Capítulo 2: Mayor de Edad

449 13 0
                                    

Narra Aitana

Hace tres días que estoy en Madrid. Tres días raros, distintos, difíciles y a la vez bonitos.

Trabajo todos los días en un pequeño bar, me pagan lo suficiente como para pagar la renta y la comida, no me puedo quejar, la verdad. El dueño, Javier, no es una persona muy amable. Al decir verdad, es bastante agresivo e intimidante. Suerte que he tenido práctica con esa clase de personas y he aprendido a lo largo de los años a no perder la calma ante ciertas situaciones. Perder la calma, responder y contraatacar no me dio buenos resultados en el pasado. Por este motivo me limito a hacer muy bien mi trabajo y no hacer enfadar a Javier.

- ¡Espabila! – noto como las manos de Ana se mueven exageradamente en frente de mis ojos, tratando de llamar mi atención

- Lo siento, lo siento, ¿qué has dicho? – estamos sentadas en el sofá y sé que ha estado hablándome pero no le estaba haciendo ni caso

- Hoy. Aquí. Amigos. Cerveza. Alcohol. – dice, sonriendo esperando mi respuesta

- Ana, hoy trabajo

- ¿Pero terminas a la una no es así? – pregunta

Joder. Ya se sabía mis horarios y todo. Nunca nadie se ha preocupado así por mi vida, aunque sea por mi estúpido horario laboral.

- Sí – confirmo

- Pues te vienes para aquí cuando termines. Invitaré a mis amigos y te divertirás mucho. Que te veo muy sola – dice la canaria

- No me molesta estar sola – digo

- Pero, joder. Mudarte a los dieciocho años sola, a Madrid, sin ninguna amiga o algún primo o tal. Es difícil, Aiti.

Llevo casi toda mi vida sola y con dificultades. Pero claro que eso no se lo voy a decir.

- No has contestado. Eso significa que hoy cuando vuelvas a poner pie en este piso, no será para encerrarte en tu habitación, sino para alcoholizarte un poco y pasártelo bien. Que lo mereces, aunque no te conozco casi nada, sé que lo mereces ¿tú sabes que lo mereces? – cuando a Ana la entusiasma un plan, se emociona mucho.

- Supongo...

- Pues hala, ya está. – dice levantándose del sofá para dirigirse hacia la cocina, sin dejarme opción a negarme a los planes de esta noche. Sin dejarme opción a desaparecer en mi habitación y encerrarme en mi mundo.

Ya en el ascensor comienzo a escuchar el ruido de la música que proviene de nuestro piso. Joder, Ana. Abro la puerta y me encuentro con alrededor de seis personas bebiendo y hablando. Parece que nadie se ha percatado de mi entrada, salvo una persona.

- Hola – me saluda Luis con una estrella Galicia en su mano

- Hola

- ¿de dónde vienes? – me pregunta pasando una mano por sus rizos

- Estaba trabajando – contesto

- ¿dónde trabajas? – no me gustan tantas preguntas. A decir verdad creo que me sorprende el simple hecho de que alguien se interese en preguntarme algo.

- Un bar, aquí cerca- me limito a responder

- Ven que te presento al resto – dice Luis mientras coge mi mano para que lo siga. El gesto no me pasa desapercibido pero no lo rechazo

- ¡Amaia, Miriam! – grita el gallego, llamando la atención de dos chicas que están hablando en una esquina de mi casa

Nos acercamos al par e inmediatamente las dos me saludan con dos besos y muchas sonrisas.

- Ella es Aitana – me presenta Luis

- ¡la nueva compañera de Ana! – dice una de las dos, también gallega por lo que oigo – encantada Aitana, yo soy Miriam

- Un placer – contesto con una sonrisa

- Buah, tienes unos ojos preciosos – interrumpe la otra. Me río con vergüenza ante su comentario y ella me mira disculpándose – ay, lo siento. Yo soy Amaia

- Cepeda, ofrécele a la chica una cerveza o algo – dice Miriam

- Solo mayores de dieciocho – al escucharlo giro mi cabeza para mirarlo y veo que me mira vacilón. ¿esta es su manera de preguntar mi edad? Joder, ya sé que parezco pequeña pero tampoco tanto.

- Que tengo dieciocho, idiota – suelto

Veo que él se ríe y se excusa antes de perderse en la cocina y volver con una cerveza para mí

- Gracias – le digo

- Y cuéntanos Aitana, ¿qué te trae por Madrid? – pregunta Amaia y noto como los ojos de los tres se clavan en mí, esperando mi respuesta.

- Pues... la vida – vaya respuesta de mierda, pienso – lo típico, en realidad. Quería un cambio de aires y siempre he tenido la fantasía de mudarme a la capital asique aquí estoy – trato de sonar convincente.

- ¿de dónde vienes? – pregunta la gallega

Y ¿qué contestar a eso?

- Originalmente de Barcelona – me limito a decir y observo como Luis me mira, como si estuviera tratando de resolver un puzzle mientras las otras dos se entretienen en una conversación entre ellas que ni sé cuándo ha empezado

- Oye – llamo la atención de Luis quien me mira

- Dime

- ¿de casualidad tienes un cigarro?

Noto como la pregunta lo descoloca por un segundo pero asiente y me dice que me acompaña a la terraza para fumar. Una vez fuera me da un cigarro antes de prender el suyo y luego el mío. Lleno mis pulmones de humo para luego expulsarlo por mi boca.

- ¿hace mucho fumas? – me pregunta antes de exhalar el humo. No puedo evitar pensar que se ve muy sexy haciéndolo.

- No lo sé... un año, por ahí – contesto - ¿y tú?

- Cinco, seis años... ya perdí la cuenta

- ¿Pero tú cuántos años tienes? – pregunto

- Veintiocho – dice

- ¡Pareces mucho más pequeño! – digo y él ríe divertido ante mi comentario – y por lo que has dicho antes al parecer yo parezco muy pequeña – hago referencia a lo que ha dicho de "mayor de edad" hace un rato. 

- Era coña, nunca pensé que tendrías menos de dieciocho. – dice antes de apagar su cigarro – Hasta pensé que tenías como veinti algo 

- Aparento ser más mayor, ¿a que sí? – le digo, un poco en broma porque sé que tengo una voz de niña de diez años que flipas. 

- La verdad es que sí – me sorprende diciendo. Hay algo en su mirada que transmite sinceridad. En plan, parece de esas personas que sabes cuando te dicen la verdad y cuando no, porque son transparentes. – Hay algo en ti que te hace parecer más madura

- Oye chico, ¿cómo que "me hace parecer"? – le digo 

- Es que luego te escucho con esa vocecita que tienes y ahora mismo que tratas de parecer enfadada... y bueno, borras todo rastro de adultez. – dice riéndose 

- Por lo menos no me saldrán canas pronto –susurro

-¿Qué has dicho? 

- ¿Yo? nada. Gracias por el cigarro Luis – digo antes de salir de la terraza y dejarlo allí.

No sé qué tiene el gallego, pero algo de él me atrapa y me hace olvidar. No puedo evitar pensar que me encantaría perderme un buen rato en sus ojos marrones. 

El Silencio Dijo SíWhere stories live. Discover now