Hubo un tiempo donde se argumentaba que la fotografía no era un arte, ya que dependía de una herramienta mecánica, no requería habilidades especiales como en el dibujo o la pintura y se aludía, además, que el objeto fotográfico era preexistente y no sufría intervenciones ni modificaciones por parte del fotógrafo. Se hablaba de la fotografía como un oficio y no como un arte.
Si bien la fotografía se le hermana de alguna manera a la pintura, se trata de dos lenguajes distintos, ya que mientras la pintura es el arte de la línea y el color, la fotografía es el arte de la luz. En palabras del famoso fotógrafo Cartier – Bresson "...el dibujo y la fotografía parten de un mismo punto: el acto de mirar; luego el dibujo es una elaboración de la realidad, y la fotografía un momento supremo capturado en un solo instante."
En principio, la imagen fotografiada sucede en la mente del artista del mismo modo como sucede con otras artes. El dispositivo mecánico le permite al artista plasmar lo que sucede en su imaginación, que se filtra a través de sus ojos, en el sentido que la cámara funciona como su sentido de la vista, pero con la ventaja que su mirada queda plasmada.
Al momento de crear una fotografía, se toma la decisión de un concepto y un discurso, además de decisiones técnicas como la luz, el encuadre, la apertura del diafragma, entre muchos aspectos que decide el artista, en función a lo que decide expresar.
Por otra parte, la fotografía artística requiere un prerrequisito inexistente en otro tipo de arte: la presencia conjugada con la decisión de plasmar un momento efímero. El hecho de haber estado en el lugar donde sucede el hecho fotografiado, le otorga un matiz de testimonio, filtrado por la necesidad expresiva del autor.
El destacado artista multidisciplinario Man Ray lo decía del siguiente modo: "Pinto lo que no puede ser fotografiado, algo surgido de la imaginación, o un sueño, o un impulso subconsciente. Fotografío las cosas que no quiero pintar, cosas que ya existen."
