Capítulo 7: Os doy mi más sincero pésame.

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Salté del balcón y los dos rodamos por el suelo antes de que él disparara. Su arma cayó lejos de los dos.

Me puse de cuclillas y le golpeé con la pierna en la cabeza. No le hizo mucho daño porque se puso en pié e intento golpearme. Le paré el golpe con el exterior del brazo.

Nuestra batalla fue muy intensa. Se notaba que los dos éramos profesionales, ninguno cedía terreno.

-¿Quién eres?-le pregunté.

Me golpeó.

-Eso no importa-me dijo-. Mi presidente te quiere muerto.

Intenté golpearle en la cabeza pero lo esquivó. Le hice un gancho en la barriga.

-¡Perteneces a Industrias Horus!-exclamé.

Me agarró del cuello y me tumbó. Intenté agarrar su arma pero me pisó la mano. Empezó a estrangularme. Entonces me di cuenta de que tenía las piernas libres.

Le golpeé con el otro brazo en la cabeza. Dio un traspiés y le di una patada en el pecho. Cayó al suelo y yo agarré su arma.

Apunté, dispuesto a disparar.

-¡No!-gritó alguien a mi espalda.

Era Ixina, todavía seguía en el suelo.

-No seas igual que él.

Yo no me arrepentía de mis asesinatos.

No bajé el arma. Pero dudé. Estaba indefenso y yo solo tenía que apretar el gatillo.

Siempre había sido así. Pero la voz de Ixina me impedía disparar.

Lo que pasó a continuación fue culpa suya.

-La próxima vez que destruyas una mina... Bueno no podrás hacerlo-dijo el tirador.

Sacó de su zapato una pistola. Solo pude mirar. La bala me impactó en la barriga.

Caí al suelo, estaba sangrando.

Solo recuerdo, entre los lloros de Ixina y la sangre, como abrazaba a la muerte mientras todo seguía negro.

...

Ojala, no tuviera que narrar yo, Ixina, esta parte. Pero, obviamente, Loxan, no estaba disponible.

El ataúd fue guardado en una cripta, junto a muchos más ataúdes. Solo había tres personas contemplando la escena.

Un sacerdote, el maestro Quirón y yo.

Su madre había entrado en coma. Le quedaba muy poco tiempo. El que me sustituyó me dijo que sin el antídoto el sábado moriría.

Yo estaba pensando en todo esto mientras el sacerdote lo enterraba.

-Que los dioses Saron e Isuaf te acompañen en la otra vida...-repetía una y otra vez.

Cuando colocó el ataúd, el sacerdote se despidió diciendo:

-Por la fama que tenía, más vale que recéis por él.

Se fue y nos dejó solos a mí y al maestro.

-Esto es culpa vuestra-le dije.

Su rostro mostraba indiferencia.

-Un asesino conoce mejor que nadie a la muerte. Él sabía lo que le podía pasar. Y, de hecho, nadie le obligó.

-Le pusisteis en un aprieto al poner a su madre en medio. Por lo menos le daréis el antídoto a su madre, ¿no?

Se encogió de hombros.

-Eso no está en mi mano. Además, el presidente Árigon no está muy contento con su fracaso-respondió.

-¡Eso no es justo!-respondí.

-Nada en la vida lo es...-Empezó a decir.

-A mi no me vengas con rollos filosóficos. Habéis matado a Loxan. Ya que no vais a pagar por vuestros crímenes, lo mínimo que podríais hacer es salvar a su madre.

-Lo siento, no depende de mí. Hasta luego-se despidió el maestro.

Me quedé allí sola, mirando la cripta de Loxan. No pude aguantarme. Lloré.

De la perdida, de la tristeza, pero sobre todo, de la impotencia. La madre de Loxan iba a morir con él. Había sacrificado su vida en vano.

Mientras estaba llorando el bolsillo de mi pantalón empezó a sonar.

-¿Si?-cogí el teléfono.

-Ixina. Deja de buscar a la chica, ya encontraré a alguien que te sustituya.

Era Árigon, el presidente.

-Dimito-me limité a responder.

Un silencio se produjo al otro lado del teléfono.

-Ixina piénsatelo. Tu trabajo es lo que te da de comer-dijo él.

-Prefiero no comer, a comer de ti.

Colgué. No podía seguir así. Me uní porque creía que las intenciones de Árigon eran buenas, pero hoy me habían demostrado que solo les interesaba el dinero. No las personas.

Me di una vuelta por el cementerio. Había venido muchas veces desde que era pequeña. Llegué a una de las tumbas al lado del cementerio. Todas las semanas me paraba aquí. Eran muy familiares para mí. Normalmente traía un ramo de flores pero hoy me había pillado de imprevisto. Hoy tenía otra muerte más que añadir a la lista.

Seguramente penséis que no es culpa mía, pero no había echo nada en la vida. Solo ser una esclava de Árigon. No era capaz de salvar a las personas que quería.

Unos pasos sonaron detrás de mí. Creía que era otro visitante más. Pero se paró detrás de mí.

-¿Ha funcionado el plan?-preguntó una voz conocida.

Yo negué con la cabeza.

-No, no ha querido dárselo.

Me giré y vi que la persona detrás de mí era... Loxan.

Conseguí llevar a Loxan a mi casa. Como era medica, pude curarlo.

Los dos decidimos fingir su muerte para despistar al tirador y para, ya de paso, intentar conseguir el antídoto.

-Entonces tendremos que encontrar a la chica-me dijo.

-Ya no trabajo para él.

-No, tú no. Pero yo sí-respondió.

Loxan echó un vistazo detrás de mí, a las tumbas.

-¿Son...?

-No son nadie. Solo me he parado aquí por casualidad-le corté.

Loxan asintió no muy convencido.

Le eché una última mirada a las tumbas. Debía cumplir con esa misión. Por ellos.

-Bueno. ¿Seguimos con el plan?-dijo Loxan.

Sniper: Proyecto Atlas | Acabado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora