Capítulo 38. Experiencias que cuentan

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—Bien, ya eres libre, Kurama— dijo quitándole la correa al perrito, quien inmediatamente corrió ladrándole a Karin a unos metros de la puerta.

—¡Ah! Cállate, perro.

Cuando Kushina llegó a casa, lo que menos esperaba era sacarle un susto a su sobrina; personita que estaba intentando llevarse a escondidas una mochila y un maletín de laptop.

—¿Qué haces, Karin?

La chica dio un saltito de la impresión, volvió a dejar las cosa en el suelo y se puso firme con las manos tras su espalada frente a su tía que curiosa la miraba.

—Ahm... yo, solo... me aseguro de que las cosas de Sasuke sigan aquí.

—¿Sasuke? ¿Está aquí?— eso la sorprende, no esperaba que el muchacho se atreviera a dar el primer paso tan rápido.

—Sí, eso creo... a menos que haya salido huyendo tan rápido que olvidó sus cosas.

—¿Lo obligaste a venir?— preguntó suspicaz sabiendo que la chica puede ser... persuasiva, y muy poco sutil en esa tarea.

—¡No! Claro que no. Él lo decidió solo... bueno, más o menos— susurró haciendo una mueca mientras desvió la mirada a un lado. Todavía no cree que Sasuke se haya dado cuenta de su pequeño chantaje —Como sea, llegamos hace rato, le di la llave del cuarto de Naruto, pero eso está muy silencioso allá arriba... no estuve espiando, lo juro— se defendió con anticipación al ver a su tía poner una expresión pensativa mirando hacia el techo de la planta.

—No hace daño asegurarnos... ¿Verdad?— lo sonrió con malicia, la menor la miró con sorpresa por unos segundos, y después una inocente sonrisa asomó en sus labios.

Lástima que Kurama las sacó de sus metiches intenciones, ladrando afanoso luego de estar olisqueando las cosas de Sasuke y luego salir corriendo a las escaleras. Las dos mujeres siguieron al perro, y se encontraron con Naruto y Sasuke bajando, ambos se agacharon cuando el perrito empezó a ladrarles animado al pie de las escaleras.

—Hola, bola de pelos— le hizo sonreír verlo chillando y gruñéndole al mismo tiempo, al parecer reprochándole y a la vez feliz de verlo.

—Perdón por hacerte a un lado, Kurama— se disculpó con un perro y no se sintió tonto por eso. Le hizo sentir muy mal escuchar los chillidos y arañazos del cachorro en su puerta, y jamás le abrió. Se rio divertido por el rencor de Kurama, que le esté mordiendo el pantalón con saña solo eso puede significar —¿Por qué eres más malo conmigo?— le reclamó porque a Sasuke no le hizo nada.

Las dos pelirrojas se quedaron pasmadas observando la escena, esos dos parecían estar en completa calma; como el clima después de una tormenta, quedan obvios rastros del acontecimiento, pero el sosiego y el alivio de haberlo superado se siente en el aire. Ninguna quiso romper su burbuja.

Fue Sasuke quien se levantó primero al notar que no estaban solos, una imperceptible sonrisa y un corto saludo a la mayor de los presentes provocó cierta ansiedad en ambas mujeres.

—¿Todo bien?— se limitaría a preguntarles eso solamente. Ambos chicos asintieron en silencio, bajando la mirada y después un suave suspiro. Kushina se permitió sonreír, aliviada por ambos.

Eso no fue como sus anteriores dificultades, donde Naruto, al final con el asunto arreglado, sonreía abiertamente y reafirmaba animado que todo estaba bien entre ellos, como si nada hubiera pasado. Ahora ambos tienen mucho en qué pensar antes de aventarse a dar otro paso a lo loco, y son conscientes de ello, por eso esas discretas miradas de complicidad entre ellos.

—¿Qué te pasó en el labio?— preguntó sin tapujos Karin, mirando muy seriamente a Sasuke y cómo este volteó hacia Naruto antes de responderle.

Aprendiendo a Amar a un DobeOù les histoires vivent. Découvrez maintenant