CHICK-LIT: Aquí estoy

25 2 4
                                    

—Cariño, ¿estás bien?

La voz de Kevin me saca de mi ensoñación. Trato de enfocarlo y sonreír cuando me doy cuenta del por qué lo ha dicho. El informe que estoy rellenando tiene un larga línea en vez de Marie, que es lo que tendría que poner. Parece que estaba escribiendo la M, cuando mi mente ha comenzado a divagar y a alejarse muchos kilómetros de aquí, a 4500 kilómetros más o menos.

—Creo que estoy algo cansada —justifico.

—¿Seguro que no es algo más?

Claro que es algo más, y tanto que sí. Pero cómo se lo digo a él, la persona que me ha devuelto la fe en el amor. Es más, cómo me lo digo a mí misma.

—Morriña —contesto escueta.

Él me mira confundido, y es entonces cuando me doy cuenta de que no le puedo hablar de morriña a un sudafricano. Sonrío sincera, por primera vez en el día.

—Echo de menos mi tierra, a mi familia, a mi sobrinilla... sobre todo en estas fechas —explico mejor.

Y es cierto. Llevo solo seis meses en Nigeria, seis meses en los que he sufrido viendo niños desnutridos, viendo mujeres indefensas, viendo hombres llorar de impotencia por no tener nada para su familia. Pero seis meses en los que he recibido el agradecimiento, el cariño y amor de toda esta gente que tanto tiene para dar. Aunque no es solo eso.

Me fui de casa buscando algo de paz. Dejé atrás un hombre que había hecho todo por anularme, por denigrarme, que me había minimizado hasta dejarme en la nada. Pero ahora ese reciente pasado vuelve para morderme el culo. Huí, sin dejar cerrado el peor capítulo de mi vida y ahora es mi familia quien está sufriendo las consecuencias. Algo que no puedo permitir.

—Tengo que volver —le digo sin más.

Por su cara sé que sabe que no hablo de volver al trabajo, de rellenar el formulario o preparar una vacuna. Solo sabe que tengo que volver. Porque he tenido seis meses para encontrarme, en los que me lo he cruzado a él en el camino. Porque he tenido seis meses para respirar, y para recordar quién era antes de que el diablo pegara a mi puerta, y para recordarme quién soy.

Me da un leve beso en los labios. No necesito su beneplácito para volver, pero sienta bien saber tenerlo. Sus expresivos ojos azules me preguntan si estaré bien sin él, y no tengo ninguna duda en asentir. Soy una mujer fuerte, valiente, decidida. Soy por fin la que siempre fui, antes de hacerme pequeñita. No dejaré que nadie más vuelva a hacerme sentir así. Ni siquiera yo.

Han sido muchas horas de vuelo, muchos nervios anclados en la boca del estómago, pero aquí estoy, pegando a la puerta de quien no querría volver a ver. Abre la puerta y veo su expresión, desconcertada al principio, cínica después. Respiro hondo y sonrío, porque no me provoca nada. Absolutamente... nada.

—Me buscabas. Aquí estoy.

Diciembre dinámicoWhere stories live. Discover now