Los Seguidores de la Campana.

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Nunca pensé que iba a ir a parar en un hospital, pero esas cosas pasan. Mientras volvía de una fiesta, perdí el control y choqué el auto de mi papá contra un árbol, y no, no había tomado nada. Me parece haber tenido una conversación con mis padres, me dijeron que me iba a quedar ahí varios días por los huesos que me rompí. Pero en realidad no recuerdo muy bien, creo que estaba muy sedado. Sea como pasó, a las 2 de la mañana ya no tuve visitas.

El hospital era aterrador. Las luces no funcionaban bien, el lugar parecía vacío, las enfermeras no expresaban sentimientos. Me dio mala espina desde el momento en que me llevaron en camilla por aquel pasillo. Sentí que me estaban llevando al infierno.

No podía dormir. Mi brazo se había roto, y por más drogas que me metieran, no se minimizaba el dolor. Sin embargo, logré acomodar el brazo de forma que no me moleste tanto, y finalmente, me recosté para descansar.

Me desperté de un susto, había tenido una pesadilla que no pude recordar. La puerta de mi sala estaba abierta, una enfermera parada en la oscuridad del pasillo me miraba, en silencio. Mi corazón latía rápidamente: algo andaba mal con sus ojos. Empezó a caminar lentamente hacia mí. Yo, por puro instinto, empecé a buscar algo para defenderme, por si mi intuición era correcta.

Lo fue. Aceleró su paso de una caminata a una corrida, y esa corrida no parecía humana, les aseguro que se escuchaba como sus huesos se rompían con cada paso que daba.

Lo que parecía ser el final de la historia sólo fue el comienzo. Antes de que llegase a mí, se hizo audible el sonido de una campana en lo lejano, e hipnotizada, la enfermera caminó fuera de mi sala, en dirección de origen de aquel sonido brillante. Totalmente desconcertado en mi camilla, ví como otras enfermeras y pacientes, todos con la espalda, piernas o brazos rotos, caminaban a la par por el pasillo. Me desconecté y por fin pisé el suelo, temblando. Exactamente como pisé el pasto alrededor de aquel árbol.

Cuando miré cuidadosamente hacia el pasillo, noté que había un doctor pálido, altísimo y con un barbijo. Él portaba esa campana, y estaba parado justo en frente de la puerta principal.

Con las ventanas cerradas y mi mejor actuación, me encaminé en ese pasillo con inconsistente iluminación. Lo recorrí junto con los demás seguidores de la campana. Todos olían muy mal. Créanme que lo estaba logrando, estaba llegando al final. Pero antes de cumplir mi cometido, choqué mi brazo roto contra el extinguidor de la pared. Dejé salir un pequeño grito.

Era irónico, por segunda vez en la noche me quería morir.

Angustiado y adolorido, volteé de inmediato. El doctor se había girado, y todos me miraban.

Sólo se oían los ecos de la campana rebotando contra el final del pasillo.

Eché a correr hacia la puerta, ya no me importaba absolutamente nada. Veía una luz intensa que venía desde la calle, me llamaba, era la luz de la libertad. Abrí la puerta, pero el doctor tomó mi brazo roto y me tiró al suelo. La caída se sintió como de 5 pisos. Me desmayé...

Me desperté de un susto, había tenido una pesadilla que no puedo recordar. Una enfermera parada en la oscuridad del pasillo me mira, en silencio.

Lo que parecía ser el final de la historia sólo fue el comienzo.

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Ilustración por ArchaicDreamer.

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