Capítulo 7: Cicatrices

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Narra Luis  

-Beben los que tienen ojos marrones – dice Roi

Estamos jugando a un estúpido juego que nos hemos inventado porque ya habíamos jugado a todos los juegos habidos y por haber.

- Los que tienen pareja

Por un segundo se me para el corazón y contemplo la posibilidad de que ella beba, veo como juega con su vaso pero no se lo lleva a la boca y me tranquilizo.

- Los que tienen treinta años – dice Ana mirándome divertida

Tomo de mi vaso y para devolverle el favor digo

- Los que tienen una edad que termina en número impar – y Ana con sus veintitrés añitos bebe de su vaso

Lo que no me esperaba era que Aitana, que se encuentra sentada enfrente de mí, también lo hiciera. ¿no tenía dieciocho?

Unas horas después las personas comienzan a irse y solo quedan Ana y Aitana. Ana me había prometido que se quedaría a ayudarme a ordenar y Aitana pues, se vuelve a su piso con Ana, por lo que la estaba esperando mientras nos daba una mano.

- Voy a fumar un segundo – avisa la catalana

- Vale, fuma y ya nos vamos – dice Ana

- Espera, te acompaño – le digo y noto como Ana me mira haciendo una cara por la cual no le voy a preguntar ahora

Salgo a la terraza y la veo ya con el cigarro en la boca. Me prendo el mío y lleno mis pulmones de humo.

- Los menores no pueden fumar – le digo

Me mira, confundida.

- Ya te he dicho que no soy menor – me dice

- Me dijiste que tenías dieciocho – ella asiente

- Y los tenía – dice y me mira – cumplí diecinueve hace dos meses

- ¿por qué no dijiste nada? – le pregunto. Sé que no tiene muchos amigos aquí, que va, por lo que sé solo nos tiene a nosotros. Le podríamos haber organizado algo, aunque sea comprarle un regalo.

- Es solo un día más, no le doy mucha importancia – dice como quien no quiere la cosa

- ¿cuándo fue?

- ¿qué?

- Tu cumpleaños – le digo

- ¿por qué quieres saberlo?

Narra Aitana

- ¿por qué te parece tan raro que me interese saberlo?

Touché.

- El 27 de junio – le digo

- Si hubiese sabido antes te regalaba un perro

- Luis, no me mientas – ya le había contado lo mucho que me gustan los perros, pero aunque me lo regalaran, no se permitían mascotas en nuestro piso.

- Tú te lo has perdido – me dice, ganándose un golpe en su brazo

Dos semanas después

- ¡Ana! – grito desde el baño. Me he metido en la ducha pero he dejado la toalla apoyada sobre el sofá. Siempre fui un poco despistada.

- ANA –vuelvo a gritar cuando termino de ducharme, sin respuesta por lo que intuyo que se ha ido

Salgo del baño como Dios me trajo al mundo y corro hacia el sofá y cuando estoy agarrando la toalla escucho una voz.

- Joder

Me doy la vuelta mientras me tapo rápidamente con la toalla y veo a Luis parado en frente de mí con sus manos tapándose los ojos

- ¡Luis! – grito – Hostia puta

Me voy corriendo a mi habitación y me visto antes de volver a salir completamente avergonzada

Luis está sentado en el sofá.

- Joder, Aitana. Lo siento. Es que le he escrito a Ana y me ha dicho que se había ido a comprar unas cosas pero que la esperara aquí que se había dejado la puerta abierta.

- Aquí no ha pasado nada – trato de convencerme – tú no has visto nada, yo no te he visto a ti, nada – repito

- Solo que sí ha pasado y sí te he visto – dice levantándose y parándose frente a mí

- Luis...

- ¿qué son esas marcas? – mierda

Narra Luis

Fueron solo dos segundos, pero las vi claramente. Varias marcas alrededor de su espalda, cicatrices de distintos tamaños.

- No es nada – miente

- Las he visto, y vas lista si piensas que me puedes mentir tan fácilmente

- Luis, de verdad.

- Aitana, dime cómo te has hecho eso – digo, firme y veo en sus ojos como busca salir de esta situación, pero no se la pondré fácil. No después de haber visto lo que vi.

- Fue hace mucho tiempo – dice mirando hacia abajo, como si tuviera miedo de mirarme a los ojos, por si contaban otra cosa que su boca no.

- No fue lo que pregunté – le digo

- Pero es lo que contesté – dice y se da la vuelta para dirigirse a su habitación. Si yo soy cabezota no hay palabras para describir a Aitana. Pero antes de que huya, la agarro de la muñeca despacio para detenerla

- Cepeda – me advierte y noto un pinchazo en el corazón al escucharla llamarme por mi apellido – suéltame

- Contéstame – le digo mientras me mira

- No quiero contestarte, ¿qué es lo que vas a hacer? – me desafía

La suelto y se encierra en su habitación con un portazo.

Narra Aitana

Desde aquel incidente estoy evitando a Luis. Por suerte no le he vuelto a ver por casa y si Ana me invita a algún lugar, me niego sabiendo que lo más probable es que él vaya.

No sé quién se cree para pedirme explicaciones. Fue él quien vio algo que no debería haber visto, no tiene ningún derecho a exigirme nada.

Hace unos seis días que no le veo ni hablamos. Me sorprendo en distintos momentos del día pensando en él, y lo maldigo por tener la manía de hacer tantas preguntas. Y lo odio porque cada vez que lo pienso mi corazón se acelera. 

El Silencio Dijo SíWhere stories live. Discover now