La Apuesta

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Aoi tenía los pies sobre el escritorio, las manos detrás de la cabeza y estaba ligeramente recargado hacia atrás mientras veía con una sonrisa malévola el espectáculo frente a él. Hiroto Ogata estaba hincado frente a él, sin ninguna prenda de ropa y con una mirada coqueta que denotaba entre inocencia y satisfacción. Por meses, Hiroto había estado detrás de él y ahora por fin había decidido hacerle caso, caer en sus provocaciones y finalmente llevarlo al salón de matemáticas para tener un pequeño encuentro.

Claro, tenía todo que ver con que Hiroto era el hijo de la profesora de estadística, una hija de perra que se había atrevido a reprobarlo; la única materia que le faltaba por aprobar antes de poder disfrutar sus vacaciones de verano. La maldita profesora no había dado su brazo a torcer a pesar de sus miradas dulces y palabras lisonjeras. La vieja bruja no había caído a sus encantos y demandaba que volviera a cursar la materia.

Si la profesora quería reprobarlo, estaba bien para él. Sin embargo, nada le impedía hacer que su adorable hijo probara su venganza. Y era precisamente por eso que Yuu Shiroyama, mejor conocido como Aoi, había decidido que era buena idea regresarle el coqueteo a Hiroto, arrastrarlo al salón de estadística y terminar de aprobar sus materias, aunque fuera de una forma poco ortodoxa.

—Te ves muy lindo así —dijo Aoi mientras sacaba el celular dispuesto a grabar la escena—. ¿Te importa? Es para jalármela después —tomó firmemente su miembro para mostrar a lo que se refería.

Vio el gran sonrojo asomarse en las mejillas de Hiroto, no se atrevía a pronunciar palabra, estaba sumamente emocionado por recibir atención de Aoi. Shiroyama sabía que el pequeño había estado enamorado de él por mucho tiempo y esa debilidad sería la caída de su madre.

—Vamos Hiroto, te aseguro te gustará y mucho más a mi. Quiero repetirlo una y otra vez —siguió grabando con el celular mientras incitaba al menor con la mano a proseguir.

El chico asintió finalmente tomando el dildo y cubriéndolo de lubricante, lo llevó a su entrada dudando un poco que hacer a continuación. Miró a Aoi una vez más, quién le sonrió coquetamente para darle confianza. Y con eso introdujo el objeto en él, soltó un grito de dolor, tardó un poco en acostumbrarse pero comenzó a darse placer gritando el nombre de Aoi una y otra vez.

El pelinegro trató de controlarse, estaba terriblemente excitado ante la visión, quería formar parte del acto que estaba llevando a cabo el más chico, pero tenía otras ideas en mente y para que pudieran cumplirse, tenía que controlarse. Podría hacerlo, después de todo no era un animal. Se aseguró de mantener firme el celular mientras grababa a Hiroto, retorcerse en el piso, metiendo y sacando el juguete; dando un espectáculo digno de una película para adultos.

El chico terminó con fuerza manchando el piso del salón de clases de su propia madre, un escena perfecta a ojos de Aoi. Permaneció recostado mientras trataba de recuperar el aliento.

—Te dije que te gustaría —dijo Aoi guardando el celular en el pantalón. Saltó del escritorio satisfecho, se arrodilló a un lado de Hiroto tomándolo por el cabello; le dio un beso sutil en la frente—. Eso fue increíble, felicidades —dijo con sinceridad—. Dile a tu madre que piense mejor mi calificación o verá a su adorado hijo en todas las pantallas de la universidad gritando mi nombre —sonrió. Se levantó y salió del salón sin mirar atrás, ignorando el grito ahogado que Hiroto dejó salir.

Los pasillos de la magnífica Facultad de Administración y Finanzas estaban desiertos, las clases ya habían terminado y los que permanecían en el campus no eran más que los alumnos de clases extracurriculares que nada tenían que ver con ese edificio. En todos lados se respiraba la anticipación de las vacaciones, la mayoría de los alumnos morían por viajar y olvidarse de la escuela.

Les Liaisons Dangereuses [The Gazette]Where stories live. Discover now