🍀 [03] 🍀

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🌿 Valentín 🌿

El insistente sonido del timbre está comenzando a joderme, eran las diez de la mañana. Ayer en la noche me fui de joda, y había tomado mucho, mi cabeza parecía querer explotar.

—Voy. — digo, bajando las escaleras sintiendo dar vueltas todo —¡Que ya voy! — grito, arrepintiéndome al instante. Una vez que abro, el sol golpea mi rostro, dificultando ver a quien tengo enfrente.

—Hola Valentín. —escuchó decir, reconociendo la voz al instante.

—¿Mateo?, ¿qué haces acá? — pregunto sorprendido.

—¿Puedo pasar? — murmura, evadiendo mi pregunta con otra.

—Claro. — digo, haciéndome un lado para que pase.

El se dirige hacia el sofá dejándose caer y soltando un fuerte bufido al mismo tiempo. Cierro la puerta y me dirijo hasta dónde está, solo que me siento en un sillón individual para poder observarlo mejor.

—¿Sucede algo? — interrogó, dándome cuenta de que tenía los ojos rojos y cristalinos.

—No, solo que.. — Mateo vacila ante lo que va a decir —Me peleé con mi viejo, no es nada.

—¿Y por una pelea viniste hasta mi casa? — digo, sin saber si creerle o no.

—Si, ¿por? — responde de inmediato —Si te molesto puedo ir me. — dice poniéndose de pie.

—¡No! — digo rápidamente —Perdón, no quise ser grosero, solo que no he amanecido muy bien que se diga.

—¿Te fuiste de joda anoche?

—S-sí, ¿cómo lo supiste? — preguntó avergonzado.

—Fácilmente, tenés una cara cruda y un mal olor. — afirma haciendo un gesto gracioso.

—¿Tan evidente soy?

—Si. — comentó, soltando una risa a lo que me es imposible no unirse.

—Bien, si querés encende la tele, mientras me doy una ducha y busco algo para este maldito dolor de cabeza. — sugiero.

—Está bien. — acepta, un poco más tranquilo y relajado.

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Horas después, me encontraba con Mateo, jugando videojuegos, había ordenado algo para comer, ya que no tenía ganas de cocinar.

—¡Goooooooool! — grita con emoción —Te estoy pateando el culo wosito. — dice, mientras me lanza un cojín.

—Suerte de principiante. — digo tratando de salvar mi orgullo.

—¡Aja! — exclama sin creerme —¿Sabes que venís diciendo lo mismo desde el segundo gol verdad? — pregunta, mientras extiende su mano para tomar un pedazo de pizza.

Yo solo me limito a encogerme de hombros y beber de mi soda, pero en eso, escucho el sonido del teléfono a lo que atiendo de inmediato.

—¿Hola? — preguntó.

—Valentin.

—¿Pedro? — digo, viendo cómo el rostro de Mateo cambia rápidamente.

—Hola. — me saluda. —Una pregunta, ¿no está Mateo con vos?

–Ahhh. — dudo en contestarle, dirigiendo mi mirada a Mateo, quien me arrebata de inmediato el celular.

—¿Qué querés? — pregunta cortante.

—Mateo, necesitamos hablar. — le dice él.

—Pues yo no tengo nada que hablar con vos. — responde Mateo.

—Mateo yo... — trata de decir, pero el morocho lo interrumpe de inmediato.

—¿Vos qué?, ¿te arrepentis de lo que me dijiste en la mañana homofobico de mierda? — murmura con enojo, a lo que me limito a guardar silencio —No te creo, confíe en vos y mira con que me salís, tratándome de lo peor, así que te podes ir al carajo. — finalizó cortando la llamada y arrojando a una esquina el teléfono.

Puedo escuchar claramente como comienza a sollozar, ¿pero que acaba de pasar?, me pregunto, aun sin caer en cuenta de lo que sucede, por lo que tengo que analizar bien la situación para no mandarme una.

—Mateo. — pronunció. —¿A vos te vienen los pibes? — preguntó, lo que incrementa su llanto y asiente con la cabeza.

—S-sí. — tartamudea con dificultad —Esta mañana se lo dije a mi viejo y reaccionó como un loco, me gritó pura mierda y yo hice lo mismo. — murmuró sin dejar de llorar. —El trato de golpearme, pero logré escaparme y la primera persona a quién se me ocurrió acudir fuiste vos. — me confiesa. —P-perdón si te mentí, es que yo solo quería... — es incapaz de terminar la oración, ya que las palabras quedan atrapadas en su garganta.

Me acerco y lo abrazo sintiendo como tiembla con fuerza: —No tienes porque pedir disculpas.

—¿N-no te doy as-co?

–Por supuesto que no, que te vengan los pibes no tiene nada de malo.

—¿L-lo dices enser-io?

—No soy quien para criticar tus preferencias, si sos feliz con un pibe está bien, al igual si lo estás con una mina. — comentó. —Lo importante es que te sientas a gusto con quien eres en realidad. — continuó diciendo, sin creerme a mí mismo lo que acabo de decir.

Al parecer mis palabras son suficientes para que deje de temblar, pero su llanto no cesa, aunque es lo mejor.

Es mejor descargar lo que uno siente, a tenerlo guardado y explotar cuando llegamos a nuestro límite.

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