Un día normal

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Crees que todo está bien hasta que algo llega de golpe y te desajusta la vida y la historia que deseabas vivir el destino la reescribe de una forma tan sutil, pero tan dolorosamente feliz; y te das cuenta que la imperfección del mundo es la perfección del universo y es ahí cuando realmente empiezas a vivir la vida como una aventura, donde un día normal los pétalos se empiezan abrir; los pájaros salen de su nido, los gallos empiezan a cantar y sabes que eso solo significa que a empezado a amanecer.
Mi vida era normal como la de cualquier otro chico de 18 años, a mi parecer creo que en ese momento lo tenía todo, una familia, un papá en el extranjero, era fotógrafo y estudiaba en el Conalep, tenía novia. De verdad que amaba mi vida, disfrutaba mucho tocar la guitarra encerrado en mi habitación. Lo que más me gustaba de mi vida era salir a caminar por las tardes, mientras perdido en mis pensamientos exploraba las calles de mi comunidad La Valla.
       Unos meses atrás había empezado a trabajar en una empresa que recluto estudiantes en mi colegio, nos ofrecieron trabajar por las mañanas y por las tardes llevarnos sanos y salvos al colegio, ellos nos brindaban el transporte. Estaba cursando el último semestre del Conalep en la carrera de técnico en electromecánica. Yo quería estudiar en la UPQ la cual estaba cerca de la empresa en la que trabajaba por eso había aceptado el trabajo.
—¿Que si era feliz? —De cierta manera lo era a excepción de la preocupación que sentía por las mañanas cuando me tenía que levantar para ir a trabajar; y después del trabajo a la escuela. Esa rutina ya me tenía un poco cansado.
Mi historia comienza un 10 de Mayo ya por la noche. Estaba acostado en mi habitación con los audífonos puestos y la almohada encima de mi rostro. De repente entró mamá en mi habitación.
—¿Ya te dormiste?
Agarre mi teléfono y puse pausa a la canción para responder.
—No, a un no, estoy escuchando música. Oye por cierto hoy por la tarde busque un regalo para ti, pero no encontré nada bonito —Dije mientras me quitaba la almohada del rostro.
—A si que los billetes que están en la cartera son para ti, para que te compres algo que te guste —Mientras mamá se acercaba al buró para agarrar los billetes de la cartera.
—Solo déjame todas las monedas para mañana mi desayuno en el trabajo —Mamá se retiró de la habitación mientras yo me levanté de la cama para alistarme y ya Dormirme.
11 de Mayo 2017: ese día al amanecer era un día aparentemente normal con la excepción de que se me hizo tarde y además hacía frío, cuando abrí mis ojos voltee hacia mi buró para tomar mi teléfono y ver la hora (5:45 am). Cuando reaccione supe que ya era tarde, me levanté y me puse el uniforme de la escuela junto con los zapatos y mi chaleco gris, trate de ponérmelos lo más rápido que pude, tome mi mochila, el celular, la cartera y los audífonos, fui al baño a lavarme la cara para después salir de mi casa con la esperanza de vivir una aventura nueva y satisfactoria, cambiar mi rutina aburrida y asquerosa de todos los días; todas las mañanas era mi motivación encontrar algo divertido y que me diera la respuesta a la pregunta que siempre me había hecho: ¿por qué no podemos ser feliz con lo que tenemos?
Baje por las escaleras; abrí la puerta y salí muy deprisa que no me despedí de mamá, ni de mis hermanas, caminaba rápido mientras de la bolsa de mi pantalón sacaba el teléfono para marcarle a el chofer del transporte de la empresa; y decirle que ¡se me había echo tarde!, ¿y si podría esperarme? el respondió que si, a un estaba obscuro, me sentía demasiado agotado y me invadía un sueño terrible, y pensaba en regresar a casa para descansar y no cumplir con mis deberes, me sentía demasiado débil, como si mis fuerzas me abandonaran, y aún así logré vencer el sueño, subí a la camioneta, miré el asiento y no hice más que tirarme en el, para dejar que el chófer me llevara al trabajo, pero algo me decía que este no sería un día normal.
Ya camino hacia el trabajo tomé mi teléfono junto con mis audífonos, me recosté y saqué la bata azul que traía en la mochila y me la cobije; para después escuchar música, tomé mi celular y busqué una canción que todas las mañanas escuchaba, era mi favorita, era la que me relajaba en el camino, pasó poco tiempo y llegamos con mis demás compañeros quienes diario a la misma hora nos esperaban en el mismo lugar.
Todo iba bien, me sentía tranquilo y poco a poco empecé a cerrar los ojos, al fondo se escuchaba una canción. Entramos a la autopista y todo parecía marchar a su ritmo hasta que me quedé dormido. La triste realidad de ese día, a las 6:30 de la mañana, a la altura de la autopista, San Juan del río, Pedro Escobedo. El chofer cometió un error al manejar y sufrimos un trágico accidente en un día normal.

El arte de vivir en una silla de ruedasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora