1. feliz cumpleaños

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El despertar en casa siempre era silencioso. Acaricié las sábanas antes de abrir los ojos perezosamente; no sabía qué hora sería, pero era probable que aún fuera temprano. Gruñí por lo bajo, sabiendo que sería inútil volver a conciliar el sueño, y bajé de la cama de un salto, que reverberó por todo el pasillo.

Una vez abajo, pude ver que realmente no estaba sola. Suspiré aliviada, intentando disimularlo con un breve asentimiento de cabeza hacia mis hermanos, que bebían de una taza mientras curioseaban frente a la ventana. El periódico estaba desdoblado sobre la mesa de café, y supe que habría pasado Carlisle por ahí. Todo estaba igual que siempre, pero aún así no podía evitar preocuparme cuando no escuchaba ningún ruido.

Ignoré la mirada burlona de Emmett y caminé somnolienta hacia la barra de la cocina, donde había varios platos de comida servidos como si fuera el buffet libre de un hotel. Puse una mueca y me revolví incómoda en el asiento, como ocurría cada mañana. Ser el miembro más reciente de la familia me había otorgado sobreprotección, exceso de caprichos y un intento por malcriarme, algo a lo que no terminaba de acostumbrarme y prefería no recibir. Frente a sus ojos era débil y pequeña, alguien que necesitaba quien la cuidara, y odiaba que sintieran excesiva compasión por mí.

—Buenos días —musitó Esme, con una sonrisa encantadora que no pude evitar devolver. Aun en mis peores despertares era imposible ser grosera con ella o Carlisle— ¿Tienes hambre?

La respuesta que diera poco importaba porque Esme no me dejaría ir a ningún lado sin haberme comido dos tostadas primero. Así que, una vez más, fingí ser lo que ella más ansiaba y le di la oportunidad de comportarse con una madre.

—La verdad es que sí —susurré, esperando camuflar mi mentira.

Esme sonrió de nuevo y asintió, caminando decidida hacia la nevera. Comenzó a recitar todos los platos que había preparado, algunos dulces y otros salados, mientras me apoyaba sobre la encimera. Ladeé la cabeza discretamente para observar a Emmett, que aprovechaba cada ocasión para burlarse de mí, y pude comprobar que tenía su atención puesta en mí.

—¿Cuáles son las palabras mágicas, hermanita? —se burló, acercándose a mí en un milisegundo y haciendo que me sobresaltara.

Ahogué un grito y lo fulminé con la mirada mientras él se carcajeaba en silencio, agarrándose el estómago como si fuera a romperse de tanto reírse. Apreté los labios con fuerza, conteniendo las ganas de golpearle porque sabía que no serviría de nada.

—Cállate —musité, rodando los ojos, y giré en el asiento para darle la espalda.

No me hacía falta verle la cara para saber la expresión que estaba poniendo. Triunfante, creyendo que había ganado este asalto. Conocía a Emmett perfectamente, principalmente porque su impulsividad le hacía predecible. Era fuerte y rápido, pero no más astuto que yo.

Puse toda mi atención sobre uno de los platos, el que tenía panecillos con mantequilla, y esperé hasta escuchar su grito. Sacudió el periódico con fuerza para apagar las llamas, pero estas solo se enfurecieron más y subieron por su manga. Pude escucharlo reír entre dientes, nervioso, mientras me pedía que parara. Ahora el fuego cubría su antebrazo y Rosalie empezaba a ponerse nerviosa.

—Hayley... —pidió Esme finalmente y rompí la conexión para mirarla a los ojos con inocencia.

El fuego cesó de repente, dejando de nuevo un silencio sepulcral en la sala de estar. Me encogí de hombros y agarré el panecillo, masticando lentamente para saborear la victoria.

—Muy gracioso —musitó Emmett, desechando el periódico chamuscado en la papelera.

Caminó hacia el sofá, se sentó junto a Rosalie y le pasó el brazo alrededor del hombro de manera cariñosa. Ella seguía quieta, como una estatua, mientras fruncía los labios. De no haber sido por la entrada de Alice, me habría soltado una buena reprimenda.

luna nueva || jacob blackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora