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—¿Tienes lo que te pedí? —cuestionó el de cabellos plateados hacia el joven que estaba sentado en frente de aquella pantalla.

—Últimamente me pides muchas cosas, ¿no? —contestó de forma fría el menor sin obtener ninguna respuesta del contrario — No sé para que quieres saber esto, pero sabes que es peligroso. En cualquier caso, yo no he hablado contigo, ¿de acuerdo? —añadió clavando sus ojos celestes en aquellos carmesí.

El de cabellos plateados simplemente asintió tomando los papeles que había extendido el de mechas azules.

El mayor salió de aquella sala mientras guardaba aquellos documentos en su chaqueta de cuero oscura.

Caminó por las calles iluminadas por el sol mañanero del verano mientras una leve brisa zarandeaba sus cabellos grisáceos. Los niños pasaban corriendo y riendo por su lado mientras jugaban a cualquier cosa desconocida para el joven sicario.

Llegó a su apartamento. Este estaba desordenado, muchos documentos con información sobre gente que ya no estaba viva estaban esparcidos por el suelo y el escritorio.

De un manotazo se deshizo de los folios que habían encima de su escritorio, tirándolos al suelo junto al otro montón.

Se acomodó en su asiento y depositó los documentos que aquel joven hacker había conseguido para él.

Los examinó detenidamente leyendo con paciencia cada palabra imprimida en aquel folio.

Cuando terminó de leer cada palabra allí escrita, encendió su ordenador y accedió a la base de datos de su trabajo.

Buscó por aquella red hasta encontrar los datos de contacto de uno de los sicarios que trabajaba allí, Tomioka Giyuu.

Allí encontró algunos datos básicos que solo los empleados de aquella mafia podían tener acceso. Su nombre, puesto y algunos datos de contacto.

Encontró su correo y su teléfono. Perfectamente podría llamarlo, sería la opción más rápida, pero era más seguro enviar un correo. Estos se enviaban anónimamente y con el PC de la mafia, era imposible rastrear la ID.

Se dispuso a escribir y a mandar el correo una vez terminó de redactarlo. Solicitó una reunión con el otro sicario en una de las calles más solitarias de la ciudad a altas horas de la madrugada.

Amenazó con desvelar su secreto si este no accedía a ir al lugar de quedada.

Uzui no tenía ni idea de si aquel sicario tenía algún secreto, ni siquiera lo conocía. Pero tenía que convencerlo de alguna forma intimidatoria. ¿Quién quedaría con un desconocido sin una amenaza de por medio?

Miró la hora del reloj, todavía era temprano. Podía dormir antes de ir al punto de encuentro con aquel joven rubio como hacía siempre y después con el sicario.

Se tumbó en su destrozado sofá y cerró los ojos lentamente abandonado el mundo de vigilia.

—¡Dejádme en paz! ¡Un día me iré y ya veréis lo bien que me va solo!

—¿Te has vuelto a pelear con tus padres?

—...

—¿Es cierto eso? ¿De verdad te irás?

—Sí, pero nos iremos tú y yo, ¿sí?

—Ah... ¡Entonces está bien!

La alarma que se puso el de ojos carmesí sonó despertando a este.

Sus ojos estaban cristalizados y sus mejillas húmedas y rojizas. No sabía porqué, no se acordaba con que había soñado.

Se dirigió al lavabo y lavó su cara. Acto seguido se dispuso a salir de su casa y dirigirse al lugar donde se encontraría con aquel pequeño rubio.

La noche ya había caído, despoblando las calles y dándole la entrada al frío viento nocturno.

Esperó en aquella esquina como hacía siempre.

Esperó cinco minutos, diez, quince, veinte. Aquel joven de ojos dorados no aparecía como solía hacer las noches anteriores.

El sicario estaría esperando en aquella esquina por él toda un vida, pero aquello no le agradaría mucho al sicario apellidado Tomioka.

Cuando pasó un buen tiempo, ya casi había llegado la hora de quedada con el otro sicario, dejó aquella esquina y se dirigió hacia su otro punto de encuentro.

El asesino a cargo de ojos marinos comenzaba a perder la paciencia. Encendió un cigarrillo y mientras daba una primera calada, dirigió su mirada a su derecha cuando escuchaba pasos que se acercaban.

—Ya tardabas, Uzui Tengen —dijo el que iba vestido con traje de colores oscuros, haciendo que el otro se sorprendiera al escuchar su nombre —. ¿No te pensarías que Tokitou te daría mi expediente de casos sin hablar conmigo antes, cierto?

El recién mencionado se quedó en silencio, impactado. No sabía que contestar, o que decir en general. ¿Debería ir al grano y comentar el por qué lo había citado allí? ¿O esperar a que el otro preguntara?

—Uno de tus últimos encargos fue de un joven apellidado Agatsuma, ¿cierto? —cuestionó tratando de sonar seguro e intimidante, eligiendo su primera opción.

—Lo mismo para tí, ¿no? La diferencia es que el hermano menor sigue vivo por tu incompetencia —reprochó el de cabellos oscuros —.

El de ojos carmesí enseguida supo que estaba hablando con un sicario de mayor rango al suyo. Estos tenían el privilegio de poder conocer siempre quien le mandaba a asesinar a alguien, y podían ver que trabajos hacían los sicarios de menor rango.

—En cualquier caso, ¿qué es eso tan importante que me tenías que mencionar? —continuó para acto seguido deshacerse del cigarrillo que antes había encendido.

—La forma y el sigilo que utilizaste para acabar con ese chico me hizo sospechar desde el primer momento que eras un sicario de rango A —contestó el sicario de menor rango —.

—Sí, ¿qué pasa con eso? —interrogó rápidamente.

—Me gustaría saber quién fue el que te encargó matar a aquel chico —dijo tratando de sonar intimidante para que este le contestara —.

—¿Por qué debería decírtelo? —dijo a modo de respuesta mientras encendía otro cigarro.

—... —el de cabellos claros se quedó en silencio mirándolo fijamente, no sabía que hacer o decir para convencer al contrario.

—Está bien —dijo espontáneamente con una mueca en su rostro que parecía simular una sonrisa burlona —, solo te diré su apellido, y me dejarás si no quieres que los altos cargos se enteren de esto —sentenció —.

—Me parece justo —contestó algo impaciente por saber quién estaba detrás de todo aquello —.

—El apellido de quien me mandó a aquello es el mismo que el tuyo, Tengen.

Hired AssassinWhere stories live. Discover now