Prólogo

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Mi mamá además de ser doctora, era vidente. Es que siempre decía que yo no tenía tanto cuidado en mantenerme a salvo. Claro que una patineta era un riesgo mortal para mi, yo siempre tuve presente que esa cosa era el mismo diablo, las caídas dolían más de lo que hubiera esperado.

Y aquí me encontraba, sentado en una banca del parque, con Dess a mi lado y el brazo lleno de raspones. Ella pasó el algodón remojado de agua oxigenada por mi herida, brinqué por reflejo porque me ardía a morir.

— Escapando he.

Mire a Dess quien tenía una sonrisa, venga como decirlo... bastante bonita.

— Sí — suspire, ya estaba cansado.

— ¿Entonces ya lo tienes claro?

— Lo he tenido claro desde hace mucho — ataque sin saber por qué.

Ella volvió a limpiar la herida, miré para otro lado mordiéndome el labio inferior por el ardor.


— Lo quiero — solté como si nada.

¡Ay que estúpido había sonado eso!

Eso había salido sin pensar de mi boca, maldecí en mis adentros. Mire a Dess, pero algo no estaba bien, ella miraba al suelo, muy callada y se había quedado estática.


Por inercia me gire para el lado contrario, pero hubiera estado mejor si no lo hubiera hecho. Ahí estaba parado, con una expresión indescifrable, Finn no espero más y se dio la vuelta para irse.


Después salí tras de él.

– risswol

La hormona de Jack -FackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora