Malos entendidos.

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Malos entendidos.

Song Lan tomó la responsabilidad de llevar a Xue Yang al trabajo la mañana del lunes. Por su puesto que XingChen no le dijo que Xue Yang había pasado la noche con él, quizá porque pensó que no era necesario, ni relevante; pero había algo que Song Lan podía notar a diferencia de la noche anterior, Xue Yang se veía más tranquilo de lo que había estado en mucho tiempo.

Song Lan estacionó el auto a un par de cuadras de la carnicería y siguió a Xue Yang hasta el lugar, encontrándose con que apenas estaba abriendo.

—XingChen vendrá a recogerte por la tarde —avisó Song Lan y dio un par de palmadas en la cabeza del menor —. ¿Puedes indicarme quién es tu jefe? Me gustaría tener un par de palabras con él.

—Zichen-gege, no creo que eso sea necesario. Ya le dije a XingChe-gege que no volvería a portarme mal y...

—No es por eso —cortó Zichen con una mueca en el rostro, en un vano intento de consolar a Xue Yang —. Es para hablar de los días que faltarás para presentar los exámenes el próximo mes.

—Ah... —Xue Yang no parecía conforme con aquella respuesta, pese a ello señaló al hombre más grande y musculoso del lugar —. Dago es mi jefe. Se llama Nie MingJue.

—De acuerdo —cabeceó Song Lan y empujó a Xue Yang hacia aquel punto —. Vamos, no seas descortés, preséntame.

Xue Yang caminó a trompicones los pasos que lo separaban de MingJue y cuando llegó frente al hombre, levantó la mirada y tomó una bocanada de aire.

—Da-dage... —llamó con la voz suave —. Esta persona es Song Lan, mi tutor... él quería tener un par de palabras para con usted si no se encuentra demasiado ocupado.

MingJue repasó a Xue Yang con la mirada y le hizo una señala para que entrara a la carnicería. Después volvió a posar sus ojos en la persona nueva y frunció el ceño.

—Song Lan ¿eh? —dijo MingJue sin demasiadas ganas —. Vera, ahora mismo estamos ocupados. Quizá otro día podría atenderlo, o puede hacer una cita para hablar con Meng Yao, creo que a él ya lo conoce.

Song Lan frunció el ceño también en respuesta.

—Me temo que eso no será posible —dijo encogiéndose de hombros —. Soy una persona muy ocupada y ahora mismo estoy fastidiando mi horario para traer a XiaoYang y hablar con usted de un tema importante y delicado, así que agradeceré si me regala algunos minutos de su tiempo para hablar en privado.

MingJue bufó de manera sonara y le hizo una seña al otro hombre para que lo siguiera a su despacho. Era demasiado temprano como para tener una confrontación verbal, así que bien podía dejar que el sujeto pomposo frente a él se quejara de como trataban a su nuevo proyecto de beneficencia.

El dueño de la carnicería entró a su despacho y cerró la puerta detrás de su invitado antes de ir y acomodarse en su silla. No era como que la usara mucho, de todas formas.

—Entonces... —invitó MingJue con semblante aburrido —. ¿Me dirá algo como que soy muy estricto con Xue Yang? ¿que entra demasiado temprano? ¿o que le grito demasiado?

Song Lan sonrió de medio lado.

—Lo que menos me importa es cómo desempeñe su papel de jefe, señor Nie —admitió Song Lan —. Es su negocio y puede llevarlo de la manera que mejor le plazca. Mi problema no es lo que ha pasado en la carnicería, sino fuera de la misma y tengo la sospecha de que uno de sus empleados está involucrado en ello...

—Lo que hacen mis empleados después de su jornada laboral tampoco es problema mío —se quejó MingJue cruzándose de brazos —. Ese mocoso, Xue Yang, tuvo una época en la que peleaba casi de diario por apuestas. Cada quien hace con su tiempo libre lo que le place.

El niño al que le gustaban los caramelos.Where stories live. Discover now