Capítulo 1

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Rusia, 1917

—Debemos salir inmediatamente de Rusia —la voz del Príncipe Semión Alexeievich sonaba preocupada y disgustada al transmitir la triste noticia a sus hijas, Annushka y Varvara, y a su futuro yerno, Matvei Irténev, prometido de Annushka.

El hombre entró en la sala de la lujosísima casa, la que hasta hoy había sido su mansión, su orgullo y el símbolo de su título y nombre: Príncipe Semión Alexeievich. Sin embargo, él no se veía poderoso e imponente como siempre había sido. No. Ahora lucía cansado. Su cabello, antes oscuro, ahora era gris, sus ojos verdes no mostraban el brillo de otras épocas, su rostro mostraba arrugas que antes no tenía y la voz ya no era firme y fuerte. Las noticias de los últimos días habían hecho mella en él y ahora le confirmaban lo peor.

—¿Por qué? ¿Qué pasa, papá? —fue la asustada pregunta de la hermosa y rubia Varvara, su hija menor.

La jovencita se levantó de la silla donde había estado angustiada porque su padre había salido desde temprano y no había llegado a pesar de que debía haberlo hecho hacía mucho. Sus ojos, tan parecidos a los de su padre, mostraban miedo e incertidumbre.

—Hubo una revuelta en Petrogrado que se convirtió en algo mayor. Ocurrió algo increíble, la policía se puso de parte de... ellos. Pidieron la abdicación del Zar Nicolás... y él abdicó. Lo más posible es que también nos persigan a nosotros —dijo con notable temor, caminando hacia las otras dos personas y sentándose frente a ellos mientras invitaba a su hija Varvara a sentarse con él—. No más charla. Debemos ser fuertes y valientes. Empaquen ropa, alimentos, agua, frazadas, todo lo que puedan, sin que la servidumbre se entere. Tenemos que salir en la noche para que nadie lo note.

Annushka estaba pálida. Sucedió lo que más temía.

Aunque trataba de mostrarse fuerte por ser la hermana mayor, también tenía mucho miedo. Sin embargo, trataba de disimularlo. Su semblante se oscureció cuando su padre terminó de hablar sin poder evitarlo. Sus ojos verdes se llenaron de angustia y su bonita boca se tensó por la ansiedad. Pasó sus manos por el cabello castaño oscuro, cosa que hacía siempre que estaba preocupada.

—¿A dónde iremos? —preguntó en un susurro que develaba su miedo.

—Viajaremos toda la noche hacia Volgogrado, de allí iremos hacia Donetsk, después llegaremos a Odessa y entonces tomaremos un barco a Estambul. Allí estaremos a salvo y buscaremos la manera de irnos a Praga —el hombre había hablado en voz baja. No podía confiar en nadie.

—¿A Praga? —preguntó el asombrado yerno.

Hasta el momento no había hablado. Se había mostrado más bien impasible. Aunque la verdad era que tenía mucho miedo. Todavía no era el esposo de Annushka, pero su compromiso era de dominio público y esta relación con la familia del Príncipe Semión Alexeievich podía hacer que también fuera perseguido. No tenía otra opción que seguir con ellos.

—Sí. Allí tengo una casa, dinero y está la hermana de mi difunta esposa, tía de mis hijas. Rápido, no podemos perder tiempo —contestó el príncipe.

—¿No sería más rápido ir por Moscú? —preguntó Matvei.

—Esos caminos estarán vigilados, debemos ser prudentes —aseveró el príncipe ante la renuencia que estaba mostrando su yerno. No le gustaba que lo contradijeran, y menos que cuestionaran sus decisiones.

Las cosas no podían estar peores.

Semión no era tonto. A pesar de que se había acordado en la Duma un gobierno democrático y liberal, sabía que en el fondo los bolcheviques tenían el poder. Capturarían al Zar... y a ellos por ser nobles, y sólo Dios sabía qué les pasaría. Lo mejor era escapar. Su familia era lo más importante.

—Por favor, no perdamos más tiempo, es indispensable salir cuanto antes —dijo Semión antes de apresurarlos a empacar.

Varvara y Annushka se apresuraron a sus habitaciones para poner en una pequeña valija lo más necesario. Para ellas era bastante doloroso dejar lo que habían conocido como propio durante toda la vida. Los hermosos vestidos de baile, las joyas y los lujos debían quedarse allí: sólo podían llevar lo necesario. Después, las jóvenes fueron a la cocina, y mientras Varvara engañaba a las doncellas para que la acompañaran al jardín a ver un animal extraño, Annuskha guardó toda la comida que pudo en una bolsa.

El príncipe y su futuro yerno habían hecho lo propio. Habían guardado en bolsas de viaje lo más valioso para ellos, lo más importante. El resto de sus vidas debía quedarse allí.

Esa noche, el príncipe Semión Alexeievich, sus hijas Annushka y Varvara, y su casi yerno, Matvei Irténev salieron de casa en la penumbra, a escondidas, como si fueran bandidos y no miembros de la aristocracia. Su plan era huir al bosque y caminar hacia Volgogrado, pero algo salió mal.

—Deténgase, Príncipe Semión Alexeievich —dijo una voz que los alcanzó poco después de haber salido.

Varios hombres se acercaron a ellos, todos con armas y ese uniforme... pertenecían al ejército rojo.

Los habían atrapado.

ESCAPANDO HACIA TUS BRAZOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora