Perla

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Perla ha tomado el teléfono celular con sus manos.

Ante la imagen de un emoticón que le ha llegado, ella deja escapar una sonrisa. Sus manos se mueven y sus dedos se deslizan sobre aquel teclado qwerty dibujado.

Ella pronto se detiene.

Vuelve a ver la pantalla del aparato, como si alguien le hubiera contado algo. Sus ojos no creen lo que tiene al frente.

El chico que estaba al otro lado de la línea le ha enviado un mensaje. Ante sus ojos, no es solo una proposición. Antes sus ojos, es toda una declaración de amor.

- ¡Te quiero! -se leía; mientras, un corazón le hacía compañía.

Ella se lleva una mano a la boca; ella se sonroja. No ha necesitado mirar a los ojos de aquel individuo de cuerpo desconocido. No ha necesitado, ni negarle su anuencia, para que su rostro muestre algo de vergüenza.

Y ahora, lo único que tenía que hacer era desviar sus ojos y responder.

- ¡Te quiero más! -Perla ha respondido. Se asombra de lo cariñoso que él ha sido.

En ese universo, todos se podían enamoran. Cuando las letras hablaban tan cerca a los ojos; la distancia, la cultura ni el género importaban. Perla sabía esto muy bien, pues no era su primer enamoramiento.

- Uno se termina enamorando de alguien que lo haga sentir amado, protegido y complementado -piensa Perla, mientras mira su teléfono fijamente.

Una pantalla encendida y unos emoticones de colores eran suficientes para que ambos se pudieran transmitir emociones.

Ventanas grises, ventanas verdesWhere stories live. Discover now