Siento hacerle perder el tiempo.

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  La alarma sonó a las siete de la mañana, no era una experta en maquillarme así que me tomé mi tiempo para que saliera algo decente. Me decidí por un vestido liso por la rodilla y por unos tacones Stiletto dejando el pelo suelto. Cogí el bolso y el móvil y pedí un taxi para llegar un poco antes.

A esas horas de la mañana todo el mundo estaba entrando a trabajar y yo me sentía un poco perdida. En la recepción me indicaron para que pudiese llegar al lugar en el que sería mi trabajo por los próximos meses, supongo.

El lugar no tenía nada que ver con el sitio del otro día donde estuve haciendo la entrevista. Era un espacio bastante amplio de cubículos donde la gente ya estaba trabajando y al fondo separado por una vidriera y unas cortinas estaba el despacho de Eric. Caminé hasta la puerta mientras la gente de aquellos escritorios me miraba para luego mirarse entre ellos. Iba a llamar a la puerta pero ésta se abrió de golpe dejando ver a Eric con traje. Joder.

—Buenos días señorita Diaz, llega pronto.

—Me gusta la puntualidad.— Contesté muy seria.

—Pase a mi despacho y ahora hablamos. —Se acercó demasiado cuando me hablaba y noté su perfume.

Me limité a asentir y a pasar al despacho para sentarme en una de las sillas. Él salió y me dejó sola por unos minutos, un tiempo que utilicé para coger aire fuertemente e intentar tranquilizarme.

El despacho era muy grande. Tenía muchas estanterías con carpetas, una mesa grande llena de papeles y varias plantas. En la parte contraria del despacho había una mesa bastante moderna, un par de estanterías vacías y una nevera. Lo que más me asombró eran las vistas que había, no se podía esperar menos desde una de las cuatro torres de Madrid.

Se abrió la puerta y sin girarme sabía que era Eric, tenía el mismo magnetismo que cuando lo vi. Se me aceleró el corazón y me concentré en respirar cuando escuché sus pasos acercarse. Pasó por mi lado, sentándose en la mesa, cogió algunos de sus papeles ignorándome por completo y me dio tiempo a fijarme en su barba igual de bien cortada que hacía dos días, en sus cejas pobladas pero bien arregladas, en su pelo desordenado y en el traje que llevaba que debía costar una fortuna.

—¿Estás lista?—Su voz sonó firme y no, no estaba lista para nada.

Parpadeé varias veces tratando de salir de aquel ensimismamiento. No es que oliese bien y fuera guapo, es que era increíble. De esa clase de hombres que juegan en otra liga, de esos que no te molestas ni en intentarlo porque sabes de antemano que no vas a llegar a nada. De esos que sólo se relacionan con modelos altas y estupendas, o con alguna actriz reconocida. Me cabreé conmigo misma por haber bajado tanto la guardia, como si pareciese que él estaba controlando la situación, a él mismo y a mi.

—Si. — Alcancé a decir.

—Bien, como habrás leído en el contrato te encargarás de mi agenda, de las reuniones y quizás de algunos viajes. Como vamos a estar mucho tiempo juntos quiero saber si hay problema en que algunos días te quedes algunas horas extra que o bien tu puedes decidir si quieres que se te devuelva en horas libres o pagadas.— Yo intentaba concentrarme en todo y tomar nota mental.— Esa de allí es tu mesa, puedes poner lo que quieras ella.

—Creo que se está equivocando conmigo. —Solté sin más y me levanté de la silla.

Todo esto me estaba abrumando, me sentía cohibida, débil y el corazón me iba a mil, necesitaba un poco de aire que parecía que Eric me lo estaba quitando. Estaba a punto de salir por la puerta cuando me alcanzó.

—Gabriella. — Escuchar mi nombre salir de su boca me dejó sin aire. — Siéntate.

—Mire señor Walter. Esto es un error, siento hacerle perder el tiempo pero me tengo que ir.

—Piénsalo.— Se alejó un poco. —Tienes mi número de teléfono.

Mi equilibrio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora