En la prensa.

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—Primero no te vas con Lucas a casa, después ignoras mis mensajes y por último te encuentro aquí bailando, si es que a eso que hacías con ese tipo se le puede llamar bailar. —Sus dedos se deslizaban por mi espalda. Nos encontrábamos en medio de la pista de baile, parados y él hablándome al oído.

—No sabía que te tenía que dar explicaciones de dónde o con quién estoy. Y no necesito un chófer. —Contesté cerca de su oreja poniéndome de puntillas. Aun con los tacones que llevaba era alto.

Atacó mi boca salvajemente, con hambre y posesividad. Seguí el beso embobada, saboreando sus suaves y carnosos labios. Me besaba rápido y con ganas, me gustaba demasiado.

—Te llevo a casa.—Paró de besarme y me sentí vacía. Quería que siguiera pero tiró de mí en dirección a la salida.

—Mi bolso. —Intenté soltarme de su agarre.

—Ya lo ha cogido Lucas.

—Eres demasiado controlador señor Walter. —El alcohol iba a hacer que dijera cosas de las que luego me podría arrepentir.

—¿Todavía no te habías dado cuenta de eso?—Abrió la puerta del coche y nos metimos dentro.

—Me lo estaba pasando bien ahí dentro, eres un aguafiestas.

—Ya he visto lo bien que te lo pasabas.

Me debí quedar dormida en el coche de camino a casa y me desperté en mi cama con una camiseta que no era mía. En mi mesilla había una pastilla y una nota; "Por si te levantas con resaca, Eric."

Miré la camiseta que llevaba que me llegaba a medio muslo y la olí, no me hizo falta más para saber que era de él. Salí de la habitación y me encontré a Olivia en la cocina haciendo la comida. ¿Pero qué hora era?

—Buenos días.—Dije entrando por la puerta y cogiendo una taza de café.

—Dirás buenas tardes, son las dos de la tarde.

—Joder. Lo siento por desaparecer ayer Oli...

—Más lo voy a sentir yo cuando veas esto amiga. —No estaba entendiendo nada.—Siéntate.

—No entiendo nada... ¿Ha pasado algo?

Me pasó un periódico y en la portada aparecíamos Eric y yo besándonos en la discoteca y metiéndonos en el Mercedes. La madre que me parió.

—Joder...—Contesté bastante abrumada.

—Salís en todos los periódicos y en internet. Están intentando averiguar quién eres y qué relación tienes con el multimillonario buenorro. — Le miré fatal. —No lo digo yo, lo dice la prensa.

—Madre mía Olivia, madre mía.

—¿Te vino a buscar?—Dijo mirándome de arriba a abajo. —Porque esa camiseta no es tuya.

—Me puso unos mensajes a media noche preguntándome dónde estaba los cuales ignoré un poco.—Me pasó la taza de café llena.—Cuando estaba bailando con uno de los amigos de Hugo apareció en la pista de baile pidiéndome explicaciones de por qué no me había ido con su chófer a casa, de los mensajes que ignoré y de los bailes con Jorge.

— Y te besó.—Dijo mirando el periódico que había encima de la mesa.—Ese chico está un poco loco por ti y Jorge estuvo buscándote toda la noche.

—La que se está volviendo loca soy yo.

Pasé lo que quedaba de fin de semana en casa con Oli, viendo películas y apartada del internet y de todo lo que tuviera que ver con la foto de la discoteca. El lunes llegó demasiado rápido y a mi se me pegaron bastante las sábanas. Bajé rápidamente por las escaleras y encontré a Lucas de nuevo apoyado en el coche.

—Señorita, buenos días.—Dijo abriendo la puerta de atrás del coche.

—Buenos días Lucas. Voy a coger el metro.

—Quedan quince minutos para que sean las nueve y en transporte público son cuarenta y cinco. No creo que sea buena idea que llegue tarde. Vale tenía razón.

—Bien. —Me metí en la parte trasera del coche con resignación. Lucas puso en marcha el coche y salimos de ahí.—¿Hace cuánto conoce a Eric?

—Eric me dio trabajo hace siete años cuando estaban a punto de embargarme la casa, me salvó. Sino ahora estaría en la calle con mis dos hijas. Es un buen hombre Gabriella, solo tienes que ser un poco paciente.— Esta confesión me impresionó bastante. Lucas era un buen hombre y muy trabajador.

No había mucho tráfico para ser lunes, llegamos enseguida al parking de la empresa y como siempre cogí el ascensor. En los cubículos habían un par de personas trabajando y caminé hacia el despacho de Eric que tenía los paneles japoneses echados.

—Buenos días.— Pasé de largo sin esperar una respuesta por su parte. Estaba hablando por teléfono y sólo se limitó a seguirme con la mirada.

Abrí el portátil y envié a su correo todas las cosas pendientes que tenía para el día, acuerdos y propuestas. Me entró curiosidad y busqué en internet qué más decían sobre la noticia. Encontré nada más y nada menos un montón de titulares diferentes; "¿Nueva novia del multimillonario Eric Walter?", "¿Cita romántica en la discoteca Abbie Rock?", ¿Quién es la misteriosa chica que está con Eric Walter?", "Quién es esta caza fortunas que está besando a Eric Walter", "¿El buenorro Eric Walter fuera de mercado?"... Así de ese estilo había miles de titulares, me agobié.

—Gabriella. —Levanté la mirada. — ¿Qué ocurre?

—Nada señor Walter. —Contesté seria. — Tiene en el correo las reuniones y las cosas pendientes que debería revisar.

—No me refiero a eso.— Se levantó de la silla y caminó a mi mesa con aire despreocupado. Me limité a observarlo mientras caminaba. ¿Qué es lo que este hombre buscaba de mí si puede tener a cualquiera?— Estás enfadada y se nota a leguas. ¿Por qué no me dices qué es lo que te tiene así y terminamos antes?

Giré el portátil dejando que él viera una de las noticias en las que salíamos los dos. Su cara no cambió, no se asombraba de las noticias.

—¿Eso es lo que te tiene así?—Me sorprendí por la pregunta tan natural que le salió.

—¿Es que para ti ésto es normal Eric? Porque yo no acostumbro a salir en periódicos y menos a que me cataloguen de caza fortunas. —El tono de la conversación iba subiendo poco a poco. Estaba muy enfadada.

—Para mí sí es normal salir en periódicos Gabriella. —Se me estaba revolviendo la tripa. — No con chicas pero si en periódicos, es lo que tiene cuando tienes empresas y dinero.

—¿No te importa haber salido conmigo en la prensa?—Dije ya alterada.

—¿Debería?—Me eché las manos a la cabeza por la desesperación. Él pareció darse cuenta de mi angustia. —Gaby mírame. No me importa salir en la prensa contigo, quiero que seas mía en todos los sentidos de la palabra.

—Esto es demasiado. Y también es demasiado que tenga un coche con chófer esperándome en la puerta de mi casa todas las mañanas.

—Nada es demasiado para ti. —Me levanté de la mesa y me fui a la puerta. —¿Dónde vas?

—Lo siento pero necesito un poco de aire.

Mi equilibrio.Where stories live. Discover now