Oh, dulce niña pálida...

227 7 0
                                    

Nocturno, de José Asunción Silva


 ¡Oh, dulce niña pálida, que como un montón de oro!

de tu inocencia cándida conservas el tesoro;

a quien los más audaces, en locos devaneos

jamás se han acercado con carnales deseos;

tú, que adivinar dejas inocencias extrañas

en tus ojos velados por sedosas pestañas,

y en cuyos dulces labios —abiertos sólo al rezo—

jamás se habrá posado ni la sombra de un beso...

Dime quedo, en secreto, al oído, muy paso,

con esa voz que tiene suavidades de raso:

si entrevieras en sueños a aquél con quien tú sueñas

tras las horas de baile rápidas y risueñas,

y sintieras sus labios anidarse en tu boca

y recorrer tu cuerpo, y en su lascivia loca

besar todos sus pliegues de tibio aroma llenos

y las rígidas puntas rosadas de tus senos;

si en los locos, ardientes y profundos abrazos

agonizar soñaras de placer en sus brazos,

por aquel de quien eres todas las alegrías,

¡oh dulce niña pálida!, di, ¿te resistirías?

--------------------------------------------------

Éste es mi poema preferido de toda la vida. Lo publicamos aquí, sólo porque no lo he podido encontrarlo en todo el sitio. Sobra decir que no es de mi autoría. Eso le corresponde al genio que fue el filipichín de Silva.

Los nocturnos no tienen título. Sólo sentimiento. No se llaman 1, 2, 3, ni I, II, III ni nada, cómo falsamente se ha mostrado a través de la Internet.

Poesía de José Asunción SilvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora