Trending topic.

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La bofetada que se llevó Aaric Lodge se convirtió en trending topic.

Sí, al día siguiente un videoaficionado que había grabado el concierto maquetó un vídeo en el que se veía perfectamente cómo yo, Leire, descargaba mi mano contra la mejilla de Lodge.

Aquel vídeo fue el más visto de toda la semana en Youtube. El más visto a nivel internacional.

Yo me había refugiado en mi ático, bajo mi edredón y me había dedicado a espiar las redes sociales con mi portátil. No utilicé mi cuenta personal para comprobar las actualizaciones.

Le pedí a Lorena que me dejara utilizar sus cuentas de Facebook y Twitter. Más que nada porque mi perfil, en ambas redes, estaba siendo asediado por multitud de fans de Aaric Lodge que se dedicaban a dejarme insultos malsonantes, frases ofensivas y demás flores…

Entonces, bajo mi edredón, con mi taza de valeriana –una infusión en teoría relajante- , aprendí lo que era el trending topic. El trending topic era Leire abofeteando a Aaric Lodge delante de todo Madrid.

Todo el mundo hablaba de ello.

Y yo no me atrevía ni a salir a la calle.

Me limité a limpiar el piso, a lavar la ropa, a pasar el polvo, a cocinar y a dormitar.

No escuché música.

Nada de música.

Me había traumado todo el tema del concierto. Y no soportaba que hubiese tanta gente ahí fuera hablando mal de mí. No obstante, también había personas que me defendían: retrógrados envejecidos a ojos de la sociedad.

“¡Aaric Lodge fomenta el machismo!”, decían ellos en la televisión. A lo que, la tertuliana de turno contestaba: “¡Es que a ti no te han echado un buen polvo en tu vida!” Y entonces echaban por tierra toda mi defensa… Al final, de tanto hablar del tema, concluyeron entre todos que Leire, o sea yo, era una mujer amargada que no había sabido apreciar el romanticismo del cantante.

Hubo que joderse.

Y así, transcurrió la programación televisiva de todas las mañanas… Llegó un momento en el que apagué la televisión y el ordenador y me dediqué a leer novelas románticas. Románticas de verdad. En las que los hombres no llamaban furcias a las mujeres. Y en las que las mujeres no se bajaban las bragas a las primeras de cambio.

¡Cuánto me hubiese gustado vivir en el siglo XIX! Ningún hombre hubiese osado tocarme el culo y ni mucho menos besarme sin mi consentimiento… ¿O sí?

¡Bah! También terminé cerrando el libro.

Los hombres son hombres ahora, y lo eran igual en el siglo XIX, pensé. Y si no, que le pregunten al señor feudal de la Edad Media, ese que tenía derecho de pernada: se acostaba con la novia de otro el día antes de que se casaran. Por derecho divino, por supuesto.

Decidí dejar de pensar en aquello, por suerte la Edad Media pasó y con ella se marcharon todos sus horrores.

Entonces llegó Lorena.

Traía unas ojeras de caballo y tenía los ojos inyectados en sangre. Hacía tiempo que no la veía tan cansada.

Llevaba una guardia de dieciséis horas.

Me levanté del sofá y me acerqué a ella para verla más de cerca:

-       ¿Qué te ha pasado, nena? – pregunté preocupada.

Me miró con decaimiento. Además de ojerosa estaba pálida y tenía el pelo sucio. Lucía un aspecto muy deprimente.

Caminó hasta el sofá y se dejó caer sobre los cojines.

Todas mis canciones son para ti (Lyre) Chic editorial//4 ABRIL 2018 EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora