La dulce resaca del dalsy.

145K 6K 752
                                    

Abrí los ojos despacio. La luz del sol se colaba por los agujeritos de la persiana. Javi dormía a mi lado. Recordé que anoche él me había traído a casa, después de mi “pseudoaventura” romántica.

Como la ventana estaba abierta, había una corriente de aire que circulaba por toda la casa provocándome escalofríos. Me pregunté por qué estaba tan congelada. Agarré la manta y me tapé hasta las orejas.

Y entonces me di cuenta de que estaba desnuda.

-       ¡Joder! – di un pequeño grito, breve pero sonoro.

Después salí de la cama galopando y me encerré en el baño. Oh, Dios mío, qué es lo que he hecho..., pensé.  ¿Por qué Javi estaba en la misma cama que yo, una yo desnuda?

Me llevé las manos a la cabeza. Después me miré en el espejo. Tenía la cara llena de manchitas negras debido al rímel que se había esparcido por mi cara. Es lo que normalmente me ocurría cuando me iba a dormir sin desmaquillarme.

-       ¿Leire? – Javi llamó a la puerta.

-       ¡¿QUÉ?! – espeté.

-       ¿Estás bien?

No contesté. “Maldita sea, espero que no se le ocurriese hacer nada conmigo en el estado en el que iba… Espero que se haya comportado de una manera civilizada… Espero que todo esto tenga una explicación…”, supliqué para mis adentros.

Yo no quería hacer el amor con él. Sí, era guapo, tenía una mirada soñadora y una estatura envidiable. Pero yo no le quería. No estaba enamorada, eso era todo. Sin embargo no me atrevía a decírselo claramente. En el fondo, tenía miedo de perderle. Me asustaba perder a un amigo. Y, si le decía que yo había perdido todo el interés romántico que él pudiese suscitarme, sería probable que no le volviese a ver en mucho tiempo. Y yo quería que estuviese cerca. Pero solo como un amigo.

Aunque, como bien había dicho Lorena: “No es bueno darle a un hombre falsas esperanzas, cuando se den cuenta de que todo lo que han hecho no ha servido para nada, se sienten frustrados, traicionados y decepcionados. Leire, habla con tu ex cuanto antes”, lo más razonable sería darle largas y dejarle las cosas claras.

Una vez que mi cara estuvo limpia, cogí un albornoz y me cubrí.

Salí del baño y busqué a Javi. Se había ido al sofá. Estaba sentado esperándome.

-       ¿Por qué me miras con esa cara? – preguntó él luciendo una gran sonrisa.

-       ¿Por qué me has quitado la ropa? – contraataqué.

-       Porque supuse que estarías incómoda.

-       Yo no recuerdo haberte pedido que me desnudaras.

-       ¿Te ha dado vergüenza que te vea? – dijo él con una sonrisa sugerente.

-       No. Pero no me hubiese pasado nada por dormir con el vestido.

-       Venga, Leire. Con la de veces que te he visto y que tú me has visto… Qué más da que te haya quitado la ropa. Además no ha ocurrido nada entre nosotros, si es eso lo que te preocupa – señaló él.

Fue todo un alivio para mí oír de sus labios que la cosa no había llegado a mayores.

Pero, ¿y si así hubiese sido? ¿Volvería a repetirse esta situación? Yo ya no sabía cómo llamarle pesado de una manera que no sonara desagradable. Desde el mismo día en el que lo dejamos le repetí una y mil veces que no había ninguna posibilidad de recuperar lo nuestro. Se lo dije hasta el aburrimiento. Y aquí estaba, delante de mí, después de haberme traído a casa, de haberme arrancado de los brazos de otro y de haberme desnudado. Y por si fuera poco, encima decía que no había ocurrido nada.

Todas mis canciones son para ti (Lyre) Chic editorial//4 ABRIL 2018 EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora