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Aquella solitaria y fría calle era únicamente iluminada por las moribundas luces de las farolas casi fundidas.

El joven de ojos dorados y cabellos rubios caminaba con la cabeza baja y las manos en los bolsillos de la chaqueta que llevaba, prenda que no le resguardaba de aquel frío infernal que hacía.

El día de aquel chico de 16 años no podía ir a peor. El examen decisivo para aprobar el curso fue esa misma mañana, examen que le salió fatal. Por si eso fuera poco para él, la chica con la que llevaba saliendo desde hace cuatro años le terminó ese día.

El chico solo quería volver a su casa, tumbarse en su cama y dormir. Al menos se quería mantener positivo pensando que su día no se podía empeorar más de lo que ya estaba, pobre iluso.

Un hombre de 23 de años de cabellos plateados y ojos carmesí lo llevaba siguiendo todo el día, esperando el momento en el que estuviera completamente solo para así realizar su trabajo.

Vestía con una chaqueta de cuero, iba con su capucha puesta, guantes para evitar huellas dactilares y una mascarilla para prevenir dejar alguna prueba.

Salió de su escondite, que estaba a cinco metros del objetivo, y se dirigió al chico de cabellos rubios de forma sigilosa.

Él era un profesional en el mundo del asesinato, era imposible que le pillaran o que aquel joven se diera cuenta de su presencia.

Que mala suerte para el sicario que su objetivo era un chico con un oído súper desarrollado.

El de ojos dorados escuchó unos muy débiles pasos detrás de él. Sacó su celular tratando de disimular y activó la cámara para así ver quien  estaba detrás de él.

Cuando vio a aquel misterioso hombre encapuchado sintió como si su corazón se parara por el pánico que sintió en ese instante.

Guardó su aparato y apresuró el paso rezando a todos los dioses que conocía.

El de mayor edad apresuró también el paso, creía que el menor se estaba dando prisa debido a que llegaba tarde a su casa. El de ojos carmesí solo vio que sacó el móvil, no vio para que, así que supuso que era para ver la hora.

El de mechas anaranjadas escuchó como los pasos del hombre también aumentaban su velocidad; el corazón del chico no podía ir más rápido, sus ojos se cristalizaron y quería romper a llorar.

Trató de tranquilizarse y de pensar con claridad. Pensó en una forma de llegar más rápido a su casa, un atajo o algún lugar por el que solo pudiera pasar una persona de tamaño pequeño.

El menor giró en un callejón y se escondió detrás de un cubo de basura, quizás solo era coincidencia que aquel hombre iba por el mismo lugar que él, así que esperaría ahí a que el hombre pasara de largo, cosa que no hizo.

El de cabellos plateados se extrañó por el repentino movimiento de su objetivo, pero también giró en esa esquina. El menor, al escuchar las pisadas cada vez más cerca, comenzó a llorar de forma silenciosa.

El de ojos carmesí sacó una navaja mariposa de uno de sus bolsillos y  giró en el contenedor al escuchar un muy leve sollozo del menor.

Ahí estaba el rubio con sus rodillas pegadas al pecho mientras lloraba, en frente suya estaba el hombre de 1'98 metros mirándolo de forma inexpresiva con su arma blanca en mano.

—¡Por favor le daré todo lo que tengo, pero no me haga nada! —decía difícilmente debido a que ya había roto a llorar.

—No me importa tu dinero —decía agachándose a la altura del menor mientras que su mano derecha, mano en la que sostenía la navaja, se fue atrás de su hombro izquierdo, listo para arrebatarle la vida al chico —.

—¡Mi familia tiene dinero, te puedo dar mucho más de lo que te hayan pagado! —decía con total desesperación llorando de manera fuerte y brusca.

—¿Más de cien mil? —preguntó el de cabellos grisáceos.

—¡Mucho más de cien mil! —decía mientras sentía como si pudiera volver a respirar y la esperanza volvía de nuevo a él.

El de cabellos grisáceos lo pensó, podía decirle a la persona que le había contratado que lo había matado, entonces cobraría por su recompensa y también cobraría lo que le diera el chico por su vida.

Era algo arriesgado debido a que las consecuencias le pasarían factura si su cliente se enteraba que Zenitsu seguía con vida, pero el deseo de tener todo ese dinero le podía.

—Está bien, mañana me darás la cantidad de dinero en este mismo callejón, a esta misma hora, ¿lo has entendido? —cuestionó mientras guardaba su arma y se levantaba.

El menor solo asintió de forma frenética como respuesta, el de ojos carmesí solamente se marchó de allí dejando al rubio solo en ese callejón.

No conocía a aquel hombre de nada, así que no tenía razones para querer matarlo. Por lo que intuía que era un sicario, pero, ¿por qué alguien contrataría uno para matarlo?

Iría a denunciar a la policía, pero no pudo ver la cara de aquel sicario debido a la oscuridad de la noche y las prendas que tapaban el rostro ajeno. Además temía que hubieran represalias si denunciaba.

Se abrazó a si mismo mientras comenzaba a llorar nuevamente, siempre le habían dicho que era un llorón, aunque, ¿quién no lloraría en esa situación?

Tardó unos minutos en calmarse. Salió del callejón y miró a todos lados para asegurarse que nadie más le seguía, cuando se aseguró de que estaba totalmente solo, comenzó a correr como alma que lleva el diablo hacia su casa.

Abrió la puerta de su hogar rápidamente y la cerró con la misma velocidad.

—Podrías haber tardado un poco más —decía con sarcasmo su hermanastro mientras miraba notificaciones en su celular —. Te toca hacer a ti la cena, el abuelo está trabajando. Venga, tira a hacerla.

El menor solo susurró un pequeño 'sí' y se dirigió a la cocina a preparar su cena para esa noche.

Mientras cocinaba, su mente se llenaba de paranoias, ¿quién habría contratado a ese sicario?

¿Su hermanastro? Es verdad que no se llevaban muy bien, pero no se ha sorprendido cuando lo a visto llegar a la casa, de hecho le ha esperado y todo. Si lo hubiera contratado para que lo mataran ese día, lo normal sería que no volviese a casa.

Quería vomitar de la ansiedad y el estrés que llevaba encima, pero lo más importante en ese momento era otra cosa, el dinero.

Ellos tenían dinero, sí. Pero, ¿cómo le diría a su abuelo que le diera cien mil euros* así por la cara sin darle ninguna explicación? No quería hablar de lo ocurrido esa noche por miedo a una venganza por parte de aquel misterioso hombre.

Tendría que darle el dinero poco a poco para que nadie sospechara sobre la pérdida de dinero. Eso implicaba que tendría que rogar por más tiempo.

Zenitsu no sabía que había hecho para merecer aquella tortura que lo mataba psicológicamente.


*100.000€=
-6.575.619,65 pesos argentinos
-85.691.780,20 pesos chilenos
-2.119.926,67 pesos mexicanos

Hired AssassinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora