D

8K 1.4K 261
                                    

Aarón cerró las persianas de su cuarto y rápidamente se vistió. Corrió por las escaleras bajando hacia el primer piso y dirigiéndose hacia el sótano. De seguro lo había dejado ahí, aquel telescopio que le había regalado su abuela cuando pequeño.

—Bingo...

Tomó la caja con el telescopio y subió nuevamente corriendo a su cuarto, mientras en el trayecto su padre le preguntaba que era todo ese escándalo.

—¡Nada! ¡Nada! —respondió eufórico.

Al llegar, separó lentamente las placas de su persiana para ver si Zachary seguía ahí, pero no, ya no estaba y había dejado las cortinas cerradas.

—Este idiota. —dijo frustrado.

Era obvio que Zachary no se quedaría ahí, no era idiota, había sido mas idiota pensar que tendrías suficiente tiempo para ir por un telescopio, instalarlo y esperar que tu vecino pelirrojo siguiera ahí sentado.

De todas formas, Aarón logró armar su telescopio, el cual no era muy grande y lo instaló en su ventana. Así, cuando abriera las persianas, Zachary también vería el arma de Aarón. Con un suspiro de frustración, Aarón se tiró a su cama mirando el techo. No podía sacarse de la cabeza la imagen de superioridad de Zachary mientras lo miraba casi desnudo con sus binoculares.

El ultimo chico que había visto desnudo a Aarón había sido un chico que conoció en una aplicación de citas casuales hace unos dos meses, ya que no estaba interesado en ninguna relación seria con ninguna persona, la última experiencia de ese tipo no había terminado muy bien, o deberíamos decir, que no había podido terminar peor. Solo tenía veintidós años y era estudiante de cuarto año de medicina. Jamás había reprobado una materia, era demasiado inteligente como para reprobar, le gustaba lo que estaba estudiando, es más, era lo único que alguna vez había pesado en estudiar.

—¡Llegó tu madre!

El grito de su padre le sacó el rostro de Zachary de la cabeza y con un salto algo torpe se encaminó hacia el primer piso, sin antes abrir levemente las persianas y notar que ya estaba oscureciendo, y que la habitación de Zachary tenía las luces prendidas, pero estaba aun con las cortinas cerradas, ya que sabía que Aarón lo tenía en la mira luego de haberlo avergonzado de esa forma.

La casa del pelirrojo también era de tres pisos, pero era, aun así, un poco mas baja que la de su vecino acosador. Sus ventanas no estaban alineadas a la perfección, la de Aarón estaba unos centímetros más alta que la de él. Sabía que unos centímetros podían hacer la diferencia en la arquitectura, pero no en esta guerra y aunque esos centímetros eran más bien una ventaja para su oponente, a él poco le importaba.

Una videollamada entrante en su laptop hizo que Zach se acercara al escritorio. Era su padre.

—¿Cómo va esa herida? —fue lo primero que preguntó el hombre al otro lado de la pantalla, mientras Zach se sentaba en su escritorio.

—Mejor, bueno, al menos no me duele tanto, los remedios sirven y he estado encerrado como me lo recomendaron los doctores. —la palabra encerrado produjo una pequeña risa en su padre, quien era colorín como él.

—Es reposo "Zachy", no estas encarcelado.

—Si tú lo dices ¿Y cómo están las cosas por allá? ¿Dónde estás?

—Esta semana debo realizar vuelos en Europa, y debo ir a ver unos asuntos en Holanda, asi que si quieres algo dímelo para llevártelo.

—¿Y cuándo lo traerías? ¿En tres años más?

Ninguno dijo nada.

—Es broma papá. —agregó Zach.

—Lamento no poder estar más tiempo con ustedes, en serio es algo que estoy tratando de manejar lo mejor que puedo.

—Hey, lo sé, simplemente que me gustaría que estuvieras acá, mi mamá te extraña y no quiero que de la noche a la mañana me salga con un padrastro...

Ambos rieron.

—Bueno de ser así, usas tu notable y fulminante mirada de desinterés y desaprobación para espantarlo. —dijo su padre y ambos rieron nuevamente y aquella videollamada terminó en un par de minutos.

Zach media más de un metro setenta y tenía una buena apariencia. De vez en cuando iba al gimnasio, pero su mejor atributo (que sus citas agradecían) era su ancha espalda, que era imposible de abarcar completamente, también tenía una sonrisa encantadora, pero todo se iba a la mierda cuando abría la boca y respondía sarcástica y desagradablemente casi a todo sin motivo alguno. Él no lo notaba la mayoría de las veces porque estaba costumbrado a ser así, y al que le gustaba bien y al que no bueno, que se aguantara.

—Mañana debo ver un caso algo largo, creo que llegaré tarde a casa.

Dijo su madre parándose en el marco de la puerta mientras Zach se sacaba los audífonos.

—Tranquila, creo que iré a nadar.

Su madre levantó las cejas y luego movió la cabeza ahogando una pequeña risa.

—Genial, pero mejor sería que fueras a esquiar, estamos en invierno.

—Oh lo olvidaba, ya no tengo noción del tiempo.

—¿Cómo va la guerra?

—Bien, todo como lo tenía planeado.

—Dales el infierno.

—Es la idea.

Su madre salió de su cuarto, y Zach corrió un poco la cortina para ver que su acosador también había separado las persianas unos centímetros.

Si bien ambos veían como sus sombras se movían dentro de las habitaciones y no querían abrir completamente sus cortinas y persianas, también sabían que comenzaba a surgir una amigable competencia, y entre esa competencia, una notable incapacidad de sacar el rostro del otro de sus cabezas.

De la A a la Z leería tus grietas.Where stories live. Discover now