1. La probabilidad

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Joseph miraba con impaciencia las rejas de acceso

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Joseph miraba con impaciencia las rejas de acceso. No quería demostrarlo. Pero sus nervios se estaban viendo severamente alterados ante la espera a la que estaba sometido. Sus hijos se habían embarcado en una peligrosa misión.

No dudaba de sus capacidades como cazadores, el grupo de Ben en particular había demostrado una gran valía cuando de matar vampiros se trataba, pero... ¿Licántropos? ¿Logan De Luca? Y un sinfín de ideas y preguntas estúpidas se agolpaban en su mente.

El tiempo pasaba, no había duda de ello. Sus pequeños ya no eran más esos niños que lo seguían por toda la casa preguntando en qué momento iban a servir la cena o si tendrían problemas por estacar enemigos imaginarios en toda la extensión boscosa que era su hogar.

Ahora eran chicos acercándose a la madurez en una forma más lenta que le permitía observarlos crecer sin sentir que el tiempo se le agotaba. No soportando un momento más aquella tensión, Joseph bajó por la amplia escalera, si iba esperar al menos lo haría en el sitio adecuado.

Al menos hasta que la puerta de entrada se abrió abruptamente. Por ella ingresó un sangrante Nick, seguido por Sam y Emer, que también sangraban, no de la misma manera en la que Nick lo hacía, quien no había querido apartar sus brazos del pequeño cuerpo cubierto de sangre y con un cardenal creciente y amoratado en la mejilla e incluso más allá de la barbilla. De inmediato fue como si alguien le hubiese dado una fuerte sacudida, obligándolo a reaccionar. Con paso veloz llegó tan rápido al lado de la chica en aparente estado inconsciente, pero viva.

No sin antes pasear la vista entre los cazadores heridos, Ben no parecía tan lastimado como el resto. Pero si preocupado.

—¡¿Qué ocurrió?! —preguntó, con la preocupación abrazándose a cada uno de sus sentidos. Sintiendo una ira ciega contra aquel o aquella que se hubiese atrevido a dañar a su hija—. ¡Lucy! —apartando a Nick del medio e importándole muy poco que el pulcro traje fuese a mancharse de sangre, Joseph tomó a su hija en brazos y se apresuró a llevarla a su laboratorio.

Un grupo de jóvenes pasaban la tarde experimentando con un nuevo prototipo, que quizás surtiría un mejor efecto en combate, que todos aquellos sueros del pasado.

En cuanto Joseph ingresó a la habitación, cada uno miró entre aterrado y curioso como aquel hombre que imponía respeto con cada paso dado, miraba a su inconsciente hija como si esta fuese a morir con la más simple brisa otoñal.

—Salgan —pidió en una voz apenas audible.

Los jóvenes se miraron, pidiéndose auxilio unos a otros. Se suponía que debían salir. Sin embargo, la curiosidad humana es aún más grande que el propio sentido común. Joseph había depositado el frágil cuerpo de su hija sobre una de las camillas, para proceder a buscar entre los experimentos de la tarde el suero adecuado para aquella situación.

—¿No me escucharon? —preguntó de manera abrupta—. ¡Salgan!

Dando un último vistazo tras de sí, uno por uno abandonó el laboratorio.

Lost Souls: The Vampire HuntersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora