguió su camino sin ni siquiera decir adiós. James se despidió de los niños y mirando su reloj exclamo: Carajo!!

Es aquí donde empieza la exhausta carrera de James por las calles de la ciudad, a contra reloj, pidiendo con todas sus fuerzas a Dios que detenga el tiempo. Vamos a contar que entre las peripecias de la desesperada corrida; el joven se encontró con 2 perros que lo quisieron morder, pisó un charco con barro, y como si esto fuera poco, fue robado en el metro sin tener la mínima idea de ello.

Aun así, cuando al fin arribó al edificio de "LMag", se dio cuenta que quizá a causa de sus ruegos tan desesperados había recibido una respuesta mágica, y suspiró de alivio cuando vio que el reloj marcaba el horario justo para la entrada.

A pesar de todo, fue para él una odisea entrar, caminar por los pasillos, subir por las escaleras y llegar a su oficina sin que nadie observara su terrible facha.

Dejó su bolso colgado en la silla, y se dirigió al baño a tratar de limpiarse un poco.

Fue cuando escucho un golpe a la puerta, uno. y luego dos. Se percató de que debía salir inmediatamente. Al tercer golpe sintió como un escalofrió recorría su espalda y antes de que pudiera llegar a tomar el picaporte, la puerta se abrió.

Una silueta femenina se hizo notar a la vez que pronunciaba las palabras: - Sr Porter, sé qué está aquí, la secretaría lo vio entrar. Por favor no me haga perder el tiempo. -

Sin embargo y a medida que la puerta se abría más y más, James trataba de descifrar a quien le hablaba. era una mujer rubia, flaca. No se parecía en nada a su entrevistadora de hacía una semana atrás. Cuando se postuló para el trabajo.

La luna entre tus brazosWhere stories live. Discover now