« Capítulo cuarto »

600 139 60
                                    

El príncipe Michael sonrió con burla cuando vio, en las puertas del palacio, como su consejero real y a la vez mejor amigo, llegaba jadeante hasta el final de uno de los corredores. Seguramente, fue demasiado tarde cuando notó la ausencia del príncipe en una importante reunión con el arzobispo, algunos condes, duques y marqueses con grandes territorios bajo su poder.

—¡Príncipe! —gritó jadeando Sir Harry, utilizando el poco aliento que aún quedaba en su cuerpo

—¡Quizás nos veamos mañana, Harry! —se despidió con aquella sonrisa llena de burla, para luego darle la orden a su caballo de que continuara con el galope veloz.

Le preocuparía desaparecer en instancias tan importantes como esa cuando su título de heredero legítimo al trono estuviese en peligro, pero la verdad es que con la ausencia de hermanos y primos directos, nadie podría ocupar su lugar, así que su rebeldía dominaba cada una de sus decisiones, pactos y protocolos.

👑

El príncipe Luke sonrió con dulzura a los niños que abrían su camino por las calles del reino. La verdad es que él, a diferencia de su padre y otras figuras reales como su hermana, amaba pasar su tiempo en el reino, con la gente que con completa confianza exponía sus demandas acerca de mejorar su calidad de vida, donde compartían el mismo odio que cargaba él desde su primera coronación.

La iglesia.

La religión lejos de unir al mundo, Luke creía que lo destruía. El cuerpo de arzobispos, cardenales y las figuras que representaban la palabra de Dios, lejos de compartir el buen mensaje de solidaridad, eran cegados por las ansias de conquistar el mundo con la misma creencia, manipulando la corona a su conveniencia porque financiaban la gran mayoría de sus acciones.

Muchos habitantes de sus tierras compartían sus pensamientos. Los impuestos que cobraba la iglesia cada vez eran más extremos y altos, en los consejos reales el arzobispo exigía una expansión del territorio hacia las islas de Nueva Zelanda, idea que Luke rechazaba a toda costa cuando apenas la iglesia donaba dinero para las necesidades del pueblo y querían invertir en hombres que posiblemente morirían, y más tierras de las cuales hacerse responsable.

Calum le había solicitado con amabilidad y la confianza que los unía como amigos, a que por favor fuera responsable y llegara a tiempo a la prueba de su traje para la fiesta de su cumpleaños que se celebraría aquel domingo. Aún quedaban 5 días y todo el palacio era un caos para la fiesta en honor a su hermana y él.

Luego de pasar por algunas de las calles más pobladas del reino, decidió visitar las tierras de agricultura, donde verdes plantaciones lo saludaban. Al príncipe Luke le encantaba como el viento golpeaba su rostro y despeinaba sus rubios cabellos que estaba dejando crecer lentamente. Se sentía fresco, renovado y como todas aquellas negativas energías y pensamientos, abandonaban su cuerpo.

Al atardecer, decidió terminar su camino galopando por una colina llena de árboles, donde conocía que en cierto punto, existiría un río que pasaba por su ladera.

Los rayos de sol golpearon su rostro y sonrió sintiendo la calidez. Sin embargo, un impulso lo hizo bajar su rostro y avistar el río, donde en una de sus orillas se ubicaba una solidaria tienda y había una fogata, además de una figura masculina que le daba las espaldas mientras fileteaba un pescado.

Curioso y porque su corcel estaba sediento, decidió bajar la colina para poder llegar hasta el río. El sonido de las herraduras de Cyrhus, golpeando las piedras húmedas a pesar de su lenta marcha, no pasaban desapercibidas por nadie, así que a medida que se iba acercando, aquel hombre se ponía más alerta y cuando Luke bajó del caballo, finalmente la mirada del hombre se elevó.

Forelsket » MukeWhere stories live. Discover now