04. MINERVA

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❝ la leona
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año dos mil veintidós.

LA SITUACIÓN ERA EXTRAÑA. La más extraña que había vivido, no sólo como directora, sino también como persona y bruja. Siempre creyó que la magia era algo especialmente increíble, y que había más en su trasfondo. Pero jamás pensó que escucharía y creería cosas tan increíbles en toda su vida, y todo lo que Alisanne Dumbledore decía parecía haber sido sacado de un sueño, todo era maravilloso, sonando más a un milagro que a la cruda verdad como se afirmaba que era.

Había más afuera, y más en ellos; fénix, más de lo que jamás hubiese llegado a imaginar. Si ese tipo de cosas fue posible, ¿por qué otras cosas no lo serían? Su cabeza apenas podía comenzar a imaginar las posibilidades, las variables.

«Alisanne Dumbledore, mi mayor fracaso como Director».

Phineas Nigellus Black parecía excepcionalmente sorprendido desde su retrato, la llamó su fracaso y el primer cuchillazo de su muerte. El mago, aunque parecía haber sido un hombre de carácter frío en vida, le pidió perdón, perdón por fallarle a ella y a sus padres, especialmente porque había estado viva durante todo ese tiempo en que se le consideró como muerta. Pero la chica era considerada y amable, no le permitió culparse a sí mismo, incluso si era un retrato y no el verdadero Phineas quien estaba frente a ella. Era una chica educada, llena de modales, muy a pesar de su historia viviendo entre fénix en un mundo más salvaje y letal al conocido. Alisanne no era una salvaje, pero Minerva jamás asumiría que no era letal.

Pomfrey había utilizado uno de sus trucos de sangre, para saber si la niña era realmente quien decía ser, y lo era. Si buscaban a su pariente más cercano, rondando en su sangre, todo indicaría hacia Hogsmeade, donde el viejo Aberforth Dumbledore residía, trabajando en ese horrible y deteriorado lugar llamado Cabeza de Puerco.

Fawkes incluso estaba ahí. Sólo un tonto no le creería después de todo eso. Y Minerva McGonagall jamás fue una para considerarse tonta.

      —¿Qué va a ser de mi? —ella les había preguntado.

Potter, quien estaba ahí cuando todos los profesores se retiraron bajo el pedido de la directora, parecía tener simpatía por la niña, incluso si había sido reacio a creerle al inicio. Minerva podía ver porqué Potter intentaría creerle: él también había perdido a sus padres y a su padrino. Su familia. Él también había sido juzgado: y tachado de mentiroso antes.

Potter había abandonado la habitación por un momento, para hablar con Hermione Granger y Ronald Weasley, como era de esperarse. Parecía doblemente afligido cuando regresó unos minutos después.

Minerva no habría querido ser ella quien le dijera el destino de su familia a la niña, no de su padre; quien terminó en Azkaban, y luego falleció. O de su madre, quien fue asesinada por un brote de magia de su hija menor. Tampoco quería hablarle de su hermana asesinada en un duelo en el que sus dos hermanos formaron parte. No quería tener que contarle de su hermano menor fallecido a causa de una maldición, rodeado constantemente por la guerra. Todos muertos. Excepto uno. No hubiera querido tener que ser ella quien se lo dijera todo, pero así tuvo que ser. Minerva había contado la triste historia, omitiendo muchos detalles que (ella consideró) sólo le causarían más dolor y angustia.

PHOENIX WITCH|  HPWhere stories live. Discover now