Uno

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Aún están en el aire cuando nota la diferencia: usualmente Martín no tiene excusas para estar cerca de los postes, pero luego de que el entrenador dejara escapar cinco snitch al aire al mismo tiempo, era difícil que no fuera a pasar por el territorio de Luciano de vez en cuando. El capitán está ocupado con sus propias quaffle de entrenamiento en ese momento, moviéndose de aquí a allá en los arcos de práctica, y luciéndose con piruetas innecesarias para los periodistas que están espiándolos desde las gradas. Luciano hace que todo se vea fácil, incluso si todo el equipo sabe, por experiencia y por escucharlo quejarse en las duchas, que nada lo es.

Martín pone los ojos en blanco, ligeramente irritado por el desplante mientras busca la bolita dorada entre los arcos. Sabe que está ahí, vio el brillo hace rato, pero con Luciano y las quaffle yendo y viniendo, es difícil no perderla de vista de vez en cuando. Es la única que le va faltando, de las cinco que se liberaron, y el bolsito de cuero en que las ha ido poniendo es un peso fantasma en su cintura. Su récord hasta la fecha son las cinco en veinte minutos, pero si agarra esta pronto, quizá, quizá podría hacerlos diez.

La pura idea hace que su escoba vibre con magia, está ansioso por refregárselo en la cara a María la siguiente vez que se enfrenten a las Cihuateteo.

Acaban de ganar un gran torneo, así que no tiene nada de raro que haya un par de intrusos de los diarios y revistas en sus prácticas, seguramente darán una o dos entrevistas en la semana, pero Martín no tiene la más mínima idea de cuál pueda ser el horario ni el día, y tampoco es que le preocupe realmente. Él es la estrella del equipo, no necesita preparar sus entrevistas, solo necesita estar presente ese día.

— ¡Atento, Martín! —le grita Luciano, justo antes de ponerse enfrente en una maniobra totalmente innecesaria. La bludger rebota contra la punta de su escoba, y Martín ahoga un jadeo de sorpresa, echándose atrás inconscientemente, pero eso es todo, y la bola se va zumbando lejos de ellos. — ¡Tengan más cuidado! —grita Luciano, para luego voltearse a él con el ceño fruncido y los dientes apretados, Martín conoce esa cara, la recuerda de sus peleas en el colegio e instintivamente se sienta un poco más derecho en la escoba. — ¿Y tú? ¿En qué estás pensando? ¡No te puedes lesionar ahora!

—No pero, tu escoba..., —murmura, buscando con la mirada los pedazos de madera que deberían quedar luego de la forma en que recibió la bludger, sin embargo, la escoba sigue en perfectas condiciones. La madera rojiza brilla bajo el sol como si estuviese recién pulida, cosa que no puede ser, piensa Martín, porque el Luciano que él conoce jamás recuerda pulir su equipo.

Los bateadores de reserva vuelan hacia ellos en apenas unos segundos, llenándolos de disculpas y preguntas preocupadas, al igual que su entrenador, pero Luciano lo desvía todo, riéndose y encogiéndose de hombros como si no acabase de ladrarle a Martín. Van a aparecer en las revistas, Luciano poniéndose frente a Martín para desviar la bola, van a volver a ser un tema, y las especulaciones van a volver a aparecer, pero en ese momento no le importa, ni siquiera le importa la humillación de no haber notado la bludger antes, porque todo lo que puede ver es el grabado en el mango rojizo de la escoba de Luciano.

Conoce ese grabado, es el mismo que el brasileño se tatuó en la pierna luego de salir del colegio.

— Tu escoba es negra —se escucha decir, y luego, cuando levanta la mirada, se encuentra con la sonrisa de Luciano, llena de dientes blancos, perfectos, hechizados.

— Creo que ya no —responde Luciano, risueño. — Anda, Martín, todavía te falta una snitch, ¿O no?

— ¿Pero de dónde la sacaste? Nunca he visto ese modelo, ¿Te dieron un contrato de publicidad nuevo? —pregunta, dándole una vuelta a Luciano solo para poder ver la escoba de todos los ángulos, ahora que la ve mejor, es más corta que la último modelo extranjera que usaba antes, y el mango parece más ancho también, sin mencionar los detalles estéticos, el grabado, la punta curvada de las cerdas, el color. Incluso el apoyo de los pies parece distinto al antiguo.

A la medida (HP AU)Where stories live. Discover now